Antonio Montero, el pastor de las causas perdidas

OBITUARIO

Paul Preston cita el libro del obispo fallecido como el más riguroso sobre la persecución religiosa

Muere en Sevilla Antonio Montero, arzobispo emérito de Mérida-Badajoz y obispo auxiliar hispalense en los 70.
Muere en Sevilla Antonio Montero, arzobispo emérito de Mérida-Badajoz y obispo auxiliar hispalense en los 70. / M. G.
Francisco Correal

18 de junio 2022 - 00:18

Tenía bagaje intelectual y pastoral para haber ocupado cargos más importantes en la Conferencia Episcopal, donde durante el mandato del cardenal Tarancón fue delegado episcopal de Medios de Comunicación. A Antonio Montero Moreno (Churriana de la Vega, Granada, 1928-Cádiz, 2022) no le importó permanecer en un segundo plano. Nunca quieto, eso sí. Nunca indiferente.

Llegó a la diócesis de Sevilla en mayo de 1969 como obispo auxiliar, diócesis presidida por el arzobispo cardenal José María Bueno Monreal. Ordenado sacerdote en Roma en enero de 1951, de Roma llegaban aire nuevos a la Iglesia española, todavía con Franco en el Pardo. Montero Moreno fue obispo auxiliar de Sevilla entre 1969 y 1980. Con los ecos y mandatos del Concilio Vaticano II y su correlato político, la Transición española.

La vivió desde un lugar privilegiado. En su doble condición de periodista e historiador, siendo ya obispo de Badajoz fue comisionado por la Conferencia Episcopal para negociar con los equipos directivos de Televisión Española, primero con la UCD, a partir de 1982 con el PSOE, los programas religiosos. Así surgieron Pueblo de Dios, que dirigiría José Luis Martín Descalzo, un sacerdote que había ganado el Nadal de novela con La frontera de Dios, y Últimas preguntas, de cuya dirección y presentación se encargaron sucesivamente José María Martín Patino, vicario de Tarancón y hermano del cineasta Basilio Martín Patino, el jesuita Manuel Alcalá y en el periodo más largo su amigo José María Javierre.

En la biografía escrita por Antonio Lorca sobre José María Javierre, La sonrisa seductora de la Iglesia (ediciones Sígueme), hay un capítulo escrito por el propio Antonio Montero sobre sus encuentros con Javierre: a finales de los años cuarenta, cuando el cura y periodista aragonés estudiaba Teología en Salamanca y Montero en Granada; en Roma, donde ambos coinciden en 1950 en el Colegio Español; el viaje que hacen hasta Múnich, ayudados por el alemán en el que se defendía Montero, para fundar en la capital bávara otro Colegio Español; y finalmente en Sevilla, donde Javierre como director y Montero como obispo auxiliar vivieron la crisis interna de El Correo de Andalucía.

Cuando José María Calviño, padre de la actual vicepresidenta del Gobierno, llegó a la dirección general de RTVE, anunció la supresión del programa religioso Últimas Palabras. Lorca cuenta en su libro que Javierre y Montero viajaron a Madrid para tratar de disuadir a Calviño. "Antonio tiene una capacidad dialéctica impresionante", contaba Javierre a su biógrafo. Calviño les propuso que por qué no se grababa la misa dominical para ofrecerla otro día. Montero ni se pensó la respuesta. "¿Y por qué no retransmiten enlatados los partidos de fútbol?".

Bueno Monreal volvía a Sevilla con la lección bien aprendida del Concilio Vaticano II. En su biografía del cardenal, el historiador Julio Jiménez Blasco se entrevistó con Antonio Montero. Reproduce unas palabras de quien fue su obispo auxiliar sobre el titular de la diócesis: "Bueno Monreal fue sin duda el prelado de mayor jerarquía entre los que volvieron a su diócesis comprometidos con el acontecimiento conciliar". Fue un ayudante fundamental del arzobispo en dos iniciativas cruciales, el Sínodo Hispalense desarrollado entre 1971 y 1973 y la primera Asamblea Obispos-Sacerdotes celebrada en Sevilla. Toda una revolución en palabras de Montero, "eso que la Sociología llama contacto con la base y dinámica de grupo y que, en lenguaje religioso, equivale a compartir la fe, y con ella el sufrimiento originado por las dudas, los desarraigos, el oscurecimiento de identidad, el pánico o el frenesí del cambio".

Es como un acto de justicia poética que dos días después de su fallecimiento, hoy tenga lugar en la Catedral de Sevilla la ceremonia de beatificación de 27 dominicos asesinados en la Guerra Civil, la mayoría vinculados al convento de Almagro. Antonio Montero, en su faceta de historiador, dedicó muchos años de su vida a un libro titulado Historia de la persecución religiosa en España. 1936-1939 (Biblioteca de Autores Cristianos). En palabras de Paul Preston en su libro El holocausto español (Odio y exterminio en la guerra civil y después), donde el hispanista británico se muestra implacable con los desmanes de Queipo y de Mola, escribe que "el estudio más fiable de la persecución religiosa durante la Guerra Civil corresponde a monseñor Antonio Montero Moreno, cuyos cálculos cifran en 6.832 el número de sacerdotes o miembros de distintas órdenes asesinados o ejecutados". Muchos en el mes de agosto de 1936 en que murieron asesinados Lorca y Blas Infante. Monseñor Montero Moreno fue el Ian Gibson de miles de mártires de la Iglesia, con el mismo rigor que Juan Ortiz Villalba con las terribles sacas contra los republicanos españoles.

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