Retahílas

Un ‘palco’ en el antiguo Compás de la Laguna

  • Casa Moreno, tienda de ultramarinos en la calle Gamazo, que fue ministro de Ultramar, abrió en 1942

  • Medio siglo después, en la Expo, se incorpora Emilio Vara, hermano de la Estrella y ‘primo’ de aforismos y greguerías

  • El 'Concejo' de Cofradías de la muy Heroica e Invicta

Emilio Vara tras el mostrador de Casa Moreno, un museo del buen yantar y de los recuerdos.

Emilio Vara tras el mostrador de Casa Moreno, un museo del buen yantar y de los recuerdos. / José Ángel García

Gamazo esquina con el Antiguo Compás de la Laguna. Por Sierpes me cruzo con el galerista Pepe Cobo, el que hace cuatro décadas revolucionó el arte sevillano con La Máquina Española. No imagina que voy camino de una galería digna de figurar en Arco. Se trata de Casa Moreno, tienda de ultramarinos que en 1942 abrió Francisco Moreno en la calle Gamazo, apellido de un prócer que fue ministro de Fomento, Hacienda y Ultramar, perfecta etimología para esta pinacoteca de la vida cotidiana.

Con Trifón y Becerra formó lo que uno de sus clientes llamaba el Triángulo de las Bermudas. El maestro de ceremonias se llama Emilio Vara (Sevilla, 1968). Nació cuatro meses después del mayo francés y tiene una manera muy particular de hacer la revolución sin estridencias. Porque en estos tiempos en los que hasta el secreto ibérico se destapa hay dos lugares a muy escasa distancia donde no se oye el sonido de una mosca: la capilla de San Onofre, espacio para la Adoración Perpetua, y Casa Moreno, ámbito de la Admiración Recíproca.

Cumplió 16 años el día que un toro cogió mortalmente a Paquirri en Pozoblanco. “Al enterarnos, en mi casa quitamos de la mesa los sándwich del cumpleaños y pusimos la radio”. De casta le viene al galgo. Es el cuarto de los seis hijos de Emilio Vara, un clásico del periodismo hispalense. Una necrológica de su padre escrita por Manolo Ramírez Fernández de Córdoba se abre paso en unas paredes llenas de fotografías, sentencias, greguerías, recortes de este dadaísta del instante. “Mi padre escribía las crónicas del Betis y Blázquez las del Sevilla”.

La mili en Ferrocarriles

Si Muñoz Molina digirió su servicio militar publicando Ardor Guerrero, Emilio sublimó su bienio castrense con un Ardor Tabernero. “La mili me tocó en Ferrocarriles en 1990, como a Carlos Herrera. De Fuencarral me destinaron a Sevilla. Teóricamente, a Plaza de Armas. Los militares no sabían que la habían desmontado por las obras de la Expo. Por informarles me dieron un permiso”. El soldado empezó en Casa Moreno y tomó la alternativa cuando se licencia en 1992.

Casa Moreno vive una doble vinculación con la Semana Santa. “Estamos a dos pasos de los palcos y muchos de los que los ocupan se pasan por aquí. Igual que los manifestantes que terminan en Plaza Nueva”. Cambian las pancartas por este miniaturismo de mensajes igualmente reivindicativos: “Servir sí, Servil no”. La taberna es como el palquillo de “una semicarrera oficial”. Se sabe de memoria el programa: el Domingo de Ramos, la Paz; Lunes Santo, las Aguas y Santa Genoveva; Martes Santo, estrés cofrade, Estudiantes, Santa Cruz, Bofetá; el Miércoles Santo es el único día de ayuno y abstinencia; Jueves Santo, Cigarreras; Viernes Santo, Carretería. Emilio, como trianero de cuna, es hermano de la Estrella “pero cruzo el río con la Macarena, mi Esperanza dolida pero despierta”.

Después de la Semana Santa, vendrá la gente de los toros. Después de la Semana Santa, vendrá la gente de los toros.

Después de la Semana Santa, vendrá la gente de los toros. / José Ángel García

El Domingo de Resurrección termina la Semana Santa y empiezan los toros. “Los toros dejan más dinero que la Semana Santa. Vienen los franceses, los mexicanos, quieren buen vino, buen jamón”. Casa Moreno es un museo taurino. Destaca la foto de Manolete con Carlos Arruza, como Hernán Cortés con Moctezuma. “Cuando cada uno de los dos cruzaba el charco, el otro lo recibía en el aeropuerto como un jefe de Estado”. Es selecto en sus preferencias. “Me gustan los toreros con arte: Paula, Curro. Y ahora los que más me recuerdan a esos toreros mitológicos que perdimos: Morante, Aguado, Juan Ortega”. Cuando abre Casa Moreno había muchas fondas donde se alojaban los toreros modestos. “Iban a la plaza como en procesión”, y muestra una foto de un tal Paquito Ceballos. “El fundador de la casa los invitaba a comer y les decía que cuando fueran famosos ya le pagarían”.

