El Palquillo

Sevilla, a tan solo setenta días para vivir momentos como este con la Virgen del Subterráneo el Domingo de Ramos

La Virgen del Subterráneo en la vuelta de Cardenal Cervantes a la calle Santiago // Las Cigarreras

Faltan tan solo setenta días, menos de dos Cuaresmas, para que vuelva el Domingo de Ramos. Con tan solo escribirlo, esas campanas de gloria y de color que resuenan en la ciudad a primera hora de la mañana se nos despiertan también muy dentro, volteando sus cuerpos de bronce con la lengua de la ilusión y la primera vez. Porque cada Domingo de Ramos es el inicio de todo, es la luz primitiva, es la hora que marca lo que somos en nuestra vida. Son las infancias inconscientes, las pandillas que se arrojan al vacío de la realidad, los adultos que se lavan los ojos con el agua del tiempo y la vejez que se detiene durante siete días quién sabe si por última vez. 

Son las rutas sin programas que nos marcan los impulsos de siempre (del Parque a Molviedro, del Salvador después a Doña María Coronel, de Triana a Caballerizas, de San Julián después a San Juan de la Palma...), es la sombra amiga de la tarde, es el ocaso en los ojos negros de la Estrella, es la dimensión pintada de la Amargura por la Feria... Y son los regresos cuando, devastados por el zamarreo de tantas cosas inexplicables, y para las que nunca estamos del todo preparados, apuramos los últimos cartuchos del día. En la recámara del Domingo de Ramos quedan aún algunas balas que habrán de descosernos por dentro nuestra ingenua capacidad de resistencias. 

En tan solo setenta días volveremos a la feligresía del Osario para acompañar a la cofradía de la Cena, que en la amplitud histórica de su cortejo, ofrece infinidad de variables. Cada año asume más predicamento el paso por la calle Cardenal Cervantes y la vuelta hacia la calle Santiago, un itinerario de vuelta de lo más natural y puro de nuestra Semana Santa. El palio de la Virgen del Subterráneo, elegante en fondo y en forma, ni vasto ni reducido, ni ancho ni angosto -exacto en proporciones, delicadísimo en dolorosa- abandona la Pila del Pato y se aventura en las estrecheces de los alrededores de Imperial, Carrión Mejías y el antiguo y extinto Hospital de San Cosme y Damián. Hablábamos hace poco del valor de la sorpresa y de la eternidad que adquiere lo diferente. Aunque el enclave es el mismo, el color de las túnicas apenas ha variado, las caídas se mecen como un maizal con las brisas de mayo y la candelería viene igual de consumida, como una caballería derrotada. Hasta aquí nos venimos para alcanzar las más altas cotas de la belleza. Este año sonó Salve Regina Martyrum, de Laserna. Otro año, la saeta onubense de Gándara. Aquel, Virgen del Amor Doloroso, de Eloy García. Córdoba, Huelva, Málaga. Andalucía en Semana Santa. 

Queremos creer que lo que vemos es irreal, un producto de nuestra propia imaginación, la fascinación consecuente nacida de una congénita tendencia a idealizar la fiesta. Todo lo que vemos es real. Es tangible, es palpable. Y quizás olvidaremos parte de esta representación porque el ser humano olvida lo que más quiere recordar. Por eso volveremos. Faltan setenta días para el Domingo de Ramos. Un mes para el Miércoles de Ceniza. 

Vídeo cortesía de la Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora de la Victoria, Las Cigarreras. 

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