Fallece Ramón Pérez de los Santos
l El funeral de cuerpo presente por el eterno descanso de Ramón Pérez de los Santos se celebra hoy miércoles en la Capilla del Museo a las 12:30.
Creyó sin ver. Nunca vio y siempre creyó. Le hacia guardia la mañana del Lunes Santo en su capilla, como cuando limpiaba su mano en el culto más íntimo los Domingos de Pasión. "Estoy en la gloria". La esperaba por la noche en su silla de enea de la Campana. La acompañaba a la misma vera de la imaginería mariana de los respiraderos durante todo su trayecto de regreso. "No la veo, pero la siento". Y hacía de ella la razón de ser de su vida, una vida que ha girado siempre en torno al Museo, a la Virgen de las Aguas y a las calles de la feligresía de la Puerta Real. Ramón Pérez de los Santos falleció en la mañana de ayer, Martes de Feria, a la edad de 57 años. El paisaje cotidiano del centro histórico pierde a uno de sus más fieles personajes. "Pide por mí a la Virgen de las Aguas", fue una de sus últimas frases. Se apagó ayer la vida de Ramón, el ciego, el de los cupones de la puerta de El Corte Inglés de la calle Alfonso XII. Escrito está hace tiempo que sus ojos fueron siempre los que mejor miraron a la Virgen de las Aguas.
Ramón nació en Sevilla, en la calle Aguiar. Hijo de Tomás Pérez Benítez, destacado hermano del Valle y del Museo y uno de los fundadores de la jornada del Lunes Santo, y de María Cristina de los Santos Infantes. Quienes tuvieron la fortuna de tratar a Ramón saben que para él su madre siempre estuvo viva. Todas las referencias a ella eran en presente. Por ella solía hacerse cargo del exorno floral del paso de la Virgen de las Aguas. Era Ramón sobrino de Francisco Santos, alma máter de la cofradía del Museo, donde es toda una institución y maestro de la priostía, y de Eduardo Camacho, que fue hermano mayor del Calvario.
Educado en el seno de una familia numerosa, Ramón tenía varios hermanos reconocidos en el mundo de las cofradías. Miguel Ángel fue hermano mayor del Museo y es el actual hermano mayor de la Sacramental de San Pedro. Eduardo falleció siendo hermano mayor del Calvario. Y Alfonso formó parte de la junta de gobierno del Museo.
Nunca quiso vivir fuera del barrio donde nació y fue criado. Amante de la música de la Semana Santa, era frecuente oír desde su casa de la calle Alfaqueque, esquina con García Ramos, las notas de Virgen de las Aguas, Estrella Sublime o La Madrugá, tres de sus composiciones preferidas. Era un gran seguidor de la información cofradiera radiofónica y de las secciones de prensa escrita, que pedía en muchas ocasiones a Ricardo Suárez que le leyera en los desayunos cotidianos en la taberna La Espadaña, regentada por su amigo Manuel Suárez. A media mañana era frecuente verlo en su segundo café en el bar Duque, observatorio privilegiado de la plaza del mismo nombre.
Era exigente y celoso con su hermandad, a la que amaba profundamente. Desarrolló tanto el sentido de la humildad como el genio necesario para afrontar las crueldades de la vida. Estaba enormemente orgulloso de haber protagonizado el arranque del Pregón de Semana Santa de Enrique Esquivias, hermano mayor del Gran Poder. Llevaba a gala ser amigo de sus amigos (como Carlos Colón y María Lasso de la Vega) casi tanto como su condición de hermano exclusivamente del Museo. Jamás salió de nazareno. Hoy será la primera vez que estará ante su Virgen vestido con la túnica y el antifaz de la cofradía. Muchos lo recordarán siempre en la capilla o en la sala de reparto de las papeletas de sitio cada cuaresma. Esos días le gustaba pasar allí las horas, sentado para participar en el rito anual de sentir el saludo afectuoso de muchos hermanos de la cofradía.
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