Cualificada clientela

Abrió un libro de firmas para toreros que tuvo que ampliar a su cualificada clientela: Miguel Indurain, Jesús Quintero, Joan Manuel Serrat, “que siempre se lleva regañá y chorizo ibérico”. Un día se presentó Fernando Iwasaki con su compatriota Mario Vargas Llosa. “En la dedicatoria me puso el nombre de la novela que presentaba: En Casa Moreno, El paraíso en la otra esquina”. Hay una foto de otro distinguido cliente: Adolfo Suárez Illana dando un pase con el capote. “Su padre, el que fue presidente del Gobierno, le dijo que no sería ni torero ni político”. Y a fe que lo intentó, “que sería duque de Suárez y al final fue un magnífico abogado”.

La Semana Santa se respira en Casa Moreno. Reyes de la Lastra y Ricardo Suárez coinciden en el mostrador. Sus firmas están en la historia de los carteles de la fiesta mayor. Rafael Valero, valedor de San Laureano, hace las pruebas del incienso con una chimenea de Antonio Campos, el último alfarero de Triana. Las doce, paréntesis entre el café y la cerveza, no hay nadie. Cuando empieza a llenarse, no se escucha a la gente. Van muchos foráneos. “Yo no tengo carta en inglés. Procuro que el extranjero se adapte a nosotros”. Emilio es ciudadano del mundo y muy de aquí. “Me gustan los poetas de mi ciudad: Cernuda, Rafael Montesinos, Cansinos-Assens, Joaquín Romero Murube, Fernando Ortiz”. Muestra la firma barroca de Fernando Arrabal. “Leo muy pocas novelas. Soy más de aforismos, ensayos y biografías. Yo me desteté leyendo artículos de periódico. Soy de periódico de papel y transistor de pilas”. Le gusta mucho Borges, que estaba en Sevilla la semana de septiembre de la mortal cogida de Paquirri y el número 16 en su tarta de cumpleaños.

Del mayo francés al septiembre trianero. La vida se legaliza todos los días. “Casa Moreno es lo que es por una clandestinidad pactada. Por aquí pasaban los plumillas, los que hacían un alto en el trabajo, los amantes. La clave, como en todo, está en las mujeres, que antes estaba mal visto que entraran en los bares y aquí contaban con una especie de salvoconducto”. No en vano el antiguo compás de la Laguna estaba sobre el pasadizo secreto que recorrían los canónigos.

Galería con enjundia

Entra Joaquín Moeckel, sale Rafael Salgueiro. Una galería con enjundia. Están esperando los chicharrones. “¿La especialidad de la casa? Yo te diría que el montadito de chorizo picante con queso de Cabrales. No sabe a chorizo ni a Cabrales, pero como decían de Lola Flores cuando actuaba en América: no canta, no baila, pero no se la pierda”. Hay toreros… y banderilleros. Las Gildas se llaman como las hermanas del tebeo, aféresis de los visigodos que fueron puente entre moros y cristianos. La gilda es una delicia septentrional, una banderilla que atraviesa un vitorino compuesto de aceituna, piparra, anchoa del Cantábrico y tomate semiseco. Relaciones norte-sur, como esos taberneros que bajaron desde la Montaña viendo que Mahoma no se movía.

Concha, María del Mar, Paco, Emilio, Jesuli, Carmen. Los seis hijos del periodista que trabajó en el histórico Sevilla de la calle Santander, después Sur/Oeste del Polígono Store y por su amistad con Federico Joly extendió su firma hasta el Diario de Cádiz. Casa Moreno remite a la familia de artistas. “Benito Moreno era buen cliente. Siempre pedía la copita de manzanilla y la tapa de chorizo picante”. Máximo Moreno tiene un cuadro espectacular en la casa-hermandad del Silencio. Palabra que ni pintada para cerrar este recorrido por un lugar que es mucho más que una taberna o un bar: galería, mentidero, confesionario, traspalco. Tomó las riendas cuando era alcalde Manuel del Valle. “Por aquí han pasado políticos de todas las tendencias. Estuvo Alberto Jiménez-Becerril. Pasó la cuenta a su grupo. Nunca volvimos a verlo”.

Vale para Casa Moreno la sentencia que Antonio Díaz-Cañabate aplica a la madrileña taberna de Antonio Sánchez, fallido astro de la tauromaquia: “Las desgracias no entran en la taberna, los desgraciados sí”. Y la gracia también. A espuertas. La de José María Izquierdo y la de Paco Gandía porque la ventana de la Gracia en Sevilla tiene dos puertas.

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