Sevilla

Boinas verdes en el Guadalquivir

Salto desde un helicóptero Chinook en el Guadalquivir. Salto desde un helicóptero Chinook en el Guadalquivir.

Salto desde un helicóptero Chinook en el Guadalquivir. / Antonio Pizarro

Un CH-47 Chinook del Ejército de Tierra surca el río Guadalquivir. Se dirige hacia el Sur. Es uno de los helicópteros más grandes que existen, y también de los más pesados. Ya lo advierte el piloto antes de subir: “Cuando bajen, todo lo que lleven suelto se les va a volar”, dice, señalando las hélices y el viento que éstas son capaces de generar. “Ya me gustaría que no fuera así, pero este aparato pesa 15.000 libras y no puedo hacerlo de otra manera”.

Si por fuera ya impresiona, el Chinook por dentro es todavía más impactante. Vuela a baja altura y con la puerta trasera abierta, con un tirador en el puesto de la ametralladora. Dentro viajan una decena de soldados del Grupo de Operaciones Especiales III (GOE III), mandados por el teniente coronel Sotelo, y tres periodistas invitados para hacer un reportaje con ellos. Empotrados, como dice el término importado de los americanos.

Fast rope desde un Cougar. Fast rope desde un Cougar.

Fast rope desde un Cougar. / Antonio Pizarro

El GOE III forma parte del Mando de Operaciones Especiales (MOE), los boinas verdes del Ejército español, que tienen su sede en Alicante, aunque dependen orgánicamente de la Fuerza Terrestre (Futer). Es decir, de la Capitanía de Sevilla. Este grupo hace cada año un ejercicio llamado El Empecinado, en homenaje a Juan Martín Díez, aquel guerrillero español héroe de la Guerra de la Independencia que inmortalizó Benito Pérez Galdós en los Episodios Nacionales.

Estas prácticas suelen llevarse a cabo en Alicante, pero en esta ocasión se han realizado en Sevilla durante toda esta semana. En ella han participado en total unos 120 hombres, menos de lo habitual debido a la pandemia del coronavirus. De hecho, en el Chinook se guardan las distancias en la medida de lo posible, se deja una plaza libre en los asientos y las comunicaciones se hacen escribiendo en la pantalla de un teléfono móvil para no tener que pegar la oreja a la boca del interlocutor. Todos llevan mascarillas. El ruido es ensordecedor e imposibilita la charla dentro del aparato.

El ejercicio consiste en la toma de un velero en el río Guadalquivir. En ese barco se va a producir un encuentro entre dos supuestos líderes terroristas. Las unidades de inteligencia han tenido conocimiento de esa reunión y han diseñado un operativo para capturar a ambos líderes y someterlos a un interrogatorio del que pueda obtenerse información fiable para desarrollar nuevas operaciones. El ejercicio se hará de madrugada.

Militares dentro del Chinook. Militares dentro del Chinook.

Militares dentro del Chinook. / Antonio Pizarro

“Nosotros trabajamos de noche. En todas las misiones internacionales que hemos estado, siempre todas nuestras operaciones son por la noche”. Afganistán, Irak y Líbano son las zonas en las que actualmente hay despliegue de esta unidad de operaciones especiales. Lo que se hace de día (para alivio de los fotógrafos) es un fast rope, un ejercicio que consiste en deslizarse desde el helicóptero a tierra o a una lancha a través de una cuerda.

El Chinook sobrevuela el Guadalquivir acompañado de otros dos helicópteros, un Cougar y un Tiger. El primero tomará tierra unos instantes junto al río, mientras que el fast rope se hará desde el Cougar y el Tiger cubrirá la maniobra. Luego habrá otro ejercicio en un embarcadero cercano a la base del Copero, donde se aloja estos días el personal del MOE. En el equipo que se ha desplazado hay varios grupos especializados en distintas áreas:movilidad, apertura manual y submarinismo. Todos se coordinarán para dar caza a los malos, término que parecen compartir policías y militares para designar a delincuentes en el caso de los primeros, y de terroristas o enemigos en el de los segundos.

El helicóptero Chinook, en pleno vuelo sobre el río. El helicóptero Chinook, en pleno vuelo sobre el río.

El helicóptero Chinook, en pleno vuelo sobre el río. / Antonio Pizarro

Desde el asiento del Chinook, el Guadalquivir parece el Mekong. Sólo se ve lo que permite el hueco de la puerta, protegido por uno de los tiradores que viaja en el puesto de la ametralladora. Sólo cuando el helicóptero levanta el vuelo y se amplía el campo de visión se despeja esa ilusión. A lo lejos se ve la autopista AP-4 y el trasiego de coches, los cortijos y fincas de la zona. Una vista privilegiada desde un aparato impresionante.

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