Era la sonrisa de la parroquia. Así definen a Antonio Galvín Moya, el querido sacristán de la parroquia de Los Remedios que ha fallecido este viernes a los 80 años por un ictus. Galvín ejercía como sacristán de este templo desde el año 2006 y era muy querido por todos los feligreses, estando siempre disponible para lo que se le necesitara.

Sevillano de pura cepa, como lo define el párroco, Francisco Ortiz Gómez, Antonio Galvín era el alma de la parroquia, por lo que deja una huella indeleble en todos los que le conocieron y gozaron de su cariño y amistad: "Era una persona muy querida. Buena, servicial. Agradable. La sonrisa de la parroquia. Amable con todos. El primer voluntario para lo que se necesitara.

Joyero de profesión, Galvín encontró en los últimos años de su vida una auténtica familia en la parroquia de los Remedios. Los que le conocieron, destacan la guasa sevillana de la que hacía gala, un rasgo también heredado de Cádiz, de donde proviene su apellido paterno. Criado en el entorno de la Alameda de Hércules, hacía gala de una gran educación y formación obtenida en el colegio de San Francisco de Paula. Era un ferviente lector y admirador de Chaves Nogales y asiduo de las páginas de Diario de Sevilla, donde disfrutaba con la lectura de los grandes reportajes sobre Sevilla, su patrimonio y sus tradiciones.

Muy sevillista, muy taurino y amante de una buena comida, se reunía todos los segundos días de cada mes en torno a la mesa que disponía su peña El Gruño de la mano del reconocido chef Juan Martín. Su marcha deja un gran vacío en la parroquia a la que ha servido con tanta devoción y en sus amigos con los que se reunía cada día en el pasaje de la calle Cuna.

Antonio Galvín se ha marchado de manera inesperada a los 80 años. Pero su sonrisa y su amistad siempre quedará en todos los que le conocieron.

Su funeral se celebra este sábado, a las 14:00, en la parroquia de Los Remedios.