José Antonio Moreno Jurado

De Feria a Montequinto por Atenas

  • Ganó el Adonais y se 'adelantó' al Nobel de Elytis, al que llevó al Moguer de Juan Ramón. Vuelve a la calle donde olía a carey y sonaba un piano.

OLOR al carey con el que hacían las peinetas y el sonido de un piano. Es lo que le viene de pronto a José Antonio Moreno Jurado (Sevilla, 1946) cuando vuelve al número 17 de la calle Don Pedro Niño en la que nació diez años antes de que le dieran el Nobel a Juan Ramón Jiménez. El poeta sevillano que más griegos ha traducido tiene una poderosa vertiente onubense: su padre era de Encinasola, su madre de Alájar; prepara la tercera entrega de sus Cuadernos de un poeta de Mazagón y le cupo el honor de acompañar a Moguer y a La Rábida al escritor griego Odysseas Elytis, que tanto le influyó.

"En una librería de Atenas me llamó la atención un libro con una muchacha muy hermosa en la portada. Lo compré, yo había terminado Griego, creía que se reducía a Platón y Aristóteles, empecé a leerlo y no entendía absolutamente nada. Era de Odysseas Elytis". Quiso cubrir esa laguna filológica, "empecé a traducir a Elytis y le dan el Nobel".

Es un paseo de afectos. Le acompaña José Manuel Padilla, el mismo que le apadrinó su primer libro, Canciones y poemas. "Creía que me iba a comer el mundo y terminó vendiéndolos mi hermano para cervezas y ligar con las niñas". En la librería de Padilla en la calle Feria coincide con Benito Moreno. Dos retratos de Castrillo: uno de Joaquín Sáenz, otro de este poeta.

De Don Pedro Niño a Montequinto pasando por Atenas. "Soy usuario del Metro". En la capital griega le sorprendió la afición a Lorca, cuyo universo geográfico también quiso conocer el Nobel Elytis en su visita a España. "En Atenas era normal asistir a representaciones de Bodas de sangre o La Casa de Bernarda Alba en griego". En aquella visita, Elytis también visitó Granada y Sevilla. "Hubo un acto en el hotel Alfonso XIII. Más que las personas y los edificios, de Sevilla le entusiasmaron las flores y las plantas y me las iba diciendo en griego".

Siempre vivió en Sevilla, salvo un fructífero paréntesis de seis años (1969-1975) que pasó en Madrid. En ese tiempo, visitó el café Gijón, ganó el premio Adonais con la obra Ditirambo para mi propia burla y vivió experiencias tan surrealistas como examinarse de Latín en la cocina de la casa de Juan Gil.

Camino de Don Pedro Niño está la casa donde estuvo la redacción de la revista Grecia, "bandera del Ultraísmo". Tiene magnetismo y en el paseo nos cruzamos con un Ulises (Bidón Vigil de Quiñones) y un Horacio (Lara). Grecia tuvo dos Nobel de Literatura, los mismos que Andalucía. Hizo la tesis sobre Elytis y la tesina sobre Yorgos Seferis. De Vicente Aleixandre, el Nobel sevillano, dice que al releerlo "descubrí su debilidad". Y, en el cincuentenario de la muerte de otro poeta del 27, admite su fervor por la poesía de Cernuda, pero sus matices reflejan su heterodoxia. "Amo a Cernuda, pero no sabía castellano. Es laísta, es leísta y loísta. Su adjetivación no es suya, es de Aldana. Y es falsa la atribución que algunos cernudianos hacen a Cavafis de una influencia en el erotismo de Cernuda". Un café con Padilla en el bar Los Juanes, donde se estrecha la calle y se ensancha la vida. El amigo librero recuerda una visita de Agustín García Calvo para hablar "del emisor, el receptor y el ruido". "Tenía a las niñas embobadísimas, y Moreno Jurado lo desmontó, todo lo que decía estaba en Jakobson y en la Escuela de Praga. En Atenas le dieron la medalla de la ciudad y en Sevilla un llavero de la Cruzcampo".

En 1981 publicó en Riotinto Para un dios de invierno, divinidad que se apodera de la ciudad. Tradujo a Ritsos, Uranis y Valaoritis. Su proximidad a Elytis cuando le dan el Nobel al griego recuerda la circunstancia parecida por la que pasaron Lola López Enamorado, hoy directora del Instituto Cervantes de Casablanca, con Naguib Mafouz, o Reichi Nagakawa, el japonés que vivía en Triana, con Kenzaburo Oé.

El poeta de Don Pedro Niño ha publicado en Alianza Editorial, Gredos y Júcar, donde le quitaron todo el griego clásico de su trabajo sobre Seferis. "Lo que le interesaba a la universidad no le interesaba al mundo". Hay una curiosa coincidencia académica. Su padre era chófer, conductor al servicio de la Universidad Laboral, centro al que se incorporó como profesor Moreno Jurado a su regreso de Madrid. Pasó a la Fábrica de Tabacos. "Me echaron y me dio un infarto". Y no por fumar. Se lo dijo su amigo Aurelio Padilla: "¿Qué hace un sabio en la universidad?". Con Elytis se asomó desde La Rábida "y parecía una isla griega".

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