El sueño dormido de la única revolución francesa
Metrópolis | Francos-Placentines
Urdimbre. Con un nuevo inquilino en el callejero, antes de que Francos empiece a llamarse Placentines guarda la presencia nominal de Peyré, la primera revolución comercial de Sevilla, que introdujo nuevas formas de vender y también de comprar
ESTA vez el pez chico se come al grande. Jesús Spínola se hizo en 1998 con las riendas de Cordonería Alba. Con una máquina “que puede tener ciento cincuenta años de historia” tira de una cuerda para hacer cordones. “Son para la Veracruz de Dos Hermanas. Yo hice los tres últimos del Gran Poder”. La Cordonería la abre en 1904 Francisco Alba Galán mediante un traspaso de dos mil pesetas. Jesús es ahijado de un hijo del fundador.
La cuerda de hacer cordones se extiende a lo largo de todo el edificio que ocupó Peyré, gigante dormido, tradición anestesiada. Fue la gran referencia comercial hasta la llegada de El Corte Inglés en 1968. El sueño de Augusto Peyré (1863-1960), un francés que con 16 años llegó a una finca de El Coronil y con el tiempo revolucionó la forma de vender y también la de comprar. “Mi primer traje de chaqueta me lo compré en Peyré”, dice Jesús Spínola. Peyré introdujo novedades como el precio fijo en tiempos de regateo y el sistema métrido decimal. Llegó a tener quinientos empleados, sin contar las costureras y sastres que trabajaban para la casa o la plantilla de 43 viajantes. “Tenía unos bancos donde las señoras se sentaban a esperar el género.Una cosa muy antigua y bonita que se perdió”.
De aquel medio millar de empleados, sólo quedan dos en Francos. Mantienen la denominación de origen en la tienda Los Caminos. Valeriano Berlanga, malagueño de Cañete la Real, llegó a Peyré en 1963, probó fortuna en Barcelona, se enamoró de una catalana, Mercedes Navarro. Dos hijos trabajan en la tienda, Carlos y Jordi, guiño a la cuna materna. El otro superviviente es Antonio Casado. Llegó de aprendiz con catorce años al negocio que fue Cambridge de tenderos.
Francos y Placentines se separan en la antigua Plaza del Silencio. Una calle atravesada por las dos únicas cuestas nominales de la ciudad: la Cuesta del Rosario, donde nace Francos, y la más oficiosa Cuesta del Bacalao, reconocida con la heráldica nórdica como tributo a José Baco Melero.
Una treintena de cofradías pasan por Francos y Placentines en Semana Santa. En Madrugada lo hacen la Macarena, el Silencio y los Gitanos. Para todas hay enseres en Casa Rodríguez, artículos religiosos desde 1913. Terciopelos y Tejidos para Túnicas, se lee en Casa Velasco.
El último tramo de Placentines se llama Calle Cardenal Carlos Amigo. Llegó a Sevilla desde la diócesis de Tánger el verano de 1982. El año que triunfaron los socialistas en las elecciones. El PSOE tenía la sede regional en la calle Placentines, justo encima de donde Juan Robles abrió uno de los once establecimientos de la zona. “Felipe y Guerra venían por aquí”. Comparte café con Francisca, su esposa, en uno de sus locales, justo al lado de Antigüedades, el bar de Argote de Molina donde Alberto Jiménez-Becerril y su esposa se tomaron con unos amigos la última copa de su vida. Nunca llegaron a la otra calle con nombre de primado, Cardenal Sanz y Forés, donde dormían sus tres hijos la noche que Eta asesinó a sus padres.
Juan se siente de pueblo, de Villalba del Alcor, aunque nació en la Puerta Osario. Viven en la casa que fue de Ramón Carande en la calle Álvarez Quintero. El historiador palentino que fue rector de la Universidad, renunció a ser ministro de la República y escrutó las finanzas de Carlos V, el rey que se casó en Sevilla y patrocinó la primera vuelta al mundo. Juan Robles recuerda la visita de Felipe y Leticia siendo príncipes. Francisca tomó las riendas de la cocina. “Les puse sopa de tomate y albóndigas con choco”. El nuevo titular del callejero fue un día al lar familiar. “Quería comer con nosotros y con los nietos”, dice Juan Robles. “A uno le preguntó si quería ser cura”. Se quedó con las ganas. Ya hay un nieto, hijo de la repostera Laura Robles, que es subdirector de un hotel en Milán y ha venido a Sevilla para los ensayos de costalero de San Esteban. Otro, hijo de Pedro, trabaja en el Meliá, mellizo de una nieta que estudia Diseño en Madrid.
