Calle Rioja
Francisco Correal
Desde Barcelona se ve La Flor de Toranzo
Calle Rioja
LA historia es un pregón visual de la Velá. Una narración que merecería ser contada en la blanca y ya caduca pantalla del cine Alfarería, que rimaba con selecta nevería. Un remake del Blow-Up de Antonioni, esa película que el genio que murió el día que nació la nieta de Zacarías Cotán realizó a partir de ese elogio de la fotografía que Julio Cortázar tituló Las babas del diablo.
El café es excelente. ¿En taza o en vaso?, pregunta el camarero, que además es el dueño. Es uno de los puestos del mercado de Triana, entre una frutería y una pescadería. El local se llama Donde Juan Carlos. "Somos gintonería pura y dura, los desayunos son un además". Juan Carlos Marcellán abrió el local la víspera del último sorteo de la lotería de Navidad. El hombre que prepara y sirve el café viene de otras empresas y tribulaciones, que diría Álvaro Mutis. "Yo antes era un empresario de productos financieros, con muchísimos empleados. Hay que reinventarse". Ni un lamento. Este hombre es más del hay que del ay.
El puesto es navegable. Como telón de fondo, dos estampas que parecen un cartel de la Velá, sin enmendarle la plana a Juan Romero. A un lado, Sevilla; al otro,Triana. Juan Carlos vive en Eduardo Dato y cruza el puente todos los días para abrir el puesto del mercado. Se casó en el Cachorro con Marga, una trianera que es la madrina de esta historia. "Fue mi mujer la que dijo que había que poner algo en el puesto que le diera profundidad, para que el que se siente enfrente no mire el reloj".
El resto del trabajo lo hizo Fernando Covisa, el fotógrafo autor de estas imágenes. "Hizo más de doscientas fotografías con una Hasselbald. Se mezclaron mediante un programa informático". Hay luces de amanecer, de crepúsculo, de tarde y nocturnos de Triana y de Lole y Manuel. "El cielo de Triana en realidad era de Sevilla, lo trasladamos mediante un eje de simetría".
Un eje de simetría en la más asimétrica de las ciudades. El cielo de Triana es sevillano y el de Sevilla trianero. El río es un espejo de reflejos convexos: a un lado, los cantaores y bailaoras; al otro, los tenores y sopranos. Ese viaje artístico que tanto le gustaba hacer a Alfredo Kraus. En un margen, en la calle Betis, los toreros, las casas de Chicuelo y Maera; en el otro, los apoderados. Desde la calle que será el real de la Velá cuando el Tour de Francia supere el sermón de la Montaña se ve una Sevilla de Rigolettos y Lagartijos. El Maestranza y la Maestranza. La Giralda y el Giraldillo en una ciudad que es hija del dios Jano, bifronte como mandan los cánones del puente. Desde la calle Betis se ve el monumento de Eduardo Chillida y el paseo Marqués de Contadero, el alcalde y aristócrata que fichó a Juan Arza para el Sevilla. Y el paseo Colón donde siempre vive un pregonero: antes, Javierre; ahora, Carlos Herrera.
Luis Ramírez, empresario del Avenida, último cine de verano que cerró en Triana, lleva el cine de la Diputación, que es un cine en verano. Una preposición nada deshonesta. Debería poner la película de Michellangelo Antonioni para ilustrar ese viaje desde las finanzas a los gin tónic de un hijo de su tiempo que se casó en el Cachorro y juega a la cucaña con los duendes de la cafetera. El cielo de Triana es sevillano. Como el Pasmo de Triana que hace el paseíllo de bronce en el Altozano.
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