Rincones con encanto

Puerta del Cielo para un costalero

  • En ese azulejo que rememora la tragedia se vivirá esta noche uno de esos actos que justifican la Semana Santa de Sevilla.

Arco del Postigo

Arco del Postigo

Se encogerán los adentros de cuantos nos encontremos allí a eso de que dé la una en todos los relojes del Postigo. Será el momento en que el Cristo de las Aguas vuelva al lugar del suceso más dramático que registra el Lunes Santo. Ya será martes, pero en ese sitio y a esa hora de hace doce primaveras perdió la vida un costalero bajo el paso del Cristo de las Aguas. Era Juan Carlos Montes Ruiz quien subió al Cielo desde este Postigo del Aceite, iba de corriente en la cuarta trabajadera, vivía en Rochelambert y trabajaba de camarero en el bar de la Escuela de Ingenieros.

Este rincón de la Jerusalén por siete días en que se ha convertido Sevilla tiene una carga sentimental que se agrandó con esa muerte joven. De ahí que cuando esta noche, el Cristo de las Aguas cruce el Postigo a golpe de tambor, los ánimos se encogerán en esa multitud que se agolpa para ver la Semana Santa según dicta el Arenal.

Ya ayer, que era Domingo de Ramos, cruzaron ese dintel las hermandades del Despojado, la del Porvenir y la de la Estrella Valiente. Y es que estamos ante un enclave estratégico para muchos camino de ida y, sobre todo, de vuelta. Como volverán esta noche de vuelta a sus casas San Gonzalo y esta cofradía de las Aguas que, en su trashumancia, ha arraigado en el Arenal, sobre todo desde aquella infausta madrugada en que se le rompió el corazón a uno de sus hombres de abajo.

Y en ese azulejo que rememora la tragedia se vivirá esta noche uno de esos actos que justifican la Semana Santa de Sevilla. Pero no sólo hay drama en el viejo Postigo del Aceite, que es una de las puertas de la muralla que quedan en pie y que no ha sufrido una gran transformación desde que en 1572 el arquitecto Benvenuto Tortello, por encargo del primer Conde de Barajas, reformase lo que cuatro siglos antes había erigido Ben Yusuf, el Bad Al-Qatay, Puerta de Barcos en cristiano, pues al otro lado habían levantado los almohades las Atarazanas.

Con el tiempo fue denominado Postigo del Aceite, ya que por ese hueco de la muralla entraba en la ciudad el aceite que venía del Aljarafe. Ya en el Siglo XVIII se construyó una capillita que es santo y seña de todo un barrio, de ese Arenal que tiene en la Pura y Limpia una devoción de consenso. Mayormente, los vecinos del Arenal se dividen en carreteros y baratilleros, pero todos, absolutamente todos los que ahí nacieron o viven, son de esta minúscula advocación inmaculista que fue coronada canónicamente el 8 de diciembre del año 2000 en la Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Sevilla.

Esta capillita con aspecto de escaparate está situada justo al lado de la jamba derecha del Postigo según se mira hacia el río. Esas dos jambas están acanaladas y por esa ranura se ensamblaban las tablas que defendían a intramuros de las crecidas frecuentes del vecino río. La capillita de la Pura y Limpia del Postigo es minimalista. Todo es acorde con la imagen, una obra que algunos atribuyen a Pedro Roldán, de tamaño como la mitad del natural, pero que concita una devoción tal que difícilmente se pasa por allí sin que alguien esté rezando ante Ella.

Decíamos que el Postigo del Aceite, según comprobación de grabados antiguos, ha sufrido pocas transformaciones en su trazado. El más relevante se hizo en 1920, donde cobró la dimensión actual. Lo más traumático fue la desaparición de la barreduela del Alfolí, que así aparece en el plano de Olavide.

Progresivamente, las tiendecitas que allí había como influencia del mercado que estaba al otro lado de la muralla fueron convirtiéndose en comercios y hogaño todos los bajos de la zona son locales comerciales. Y ya en 1974, ese rincón fue enriquecido con la construcción de la Plaza del Cabildo, obra del arquitecto Joaquín Barquín y Barón. Fue construida en el solar del que fue Colegio de San Miguel, propiedad del Cabildo Catedral. Es una plaza interior con tres salidas, a Constitución, a Almirantazgo y a Arfe, por unos pasajes abovedados.

Son muchas las cofradías que pasan por este rincón de tanto encanto y todos los días es escenario inigualable de cómo se va un palio como el de la Virgen de la Caridad del Baratillo por el Arco del Postigo, cómo muere el de la Buena Muerte de la Universidad cuando el sol ni siquiera piensa en tomar la senda de la cornisa o el de Santa Cruz ya noche cerrada, o de qué manera soporta la cruz el Señor de Sevilla bajo los fríos de la cercana amanecida de Parasceve, o la fiesta matutina que ya van haciéndole los trianeros a su Virgen morena y guapa, o cómo el Cachorro en la noche del viernes va tomando del Postigo el último hálito de Sevilla. Rincones con encanto en esta ciudad en sus días más señalaítos los hay a manojos, pero quien no ha visto irse un palio por el Arco del Postigo no sabe cómo se mueven los palios en Sevilla, por supuesto que no.

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