calle rioja

Kempes y Keagan firman la tregua de las Malvinas

  • Barriada. Ha muerto Guillermo el Negro, el mejor amigo de Rafael Gordillo, al que llevaba en bicicleta a los entrenamientos del Betis y compañero en el Hispania, equipo del Polígono

Guillermo el Negro, a la derecha de la foto, fue el amigo más querido de Gordillo

Guillermo el Negro, a la derecha de la foto, fue el amigo más querido de Gordillo

Un buscavidas. Guillermo de la Rosa Osuna había sido escayolista, soldador, fresador, yesero, sillero en la Campana. Su último trabajo fue vendedor de baratijas en El Jueves, cerca de la plaza de Montesión, frente al Vizcaíno. En invierno, siempre lucía un gorro que le había traído su amigo Rafael Gordillo de un partido que había jugado en Rusia. Sería después de la famosa encerrona de Tiflis de marzo de 1978, porque entonces ese gorro debería estar en el Museo de Artes y Costumbres Populares.

Gordillo me lo dijo con la voz entrecortada. "Guillermo ha sido siempre mi mejor amigo". El colega que nunca le falló. Una página de la intrahistoria de Gordillo se va con la muerte de Guillermo el Negro, como le decían desde muy joven; un vecino le puso Legrá por su afición al boxeo.

Nació en el Charco de la Pava y en 1965, un año antes que Gordillo, tres después de la riada del Tamarguillo y la Operación Clavel, llega al Polígono de San Pablo. Todos los martes quedaba con el futbolista para que me contara cosas de su vida. Un martes fui con Guillermo y Gordillo hizo novillos. Es con diferencia el mejor capítulo del libro, estaba con el doctor Marañón hablando del conde-duque de Olivares, con Gore Vidal hablando de Lincoln.

Mucho antes de que Gordillo disputara 75 partidos con España, Guillermo y él jugaron juntos en el Hispania, un equipo del Polígono. El Negro era el delantero centro y Gordillo empezó de portero. Su amigo marcaba muchos goles y se adelantó a Hugo Sánchez en celebrarlos con una vuelta de campana.

Se conocieron en la Torreta del Polígono, donde iban a jugar a las cartas. Guillermo le enseñó algunos trucos. Decía del Canijo, sobrenombre de Gordillo, que era "muy golfo, pero un golfo bueno", en la línea de los de Los 400 golpes de Truffaut o Ladrón de bicicletas de Vittorio de Sica. La Sevilla de los sesenta era neorrealismo puro. Guillermo es fundamental en el devenir de Gordillo. Fue el primero que le habló de aquella chica de pantalones vaqueros y una pierna enyesada. Isabel, la internacional consorte, que hizo a Gordillo padre de sus cuatro hijos y cuñado de Kempes, alias del hermano de Isabel. Para rizar el rizo, en el Hispania jugaba un tal Agustín al que llamaban Keegan. Gordillo no fue al Mundial de Argentina, pero su cuñado sí. Figuradamente, claro. Kempes y Keegan en el barrio, la tregua de las Malvinas.

Los golfos del Polígono vendían pipas y chucherías en la entrada del campo del Sevilla. Se ponían en la entrada del Cinema Polígono San Pablo para ver si entraban en el cine. Si eran de chinos o pistoleros, mejor. Un compromiso balompédico le impidió a Gordillo ser el padrino de las gemelas de Guillermo, María de Gracia y María de los Ángeles, una bética, otra sevillista, nacidas el 25 de junio de 1981, justo cuatro años después de la primera Copa del Rey del Betis, la que no pudo jugar Gordillo por haberlo hecho con el filial. Guillermo estuvo en todos los grandes acontecimientos de su amigo. En la jura de bandera de Cerro Muriano, donde conoció al Burro, un soldado que trabajaba en cervezas Estrella del Sur y le enseñó a Gordillo a tocar la guitarra; estuvo con su amigo la noche mágica del 12-1 de España a Malta, con el gol anulado a Gordillo. Guillermo recuperando al antiguo delantero centro y celebrando la goleada con Sarabia y Santillana, que le hicieron cinco goles a Bonnello. En la Feria con Gordillo, Camacho y Juanito.

Fue en un autocar a Madrid con los Morancos y los Cantores de Híspalis para ver el debut de Gordillo con el Madrid en 1985. Y del Bernabéu, todos a la casa del Gordo en Majadahonda, pared con pared con la de Francisco Umbral. Mientras preparaba la biografía de Gordillo, leí Mortal y Rosa, la conmovedora introspección de Umbral. El recuerdo de Guillermo el Negro va paralelo a ese libro, a la foto de Atín Aya de la portada, a las gestiones de Gregorio Conejo para convencer a Gordillo y una cita de Diario de un cura rural de Bernanos con la que yo quería reivindicar el fútbol de barrio, el del Hispania y los superhéroes de la canción de Kiko Veneno, frente a la fiebre inminente de los galácticos: "… antes de que los ángeles pecaran".

Además de todo eso, Guillermo el Negro fue guardaespaldas de Gordillo y su chófer particular. Quien le enseñó a montar en bicicleta. La dos ruedas con la que hasta hace bien poco recorría la Alameda de Hércules llevando las cosas que vendería en el Jueves. Su familia venía de Carmona y además de las gemelas tiene un Guillermo al que le enseñó a valerse por sí mismo. La Norte está sin Sur en la ausencia de su voz y su afabilidad. Querido por todos.

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