Francos-Placentines es como un mapa de Europa a escala. “¿Es que hubo más de uno?”, le preguntó con sorna un día paseando Eduardo Galeano al ver el nombre de la calle a Jesús Quintero, el loco que montó una colina en la calle Conteros. Francos de las “franquezas” (la palabra es del libro de las calle de Sevilla de Félix González de León) que concedió San Fernando a sus moradores. Calle en la que “todas sus casas son tiendas de traficantes en géneros de modas” (el libro es de 1839). Esos francos no vienen de Francia, pero sí el Peyré cuyo apellido todavía se repite en el emporio que construyó, que fue fue un fallido centro comercial. Donde se juntan Francos y Placentines está el consulado de Holanda. Antes de llegar a Alemanes, un cartel en la farmacia explica el origen de Placentines, debido a una colonia de ciudadanos de la villa italiana de Piacenza a los que el rey Fernando III concedió por su contribución a la conquista de Sevilla “barrio e alhóndiga e horno e baño”.
La calle Cardenal Carlos Amigo está entre Alemanes, la patria de Ratzinger, y la estatua que Miñarro hizo de Juan Pablo II, el Papa a quien el pastor de Medina de Rioseco recibió en las dos visitas a Sevilla de 1982 y 1993, orto y ocaso de los socialistas. Placentines termina en Milagritos. Un auténtico milagro. El bar, que todas las noches ofrece espectáculos flamencos, lo abrió Javier García Valcárcel junto al hotel Eme. Junto a los precios de las tapas, hay una foto de Teresa de Calcuta. En Milagritos trabajan emigrantes a los que Javier y su esposa han recogido de los semáforos y les dan cobijo en una Casa de Acogida donde imparten cursillos de Cristiandad y financian con los ingresos del bar, paella del día a los pies de la Giralda. Su hija Julia Benedicta nació el mismo día que beatificaron a Teresa de Calcuta.
Calles donde siempre es Semana Santa. Como prueba, dos pregoneros. Antonio Moreno Andrade dio el de 1992, el último en el Lope de Vega, quince días antes de que se inaugurase la Expo. Camina por Francos a la toma de posesión del nuevo decano del Colegio de Abogados. Hay un Curro en la tienda de moda infantil Jardilín. “Fue un pregón contra la Expo. Se lo dediqué a los presos, el primer pregón donde se habló de la droga”. Al otro pregón nos lleva Fausto Velázquez. Ha cambiado las Fridas –la musa mexicana está en el Museo Vázquez Díaz de Nerva– por los toros. Una auténtica ganadería en su casa-estudio de San Isidoro esquina con Francos. El algabeño me guía calle arriba al taller de Francisco Carrera Iglesias (Paquili), con calle en el Cerro del Águila. Pide silencio. Va a empezar un programa de radio con cuatro mujeres. Una de ellas es Charo Padilla. La pregonera. En Placentines vivía Garmendia. No tenía más que cruzar la calle para retransmitir las procesiones por la radio de Quintero. “Buen provecho, está pasando la Cena”. Tiene una calle... en Sevilla Este.
Guantería Pino: de Málaga a Sevilla en el año 1938
Las calles Francos y Placentines son un continuo acarreo de maniquíes, cajas de bebidas y materiales para las diferentes tiendas. Francos empieza en La Despensa de Palacio, que pide currículum para candidatos a un puesto de trabajo. Centenaria es también la Joyería Reyes y cruzó el Rubicón de las bodas de diamante la Guantería Pino. Antonio del Pino Garrido era agente comercial y viajaba por toda España. En 1938 Málaga estaba en zona republicana y Sevilla en zona nacional. Guillermo del Pino, hijo del viajero, abrió la tienda en la segunda plaza. Ahora llevan el timón sus hijos, tercera generación. Un comercio de trato personal. De las manos del vendedor a las del cliente.
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