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Patrimonio Histórico

El Alcázar de Sevilla se blinda contra las catástrofes y los riesgos cotidianos

El Alcázar de Sevilla.

El Alcázar de Sevilla. / M. G. (Sevilla)

El Real Alcázar de Sevilla contará en menos de un año con el denominado Plan de Salvaguarda. La herramienta de trabajo, fundamental para preservar los grandes monumentos del mundo, será elaborada por una personalidad de reconocido prestigio: el arquitecto y catedrático jubilado Alfonso Jiménez (Sevilla, 1946), maestro mayor honorario de la Catedral de Sevilla, donde ejerció como conservador de 1987 a 2014. Jiménez trabaja desde fecha reciente en un encargo vital dentro de la profesionalización en la gestión del monumento que impulsa el actual alcaide, Román Fernández-Baca, fundador del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH) y ex director general de Bellas Artes del Ministerio de Cultura. El Real Alcázar quedará blindado ante posibles catástrofes y ante los riesgos que soporta un edificio que recibe entre 4.000 y 5000 visitantes al día y está sometido a un uso institucional de elevada frecuencia. Se trata de saber cómo reaccionar ante un riesgo grave inminente al igual que tener claro protocolos diarios. En el primer caso se incluyen desde terremotos hasta incendios, y en el segundo desde las medidas de seguridad que se deben tomar para que ningún turista ni personal laboral sufra riesgos, las medidas que debe cumplir un vehículo que acceda al recinto, cómo deben estar protegidos los árboles o las protecciones de las paredes y el pavimento. Todo debe ser prevenido, desde el riesgo mayor al menor. Todo debe ser evaluado con anticipación, desde un movimiento sísmico hasta un cable que puede provocar un problema. Y, por supuesto, de acuerdo con el enjambre de normativa vigente al respecto, sin olvidar la condición del edificio de monumento reconocido como parte de la zona catalogada como patrimonio de la humanidad de la ciudad.

Román Fernández-Baca y Alfonso Jiménez. Román Fernández-Baca y Alfonso Jiménez.

Román Fernández-Baca y Alfonso Jiménez. / M. G. (Sevilla)

La caída de una rama de árbol en el Patio del León provocó la muerte de un visitante de 74 años en 2018. Se trata del hecho más lamentable que se recuerda en los últimos años, que confirma que la necesidad de contar con el Plan de Salvaguarda.

El Real Alcázar es uno de los monumentos que mayor crecimiento de uso y visitantes ha experimentado en los últimos 15 años. Su funcionamiento se adapta por lo tanto a las nuevas necesidades. La Catedral, por ejemplo, aprovechó el tirón de la exposición Magna Hispalensis de 1992 para modernizar la gestión del templo, por lo que desde entonces tomó forma una estructura y unos criterios que permiten la autofinanciación, pues el templo metropolitano genera ingresos suficientes para costear las obras de conservación que periódicamente necesita e incluso para ceder a la Archidiócesis fondos para sufragar sus propias necesidades. Aquella gran modernización del primer monumento de la ciudad fue posible gracias a los canónigos Juan Garrido Mesa (1931-2007) y Francisco Navarro Ruiz (1944-2013).

Alfonso Jiménez ya trabajó en el Real Alcázar de forma directa hace 50 años, cuando era aparejador del conservador Rafael Manzano. Todavía no era arquitecto ni catedrático cuando ya tenía relación profesional con el monumento. Posteriormente, al frente ya de la conservación de la Catedral, nunca dejó de tener vinculación con el Real Alcázar, sobre todo a la hora de trabajar líneas de investigación conjunta. En su carrera profesional destaca la restauración del Hospital de las Cinco Llagas para coger el Parlamento de Andalucía y haber formado parte de la comisión especial que evaluó el estado de conservación del Giraldillo, asumida con éxito por el IAPH dirigido precisamente por Fernández-Baca.

Larga trayectoria

Jiménez ha afrontado desde la restauración de los pilares agrietados del trascoro (junto con el ingeniero José Luis Manzanares) a la de las portadas artísticas de la Catedral ennegrecidas por el tráfico rodado de la Avenida, pasando por el programa de conservación de las vidrieras y las capillas, la reforma del presbiterio del altar mayor para mejorar la visibilidad de las ceremonias, el sistema para ahuyentar las palomas y evitar el efecto corrosivo de las heces en la piedra y la implantación de un sistema de evaluación continúa mediante sensores de los movimientos de la Catedral, una montaña hueca a la que parece a veces que sólo falta respirar. Jiménez también recuperó para el público las cubiertas de la Catedral, ahora accesibles en la denominada visita aérea, y restauró y adecentó los túneles y criptas que hay bajo el Patio de los Naranjos.