El Islam no es sólo música y gastronomía

Calle Rioja

Síntesis. Invitado por Josep Borrell, ministro de Asuntos Exteriores, el profesor de Estudios Árabes González Ferrín abrió en la Casa Árabe un ciclo de diálogos sobre Sociedad Abiertas

Emilio González Ferrín,  junto a Josep Borrell en la Casa Árabe de Madrid el lunes.
Emilio González Ferrín, junto a Josep Borrell en la Casa Árabe de Madrid el lunes. / D.S.

SONÓ su teléfono. Era Josep Borrell. El ministro de Asuntos Exteriores había leído la reseña en la revista del cuerpo Diplomático que el embajador de España en Beirut hizo del libro Cuando fuimos árabes, que Emilio González Ferrín (Ciudad Real, 1965), profesor de Islamología y Estudios Árabes en la Universidad de Sevilla, había presentado en la capital de Líbano.

La reseña primero y el libro después le plantearon al ministro una pregunta. “¿Hay un pilar árabe en la cultura europea?”. La respuesta la dio el propio González Ferrín el pasado lunes en la ponencia que presentó en la Casa Árabe del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Para preparar este encuentro, Borrell invitó al profesor de la Universidad sevillana a cenar en el Palacio de Viana con miembros de su gabinete. Entre el público que asistió a su intervención, embajadores de diferentes países árabes: Irak, Argelia, Qatar, Sudán, la Liga Árabe.

“Se está extendiendo en Europa un rechazo a la alteridad”, dice González Ferrín, que plantea la disyuntiva entre mantener la tradición de las sociedades abiertas o dar paso a la radicalidad. “Cuando hablamos del judaísmo, del Renacimiento o de los griegos, lo hacemos con un criterio intelectual. Sin embargo, el Islam parece que sólo es gastronomía, música y sobre todo emigración. En el Islam convivían diferentes tipos de religiones, por eso hay que estudiarlo como una cultura, no como una religión”.

A Borrell le atrajo mucho el concepto de que la configuración de la cultura europea “tal y como la conocemos, fue posible gracias a un espíritu de síntesis civilizadora que, por otra parte, siempre ha acompañado a las culturas emergentes”.

Una palabra clave de este planteamiento es el Renacimiento, que las enseñanzas canónicas situaban en el paseo de Garcilaso y Boscán por el Generalife. “El Renacimiento entendido como superación de una pretendida Edad Media, una lectura de un tiempo áureo pasado, la Antigüedad clásica, superando las brumas de esa oscura edad intermedia”.

Si se profundiza en las fuentes culturales de Europa, en el viaje de González Ferrín, se encuentra una Edad Media “menos transitoria y oscura”, con la presencia de Al-Andalus y lo que el historiador Charles H. Haskins detectó como “un primer Renacimiento en el siglo XII”. Un siglo más que aquel siglo XI que en primera persona diagnosticó el arabista Emilio García Gómez.

En la Casa Árabe, entre el público, estaba el ex diputado Diego López Garrido, que fue secretario de Estado para la Unión Europea. Borrell recordó que ambos trabajaron en los preparativos de una Constitución Europea “en la que se habla de las raíces judías y cristianas de la Unión Europea, pero no se mencionan las raíces árabes”, dice González Ferrín. La valoración de ese legado y su transmisión al resto de Europa “sitúa a España y su patrimonio cultural en una privilegiada encrucijada de conexiones entre lo mediterráneo, lo europeo y su transmisión al otro lado del Atlántico”.

El profesor, que llegó a Sevilla para trabajar en el pabellón de Arabia Saudí de la Expo, dice que es un error confundir “el Islam del pasado con el Islam actual, enfermo de radicalidad”. Y sólo ve futuro en las sociedades abiertas. “Lo que no sea sumar lleva a la radicalidad, por eso sólo prosperan las civilizaciones que suman, desde Alejandro Magno hasta la isla de Ellis”.

Por la Casa Árabe, con el acicate intelectual del estudio de González Ferrín, irán pasando otros modelos de sociedades abiertas, otras civilizaciones impregnadas por la cultura árabe, desde el imperio autrohúngaro al otomano. Y los movimientos migratorios, con los que Europa se juega “su futuro y el de las generaciones venideras”, dice González Ferrín.

Cogió el AVE en Sevilla para sentarse con el ministro Borrell en la Casa Árabe. Fue la víspera de una apretada agenda del ministro de Asuntos Exteriores, que pudo predicar con el ejemplo ante las diferentes visitas que ayer tuvo en el Palacio de Viana.

Por la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores pasaron ayer el ministro de Asuntos Exteriores de Túnez, Khemaies Jhinaoui;el secretario general de la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura), Mariano Jabonero;la directora general de la Unesco, la francesa Audrey Azoulay; y el comisionado general de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina. La directora general de la Unesco visitó el conjunto cordobés de Medina Azahara y, en la línea del libro Cuando fuimos árabes, señaló que “el patrimonio islámico es una baza contra los extremismos”. Después de tanta visita, Borrell fue preguntado por los periodistas por lo doméstico de dentro y lo doméstico de fuera, los dos separatismos, el Brexit y el procès. El ministro, en sus adentros, pasaría de las páginas de Cuando fuimos árabes a Cuando somos españoles.

En tiempos de cerrazón, este arabista culipardo (gentilicio de los nacidos en Ciudad Real, que vería desde el AVE) abrió el primero de los coloquios sobre sociedades abiertas. En años de muros. “Mis colegas, sobre todo los norteamericanos, empiezan a interpretar la palabra convivencia como vecindad pacífica”.

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