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obituario

Adiós a Nicolás Salas, periodista de raza y olfato

  • Dirigió ABC en la Transición y firmó en Diario de Sevilla (2000-2013)

  • Reivindicó a Queipo y pidió una calle para José Díaz

Nicolás Salas.

Nicolás Salas. / MJ López

Morir en Sevilla. Así tituló Nicolás Jesús Salas (Valencia, 1933-Sevilla 2018) el libro con el que en 1986 ganó el premio Ateneo de Novela. El título envuelve ahora la muerte de un periodista de raza que supo sobrevivir a los clichés, a los prejuicios, a sus muchos detractores, a su legión de admiradores, que no se sabe que es peor. Un periodista que lo siguió siendo, con la energía de un principiante, cuando dejó de ser director del ABC, en cuyo timón vivió los apasionantes años de la Transición de la que fue testigo excepcional y protagonista.

Nace en 1933, el año de Casas Viejas. Llega a Sevilla en 1934, el año de la Revolución de Octubre. Un año después, su equipo gana la Liga, aquel crepúsculo de los dioses verdiblancos antes de que los españoles se enfrentaran en una guerra civil que como diría muchos años después superó al propio Napoleón como episodio histórico más bibliografiado.

No llegó a conocer a su padre, notario y poeta valenciano de Requena; su madre, sevillana, decide volver a su tierra, un viraje fundamental. La pérdida de su marido la metabolizó regalándole a su hijo una ciudad de la que Nicolás se convertiría en cronista y también su más encendido defensor y crítico más despiadado. Sus adversarios no sabían a qué carta quedarse de quien defendía la labor social de Queipo de Llano, sobre quien escribió una densa biografía, y que propuso que el Ayuntamiento rotulara una calle con el nombre del comunista Pepe Díaz, el macareno que murió en Tiflis.

Muchos historiadores han seguido la estela del Moscú sevillano, pero Nicolás Salas fue el primero que acuñó esa metáfora política a partir de su tesis: "La República conservadora y liberal que sale el 14 de abril dura exactamente 24 horas en Sevilla. Al día siguiente se convierte en una República soviética".

Sus comienzos son del neorrealismo italiano. Un abogado, cliente del bar Rancho Verde que regentaban unos tíos de Nicolás en La Pañoleta, vio a un chaval de quince años jugando a los recortes de periódico. Le facilitó una cita con Celestino Fernández Ortiz, director entonces del diario Sevilla. Un amigo le prestó a Nicolás unos pantalones largos, el neorrealismo se hacía surrealista, y se fue andando a la cita porque no tenía los dos reales que costaba el tranvía. El joven andariego tendría como primera especialidad la de crítico de motor.

Encontró en Sevilla los personajes de su particular realismo mágico: Queipo, el cardenal Segura, Giménez Fernández, Aníbal González, Cruz Conde, Pepe Díaz, Saturnino Barneto. Otoños de patriarcas en la ciudad de las primaveras. Polemista nato, se ganaba la animadversión de los rancios cuando comparaba la etapa de Monteseirín con el legado de Olavide, cuando reivindicaba callejero y memoria para Miguel Primo de Rivera y Felipe González, en su opinión los que metieron a Sevilla en el siglo XX y el XXI, respectivamente.

Como en el tendido donde compartió una tarde de toros con el Nobel Mario Vargas Llosa, Nicolás Salas vivió en primer fila dos momentos decisivos en la historia de Sevilla y Andalucía. Nunca escribió de oídas. Como periodista formaba parte de la delegación que el 20 de diciembre de 1973 tenía una cita en Presidencia del Gobierno con Luis Carrero Blanco para desatascar el proyecto del canal Sevilla-Bonanza. El atentado mortal de la calle Claudio Coello frustró la reunión y devolvió el proyecto al almacén de las quimeras.

En los cuarenta años del 4 de diciembre de 1977, la Asociación de la Prensa de Sevilla montó una exposición con portadas de periódicos de ese día. En las de ABC aparece el nombre de su director, Nicolás Salas, que asumió el cargo el año que Suárez releva a Arias Navarro en la presidencia del Gobierno el año 1976 en el que salen a la calle El País y Diario 16. Quien mantuvo que Sevilla fue bastión del nacionalcatolicismo y el antifranquismo, fue pionero del andalucismo. Participó con Manuel Clavero en la fundación del Partido Social Liberal Andaluz. En 1977, el año que vuelven los exiliados y se legalizan los partidos, Clavero fue Gaspar y Salas Baltasar en la Cabalgata de los Reyes Magos, una terna que completaba el maestro Quiroga. Durante trece años, deleitó a los lectores de este periódico con sus entregas de Sevilla Ayer y Hoy y sus Episodios Sevillanos de Galdós castizo con alma de Azorín en los que contó la riada del Tamarguillo, hecatombe social y ecuador cronológico entre las Sevillas del 29 y el 92.

Casado con Antonia Pareja, su casa de Colina Blanca estuvo siempre abierta a los que quisieran consultar su impresionante archivo. Cinco hijos. Seis nietos. Más de cincuenta libros. Una calle con su nombre en Triana.

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