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Sevilla

Hacinamiento en la Hispalense

  • Los alumnos y profesores de Agronómica y la Politécnica se quejan desde hace décadas de la notable carencia de espacio para la docencia y la investigación

Una escuela estándar de Ingeniería hoy en España tiene unos 10 metros cuadrados por alumno. La Escuela Politécnica Superior de Sevilla cuenta con unos 3.000 estudiantes, por lo que, según este cálculo, necesitaría unos 30.000 metros cuadrados. Sin embargo, el edificio de la calle Niebla sólo tiene 10.000, según explica el director del centro. Para solucionar este problema de espacio se ha optado por impartir clases en casetas prefabricadas en un patio que comparten con un instituto de la zona, que ya ha instalado vallas para impedir la expansión; se han colocado mesas de estudio en los pasillos, bloqueando en algunos casos las salidas de emergencia; se han dividido laboratorios con mamparas, lo que obliga a los profesores a turnarse para hablar; y los investigadores se marchan a otros centros.

La Politécnica es junto con la Escuela Técnica Superior de Agronómica el centro de la Universidad de Sevilla con mayor problema de falta de espacio, unido con la antigüedad de las instalaciones. Ésta última tiene además el hándicap de que está situada en los terrenos de la Universidad Pablo de Olavide y no son pocos los que desconocen su existencia. Los profesores y alumnos de ambos centros llevan décadas reivindicando un nuevo edificio que permita mejorar la docencia y el desarrollo de investigaciones de calidad, pero la falta de inversión durante la crisis han paralizado los proyectos diseñados.

En 1992, el consejero socialista Jaime Montaner fue el primero en anunciar el traslado de la Politécnica a la Isla de la Cartuja. Desde entonces, la lista de compromisos por parte de políticos ha sido interminable. El campus de los Gordales fue otra de las propuestas más sonadas, la última la de Los Bermejales, "un proyecto ya diseñado, con licencia de obra y la licitación de la estructura, que requiere una inversión de unos 30 millones de euros", explica el director de la Escuela, Jorge José López.

Los recortes presupuestarios, la deuda pendiente de la Administración pública con las universidades andaluzas, la anulación del Plan Plurianual de Inversiones y el incierto horizonte financiero de planes de inversión en el Sistema Universitario Público de Andalucía han frenado la ejecución de las partidas presupuestarias aprobadas, que desde 2010 suman 13,5 millones de euros. "El proyecto está listo, sólo falta el dinero", aclara López. "Sentimos que se ríen de nosotros", admite Jesús Gallardo, de la delegación de alumnos.

A los problemas de humedad y grietas propios de un edificio antiguo se suman situaciones insostenibles. La cafetería sólo cuenta con 11 mesas y la biblioteca del centro tiene 125 plazas para 3.000 alumnos. Las mesas se hacinan aprovechando el máximo espacio, bloqueando las salidas de emergencia. Además, el centro ha instalado mesas para estudiar en medio de los pasillos, donde la concentración es imposible.

"Hay un laboratorio donde tenemos que tomar apuntes apoyados en las rodillas", explica Jesús Gallardo, estudiante de Ingeniería Mecánica. Este habitáculo está dividido en dos a través de una mampara que no llega hasta el techo y, en una de las partes, se realizan prácticas con productos químicos. "Existen extractores, pero el olor es muy fuerte y se extiende por toda la habitación. Además, hay un único interruptor, y si un grupo quiere utilizar el proyector, ambos laboratorios se quedan sin luz".

Los estudiantes denuncian problemas de seguridad: "Un alumno sufrió el año pasado un ataque de epilepsia y llamamos a la ambulancia. Los sanitarios no sabían por dónde acceder porque la salida de emergencia que daba al patio estaba bloqueada por una caracola", explica Abraham Frazeli, estudiante de Química Industrial. Otra caseta prefabricada está situada encima de una alcantarilla. En una ocasión, ésta se obstruyó, según explica Frazeli, y, otra alcantarilla, que no pudo absorberlo todo, expulsó al patio las aguas fecales.

El espacio en esta escuela está tan cotizado que hay despachos de profesores en el hall del salón de actos y microondas instalados junto a las fotocopiadoras. "Hay despachos con hasta cinco profesores y casos en el que el profesor tiene sus tutorías en una sala de espera", señala Jesús Gallardo. Lo más llamativo ocurre en el vestuario del personal de administración y servicio, convertido en la zona de trabajo del centro de cálculo. Aquí, las torres de ordenador comparten espacio con un termo eléctrico, dos lavabos y un váter precintado para impedir la fuga de olores.

