Patrimonio humano
Cuaresming
Estamos ante uno de los días más numeroso en nazarenos de nuestra semana mayor

Cuando escribo estas líneas pensadas siempre para un luminoso Martes Santo, desconozco si las condiciones meteorológicas permiten hoy la salida de los cortejos procesionales. Sueño con una jornada donde un sol de justicia se asoma a los pretiles de la ciudad para entretenerse acariciando la ojiva de San Esteban, intentando ensancharla para que los pasos puedan salir; o que sus rayos acompañen el vuelo de las palomas del Cerro celebrando la salida de la Reina del barrio; o entretenerse bailando con la Fama mientras una nana universitaria acuna el sueño eterno del Cristo de los Estudiantes. Sueño con un sol cogiendo sitio en la Calzá para ver a Pilato, un año más, persistir en su error. O con el sol declinante que se pasa por San Lorenzo para escuchar el palio que mejor suena en Sevilla, o para competir en luminosidad y darle el testigo a la Candela inextinguible que sale de San Nicolás; o impacientarse en calle Feria para ver salir por última vez de Omnium Sanctorum a la cofradía de los Javieres. Sueño con ello y el sol conmigo.
Pero como no siempre es posible, hay otro elemento esencial del día, uno que siempre sale, siempre aparece, siempre está: los hermanos. Nazarenos, costaleros, acólitos, auxiliares, devotos, etc. Estamos ante uno de los días más numeroso en nazarenos de nuestra semana mayor. Día pujante del denominado “patrimonio humano”. El día especial de aquellos que hoy regresan a casa. Vuelven a su hermandad, a aquella que no pueden (o no quieren) frecuentar lo que quisieran durante el año, pero esta cita, hoy, es ineludible. Martes que llevan meses preparando, pendientes que no se pase el plazo de las papeletas, de sacar túnicas, espartos o cíngulos de los armarios. De repasar el calzado, de ver si el capirote sigue sirviendo. De preparar la cita con uno mismo y con su historia, con los hermanos que vemos de año en año, siempre en el mismo sitio, siempre (casi) a la misma hora. Esa cita para la que no se queda pero que ocurre siempre. Esa llegada al templo, oración ante los Titulares dispuestos en sus pasos. Ese murmullo de capirotes con los nervios previos a la salida procesional. Ese tramo, cada vez más mayor, que va retrasando su posición en la cofradía. El patrimonio humano. En ese en el que menos invierte la hermandad pero que responde siempre. Ese del que solo nos acordamos en contadas ocasiones pero que viven todo el año con orgullo la pertenencia a la hermandad, siguiendo sus actividades aun en la distancia. Reconocen las caras de los que siempre están allí, y los tratan como la familia que cuida de un bien preciado.
Tarde luminosa, llueva o no. Porque sale un ingente patrimonio humano. Miles de nazarenos, casi como ninguna otra jornada de la Semana Santa, se revisten sus túnicas y se encaminan al encuentro de la memoria. El patrimonio humano, cincelado con el día a día del compromiso y la nostalgia, bordado en horas de ausencia o lejanía, en martes lluviosos de invierno en que, a veces a cientos de kilómetros, recuerda que es martes y es el día de hermandad. Patrimonio humano, que pacientemente aguarda desde su sitio en la cofradía el ser nombrado, que le entreguen el cirio y salir por la puerta de la Iglesia. El patrimonio humano, a veces sacrificado para que los pasos luzcan, a veces castigado con interminables parones, porque los gurús de los horarios olvidan que manejamos personas, no solo números. El patrimonio humano a veces maltratado por su propia hermandad, por no ser personajes principales que merezcan un privilegio. El patrimonio humano que paga esta fiesta pero que no recibe la más de las veces el retorno exigible y la consideración de los que administran sus aportaciones. El patrimonio humano, el sostén de esta fiesta. ¡Qué suerte tenemos en el Martes Santo de contar con tantos participantes! No olvidemos dar gracias de ser tantos, probablemente, si fuera al revés, estaríamos haciendo campañas incitando a la participación de los hermanos, a que salieran en las estaciones de penitencia. Patrimonio humano, hermanos de luz que velan por todo un barrio librándolo del Desamparo y Abandono de la falta de medios, que con Humildad se afanan por paliar los Dolores que asolan nuestra sociedad: carencias de todo, material y espiritualmente. Patrimonio humano que presentan ante Sevilla a los más pobres como dignos de consideración, que defienden, incluso con su Sangre la dignidad y la entrega que Encarnan en sus vidas y en su fe con sencillez.
Patrimonio humano dispuesto a aguantar las Bofetadas de la vida, todas injustas, dejando atrás el propio ego y ofreciendo siempre el Dulce Nombre del perdón en sus acciones. Patrimonio humano que es Candelaria para el mundo, iluminando los rincones oscuros que nuestra sociedad quiere ocultar, con la antorcha de Jesús Nazareno siempre presente. Patrimonio humano y remedio de los Desamparados que conocen bien las penas del mundo porque siguen a un Cristo que llora como ellos, al que piden Salud y buenos caminos en nuestro viaje por la vida. Patrimonio humano en comunión con las Almas de tantos cristianos que nos precedieron y nos legaron la fe y esta forma de vivirla. Patrimonio jesuítico vivido en Gracia bajo el Amparo de María. Patrimonio humano que no pide más que una Buena Muerte y que mientras tanto trata de remediar la Angustia del mundo. Y patrimonio humano que sabe que el mejor remedio para los Dolores de la vida son las Misericordias (inagotables) de Dios y las nuestras. Salgan a las calles esta tarde, si el tiempo lo permite y si no también, porque pase lo que pase van a ver algo irrepetible, el milagro del patrimonio humano que cada Martes Santo hace la mejor Semana Santa de Sevilla.
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