Muere a los 108 años la creadora de la saga empresarial de los Juliá
El día del Pilar de este año habría cumplido 109 años Hija única, matriarca de una numerosísima familia empresarial.
Con más de cien años, todavía llevaba las cuentas del Puesto de los Monos, con las fotos de sus bisnietas y su bisnieto Jacinto vestidos de primera comunión. Cien años sin soledad de Pilar García Alonso, una emperatriz de la restauración que ayer falleció con 108 años de edad.
Nació en Santiago de Compostela el día del Pilar de 1904. El año que se pone en marcha la Cruzcampo y corren ríos de cerveza por las páginas del Ulises de Joyce. La vida es un día largo, como el libro del irlandés. Una vida que en el caso de doña Pilar, presidenta de honor de la Asociación Empresarial de Hostelería de Sevilla y Provincia, era la de una mujer del norte, hija de leonés y gallega, predestinada al sur.
Hija única de Eduardo García Carro y de Antonia García Alonso, condición que paradójicamente sublimó convirtiéndose en matriarca de una familia numerosísima, que al tiempo de aquellas cien velas de hace ocho años contabilizaba 17 bisnietas. Amén de la familia incontable de unos negocios en los que siempre fue pionera.
El mostrador fue el escenario de su teatro de la vida. Llegó con 12 años a Sevilla, ciudad en la que su padre se hizo cargo en la Campana del Café de París, edificio construido por Aníbal González, para acabar con el monopolio que los italianos y los suizos tenían en los cafés. Con 16 años conoce a Eduardo Juliá de Mena, sevillano de San Bernardo, encargado del negocio paterno. La más que centenaria empresaria no había cumplido los 18 años cuando contrajo matrimonio con aquel encargado el 21 de enero de 1922.
Vivió en una casa de un arquitecto del 29 y en 1992 constituyó la Sociedad Juliá Catering, pionera en el servicio de comidas a domicilio. Era madre de cinco hijos: Cayetano, José María, Eduardo, Jorge y Rafael. Este último, el benjamín, fue futbolista del Betis y lleva las riendas del Puesto de los Monos, donde nunca abdicó esta emperatriz que administraba muy bien las cuentas y también los recuerdos de tiempos vividos, de "una Sevilla que era triste por fuera y alegre por dentro". Freud no le hubiera durado ni medio asalto.
En 1957 abrió la cafetería Juliá en el Puesto de los Monos, junto a algunos de los consulados de la Exposición de 1929. Su firma llevó lugares tan señeros como las casetas del Mercantil y el Labradores en la Feria o el Frontón Sierpes. La viuda del encargado de su padre abrió en 1975 una nueva cafetería en la avenida de la Borbolla cuya inauguración tuvo que retrasarse por coincidir con la muerte de Franco. El local estaba en un bloque de viviendas militares.
Figura clave en la creación de una empresa familiar, participó en la puesta en marcha de negocios como el Café de París, la terraza de la Cruz del Campo, el Bar Gibraltar -el actual Alfonso de la plaza de América-, la Hostería del Prado, la Cafetería Juliá o el restaurante Juliá-Los Monos.
Titulada en dirección de empresas turísticas, fue más partidaria de la contabilidad artesanal que de la informática. El Consejo de Ministros le concedió la medalla al Mérito en el Trabajo y es poseedora de galardones como el Tenedor de Oro del Sindicato de Hostelería. Se adelantó a muchas de las conquistas de la mujer sin alardear nunca de ello.
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