los invisibles

"En San José de Palmete la iglesia la teníamos en el comedor de mi casa"

  • Manuel Moreno Reina. En el barrio C del Polígono San Pablo es un vecino más, con las puertas de las iglesias abiertas. Se ordenó en el 68 y celebra en comunidad sus bodas de oro

Manuel Moreno, en su despacho parroquial, con algún recuerdo de sus viajes pastorales por Latinoamérica.

Manuel Moreno, en su despacho parroquial, con algún recuerdo de sus viajes pastorales por Latinoamérica. / juan carlos vázquez

Vive en Jerusalén, la calle del Polígono San Pablo. Manuel Moreno (Écija, 1943) hizo las Américas, pero sus misiones han estado en Su Eminencia, Palmete, Rochelambert y el Polígono. El próximo sábado celebra sus bodas de oro sacerdotales.

-Esta iglesia la terminan en el 92...

Somos los curas del Mayo francés y del Congreso Eucarístico Internacional, no nos privamos de nada"Entramos 115 en el Seminario, tantos que no cabíamos, nos ordenamos 25 y somos 11 en la diócesis"

-Esta parroquia está en lo que fueron las Casitas Bajas del Polígono San Pablo. Unas casas prefabricadas con una iglesia también prefabricada del año 64-65. El barrio C fue el último que se hizo. Desaparecieron las casitas y la iglesia y formaron una comunidad con el nombre primitivo, San Juan de Ribera.

-50 años. ¿Un cura del Mayo francés?

-Nos ordenamos en junio de 1968 y lo celebro en mayo. Asistimos al cambio social y cultural.

-¿El Concilio Vaticano II fue el Mayo francés de la Iglesia?

-Todo eso nos pilló a nosotros en el Seminario, con unos profesores que nos ayudaron a ver la realidad de otra manera, con los ojos de la injusticia y el sufrimiento y con la intención de mejorar el mundo y la vida de las personas. En la Juventud Obrera Católica encontré unos jóvenes con los ojos muy abiertos, con una conciencia crítica y una fe práctica.

-Y las nuevas tecnologías?

-Te dan la posibilidad de entrar en contacto, pero es una relación virtual. La verdadera relación requiere cercanía y mirar a los ojos.

-Entonces no había crisis de vocaciones.

-Entramos 115 en el Seminario y nos ordenamos 25, de los que 11 seguimos en la diócesis. Nos ordenamos el año del Congreso Eucarístico Internacional. Somos los curas del Congreso Eucarístico, no nos privamos de nada.

-¿Cómo surge su vocación?

-Yo quería ser cura desde los diez años, desde que iba con mi madre a las novenas. Mi padre no me dejaba, quería que estudiara, pero en tercero de bachiller me dio por imposible y con 12 años entré en el Seminario. Los tres primeros años, en Sanlúcar de Barrameda. Éramos tantos que no cabíamos y vinimos a Sevilla.

-¿Su primer destino?

-La Carretera de Su Eminencia. Se lo pedí al cardenal Bueno Monreal para vivir el sacerdocio en un ambiente obrero y popular. Allí estuve cinco años.

-¿Dónde fue después?

-San José de Palmete, un barrio pirata sin ninguna legalidad, sin iglesia. La iglesia era el comedor de mi casa. No tenían agua ni luz ni alcantarillado. Con la ayuda de la gente hicimos un local lo más parecido a una iglesia.

-¿El tránsito del nacionalcatolicismo a los curas obreros?

-Abanderado nunca he querido ser de nada, servidor lo he intentado. En Su Eminencia hicimos cosas con Comisiones Obreras de la construcción, en Palmete con el movimiento vecinal.

-Iba recorriendo la ciudad.

-En Rochelambert estuve diez años. Un barrio para los que habían subido de categoría social y gente que venía del extranjero. De allí me fui a Madrid, con un mandato de la Conferencia Episcopal como consiliario de la Juventud Obrera Católica. Viajé por Europa y Latinoamérica.

-¿Regía todavía la teología de la liberación?

-Eran los últimos coletazos de esa teología y de las grandes represiones de las dictaduras.

-¿Vivió la Expo?

-Me cogió fuera, no vine ni por curiosidad. Como otra gente, la percibí como un derroche, con el tiempo se han visto los beneficios y también el despilfarro.

-Lo saludan como un vecino más...

-Si algo fue Jesús fue un hombre cercano. Tenemos mayores que no pueden ir a los talleres de distrito ni al Centro de Día. Desayunan juntos, rezan, cantan, están desmadrados porque acaba el curso. Y el grupo de Cáritas, el corazón de la comunidad. Más que dinero, lo que hace falta es saber escuchar, respetar, saber ayudar pero sin herir. Si un sacerdote no está rozando el dolor de las personas difícilmente, no digo que sea imposible, puede dar testimonio.

-¿Su primera boda?

-Recuerdo mi primer bautismo.

-¿Conoce la Jerusalén real?

-La visité. Me tocó en una rifa como suscriptor de Vida Nueva. Una ciudad de paz donde siempre hay algún tiroteo.

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