El Palquillo

La Misión del Gran Poder de Camas deja imágenes inéditas cargadas de emoción

El Gran Poder de Camas entra en la Parroquia de la Fuente

Al filo de las diez de la noche del pasado domingo, a la vera de la entrañable y recatada plaza de toros de Camas, todos coincidían en la misma apreciación. Estas cosas deben repetirse más a menudo. En tiempos de persecuciones, de crisis de fe, de dudas e incertidumbres, la presencia directa y tangible de las imágenes se alza como una herramienta práctica y directa para revitalización espiritual, para el zamarreo de las consciencias y el tacto con la realidad de nuestro día a día. 

La Hermandad Sacramental de Camas, con motivo del centenario de la hechura de su titular, el Señor del Gran Poder, está realizando una Misión Evangelizadora con la imagen por todos los rincones de la localidad. Una Misión que, amén de los frutos pastorales que pueda cosechar, está firmando instantáneas inolvidables para generaciones de cameros. Tras su traslado a la Parroquia de Guía, en la Pañoleta, donde se rezó el Vía Crucis en un entorno de lo más popular, el Gran Poder regresó en la tarde del domingo al núcleo urbano de esta ciudad. Y lo hizo atravesando civilizaciones (qué imponente y definitivo por entre las lomas milenarias de una cultura fascinante) y visitando a quienes más lo necesitan. Además, cruzó el barrio de la Extremeña, uno de los más humildes de Camas. Las puertas abiertas, los balcones atestados, familias reencontradas que venían de la capital y de otros pueblos... Experiencias vitales que marcan un antes y un después. 

El Señor del Gran Poder en la Parroquia de la Fuente El Señor del Gran Poder en la Parroquia de la Fuente

El Señor del Gran Poder en la Parroquia de la Fuente / M.L. Chaves

Poco después culminó su traslado al desembocar en el barrio de la Fuente, donde se levanta la parroquia homónima, puerta del más alto Aljarafe. La maniobra de entrada de la imagen obligó a los fieles y hermanos a contener la respiración: hubo que retirar la mayor parte de la estructura de las andas y, casi a ras de suelo, deslizándose al interior como quien entra a rezar un mediodía cualquiera, los portadores introdujeron al Señor del Gran Poder entre los muros blancos de esta iglesia. Aplausos espontáneos, lágrimas asomadas y abrazos de otros tiempos. No es la Misión, que también. Es todo cuanto se vive. Tanto es así que allí regresaron juntos mis padres, a la misma iglesia de donde salieron jurándose amor para siempre, hace ya más de veinticinco años. 

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