Al problema de "hacinamiento" se une la incapacidad para investigar: "Tenemos un problema de inexistencia de laboratorio de investigación y talleres", denuncia el director de la Escuela de la Politécnica Superior.

"Un edificio antiguo genera muchos gastos, y en vez de invertir nuestro presupuesto en mejoras y nuevos equipamientos tenemos que dedicarlo a solucionar los problemas de espacio, construyendo despachos en el hall del salón de acto", señala la administradora del centro, Mercedes González. El presupuesto de la Politécnica para 2016 es de 114.405 euros, más las ayudas para los laboratorios, que rondan los 30.000 euros. En seis años, este presupuesto ha disminuido un 46%, según datos facilitados por la Escuela. "A la hora de repartir el dinero, el Rectorado no tiene en cuenta las necesidades de cada centro, sólo el número de alumnos y de profesores", indica Jesús Gallardo.

"Yo no me quejo del profesorado ni del personal de servicio. Su labor es excepcional, hacen auténtica ingeniería para resolver los problemas de espacio", señala Gallardo. "Nosotros al final nos vamos y ellos se quedan años tras años con los mismos problemas".

En el caso de la Escuela Técnica Superior de Agronómica, al problema de espacio se suma su ubicación. Cuando su director, José Manuel Quintero, se reunió durante la campaña electoral con los candidatos a rector de la Universidad de Sevilla para exponerles la situación del centro, uno le cambió el nombre y el otro creía que pertenecía a la Universidad Pablo de Olavide. "Agronómicas es la gran desconocida", subraya Quintero.

El edificio se construyó en los años 60 y pertenecía a la antigua Universidad Laboral de Sevilla. Tras su cierre, en 1989 la Escuela formó parte de la Universidad de Sevilla. Estos terreros pasaron más tarde a la Universidad Pablo de Olavide, dando a la Hispalense un plazo de 15 años para reubicar la Escuela de Agronómica. El plazo ya se ha cumplido y el futuro sigue siendo incierto.

"Aquí estamos en casa ajena, estamos de prestado", señala Quintero, un comentario muy repetido entre el alumnado, que no siente el edificio como propio. Además, "tenemos un grave problema de falta de espacio para avanzar como centro y en el campo de la investigación", comenta. "Me han venido profesores con fondos para un proyecto y les he tenido que decir que no porque no hay sitio".

La formación que aquí se imparte implica la necesidad de grandes terrenos para su cultivo. De las siete hectáreas actuales, tres son zonas con invernaderos y árboles frutales. "Necesitamos duplicar el edificio y llegar hasta las 10 ó 12 hectáreas para poder incrementar y mejorar la labor docente e investigadora", apunta el director. "No podemos irnos a cualquier sitio, necesitamos campo".

La Universidad de Sevilla llegó en 2005 a un principio de acuerdo con el Ayuntamiento de Dos Hermanas para el traslado de la Escuela de Agronómicas a la zona de Entrenúcleos. Según explica Quintero, todo estaba cerrado, había un proyecto firme con un coste de unos 22 millones de euros, pero en el último momento, en 2008, cuando se iba a firmar el acuerdo no se hizo por discrepancias entre las partes.

En este centro carecen de comedor y cafetería, sólo cuenta con algunas máquinas expendedoras; hay despachos con hasta once profesores; aulas separadas por mamparas; cultivos junto a la zona de aparcamiento; árboles frutales plantados en macetas ante la falta de terreno; habitaciones con techos tan bajos que pueden resultan claustrofóbicas; una biblioteca sin ascensor que más parece un búnker de hormigón; y una sala de estudio situada en un sótano a la que los alumnos llaman "la nevera". El único ascensor que existe se puso en 2008 y no tiene acceso a todas las plantas; en medio del pasillo se ha construido una caseta donde se guardan las muestran que requieren una refrigeración; y los alumnos calientan su comida en unos microondas instalados en unas antiguas duchas, junto a los cuarto de baños.

"Somos gente de campo, trabajamos con frío, calor y lluvia. Estamos acostumbrados a trabajar en condiciones extremas y quizás por eso no hemos hecho tanto ruido como los alumnos de la Politécnica", explica Rocío Vallejo, delegada de Alumnos. "Hemos tirado la toalla. Nos han prometido tantas veces una solución que ya no nos creemos nada, lo hemos dado por perdido".

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