Noche andaluza de luna llena

Calle Rioja

Evocación. El grupo Alameda, liderado por el cantante Pepe Roca, cruzó el puente de Triana en un viaje musical que llenó de emoción la casa Salinas de Mateos Gago.

Pepe Roca y Toñi García, en la Alameda, el escenario que dio nombre al histórico grupo.
Pepe Roca y Toñi García, en la Alameda, el escenario que dio nombre al histórico grupo.
Francisco Correal

01 de diciembre 2014 - 05:03

LA Alameda se trasladó a los pies de la Giralda y de allí subió por Mateos Gago, rebasó la iglesia de Santa Cruz y se instaló en las inmediaciones de la calle Fabiola que muchos cocheros de caballos atribuyen a la española que fue reina de Bélgica (en esa calle está el consulado de ese país) cuando en realidad su nombre se debe al título de una novela escrita por un cardenal inglés nacido en la casa con más empaque de esa calle.

La Casa Salinas abrió sus puertas a un concierto de Alameda que hizo otro viaje además de esta vuelta por el mejor cahíz de la tierra, que diría Domínguez Ortiz; también cruzó el puente de Triana y se trajo la Triana de la calle Feria con ecos de Jesús de la Rosa. Fue una noche mágica en la que Pepe Roca invitó al escenario a Rafael Marinelli, apellido que es enseña del grupo; también a Pepe Barro, un cantante poco conocido que sustituyó al mismísimo Camilo Sesto en Jesucristo Superstar.

La lluvia se sumó a la fiesta. El patio de la casa Salinas podría pasar perfectamente por el de una casa de Fez o Marraquech. Sólo faltaban el Lebrijano y Juan Goytisolo. Estuvo la huella de Lola Flores con la versión que Pepe Roca cantó de Ay, pena, penita, pena, y la de Serrat con la Saeta, el poema de Antonio Machado, ese alegato contra la Semana Santa y el Jesús del madero que la tradición popular convirtió en marcha procesional.

Raimundo Palma, Diderot del rock, sevillano, enciclopedista de esta intrahistoria, no perdía detalle. Canciones que suenan a himnos, a los setenta y los ochenta, postrimerías de la utopía y los espejismos. Días de grupos de leyenda y cantautores en Sevilla. Una semana antes, Paco Ibáñez cantaba en el Maestranza y celebraba su cumpleaños (80) en La Carbonería. Un día después, Javier Krahe daba dos conciertos en Sevilla. El día del concierto de Alameda, el programa El Ojo Crítico de Radio Nacional de España ponía una canción de Señor Chinarro, juglar del Polígono San Pablo, en la que hablaba de Baudelaire y preguntaba a qué hora abría el Ikea.

El concierto de Alameda fue un baño de buenos recuerdos. Recibía Christian Salinas, uno de los pequeños de la saga. En la entrada, un cuadro de Manuel Salinas, el primogénito, pintor que vive precisamente en la Alameda. Pepe Roca presentó en sociedad a su hijo José Carlos Roca, violonchelista. En el público, Aurora mostraba a unos amigos la foto de su hijo José Carlos, tocayo del músico, un sevillano que trabaja de bombero en Indianópolis. Fuera de programa, uno de los temas lo cantó a dúo Roca con Manuel Lombo, socio de Música Emoción, la empresa que lleva a diferentes intérpretes a lugares con encanto.

Toñi García, compañera sentimental y artística de Pepe Roca, le acompañó en todos los temas, cantó alguno en solitario y tendió ese abrazo entre Jarcha, grupo al que se incorporó en 1976, y Alameda, cuya noche andaluza tuvo un epílogo de noche bilbaína. En el patio de butacas estaba Javier Ikaz, uno de los autores del libro Yo fui a EGB. Había firmado ejemplares en La Casa del libro con el otro autor, Jorge Díaz, que prefirió un concierto en el Fun Club. Estos dos bilbaínos (Javier es de Baracaldo) asociarían la casa-palacio con Julio y Patxi Salinas, los futbolistas de la cantera de Lezama. Alameda y Triana son grupos de años de la EGB, años en los que había educación, aunque fuera general y básica. El joven venía con un libro de Benjamín Prado que compró para agradecerle una buena crítica de Yo fui a EGB en un periódico de campanillas.

Al final escampó. Los artistas departieron con el público y en Mateos Gago la Giralda se mostraba majestuosa. Noche andaluza de luna llena.

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