La última sastrería artesana de Sevilla, la del Maestro Fernando Rodríguez Ávila, puede ser visitada desde ayer en el Museo de Arte y Costumbres Populares de Sevilla. La muestra recrea el lugar en el que el Maestro sastre hizo trajes a medida a varias generaciones con la maestría de sus agujas y su particular estilo, un sello por el que fue considerado uno de los treinta mejores alfayaques de España. 

La exposición ofrece un recorrido configurado a través del más de un millar de enseres, entre mobiliario, recortes de periódicos, fotografías, instrumentos, como tijeras, metros…  y prendas realizadas por él que han sido prestadas por sus hijos, Fernando y Ofelia Rodríguez Galisteo.

Fernando Rodríguez Ávila era la quinta generación de una saga de sastres que se inauguró en Avilés en 1864. Su padre emigró a Cuba para abrir un establecimiento y volvió en los años treinta a Sevilla, por lo que la Sastrería Ávila ha estado cerca de un siglo funcionando en la ciudad. Y en ella empezó a trabajar un joven llamado Fernando Rodríguez que tuvo como maestro a Antonio Burgos, padre del escritor, y el orgullo de hacer, en sus últimos años al frente de la sastrería, un traje al hijo de su querido maestro.

Un momento del recorrido por la exposición en el que han participado los hijos del sastre.

En la mañana de este viernes se ha celebrado un recorrido por la exposición, que ha contado con la asistencia de la directora general de Innovación Cultural y Museos, Pía Halcón. Los hijos del reconocido sastre han destacado que la muestra “recrea el espíritu de nuestro padre y su apuesta por la elegancia de lo artesanal”.

La muestra cuenta con algunos de los trajes a medida del maestro Rodríguez Ávila, que han recibido más 100 diplomas por parte de los distintos Gremios y Asociaciones Sartoriales de nivel local, nacional y mundial. Durante el ejercicio de su profesión, el maestro cortó más de 20.000 trajes hechos a medida, fue durante más de 25 años es el Maestro Sastre de la Universidad de Sevilla, el Maestro Sastre de la Real Maestranza de Caballería y de hermandades como La Soledad, El Silencio, Cristo de Burgos, Quinta Angustia y el Gran Poder.

En 2012 recibió la Medalla de Oro de la Ciudad de Sevilla por la unanimidad de todos los grupos políticos, en un reconocimiento en el que se destacó que sus cualidades humanas y personales superaban a las profesionales. Algo en lo que quizás influyó su probador, que para el maestro era como el confesionario, el lugar en el que sus clientes le mostraban sus almas a través de conversaciones en las que lo mismo tenía que ajustar una prenda a un rey que escuchar a un cliente.

En este lugar le explicaban desde cómo habían hecho el Puente del Cachorro, le describían una operación en la Maestranza para salvar la vida a un torero, o cómo un torero, con un traje hecho por el Maestro Rodríguez Ávila en las Américas, se había puesto a torear y ese traje de vestir, que no de luces, está hoy en el museo de aquella plaza de toros.

Ese espíritu está presente en la exposición que acaba de abrir sus puertas en el Museo de Arte y Costumbres Populares para recordar la importancia de este oficio artesanal y rendir homenaje a un Maestro que desapareció en 2019 pero ha dejado una huella tan profunda y un legado tan grande que merece ser recordado.