Sobrevivir con la chatarra
Cada vez son más los sevillanos que se dedican a buscar metales en la basura para sobrevivir. Las empresas exigen que esta labor se acredite para evitar los robos y las actividades clandestinas.
"Trabajaba de albañil hasta que la construcción se vino abajo y tuve que rebuscar en los contenedores para asegurarle un ingreso a la familia". Quien esto explica es un sevillano que prefiere permanecer en el anonimato. Su caso es el de muchos vecinos de la capital andaluza y de los municipios de la provincia que se han visto abocados a subsistir con la chatarra, un trabajo que ya no es exclusivo de extranjeros e indigentes. El cambio de perfil ha ido parejo a una transformación en el sector del reciclaje de estos materiales, que se ha profesionalizado con los años. Esta modificación es la que persiguen muchos empresarios para todo el proceso, especialmente en la búsqueda del metal, de manera que dicha labor se convierta en una profesión acreditada.
Buscar chatarra ya no es sólo cosa de rumanos. Si hasta hace poco los inmigrantes procedentes de países del Este conformaban el colectivo más numeroso que se dedicaba a dicha labor, este perfil ha ido cambiando con la crisis, lo que ha supuesto que tomen protagonismo ciudadanos españoles que han perdido su empleo. Éste es el caso de una familia de cuatro miembros, todos en paro, que raro es el día que no acuden a los contenedores para encontrar metales que luego puedan vender a las empresas encargadas de su tratamiento. La ganancia que obtienen al día varía en función del tipo del metal encontrado y de la cantidad.
"Quien trabaja en esto puede llevarse una media de entre 10 y 15 euros al día", afirma Francisco Javier Piñero, propietario de la Chatarrería El Pino. Este empresario ha sido testigo del cambio en sus proveedores: "Todavía muchos rumanos me traen chatarra, pero cada vez son más padres de familia de Sevilla los que van por los contenedores buscándola". Si logran una buena cantidad, pueden ganar 25 euros en una jornada, aunque esta cifra resulta difícil debido a que aumenta por días el número de personas dedicadas a esta labor. Su chatarrería cumple un cuarto de siglo, y asegura que nunca antes había presenciado có mo hasta el taller traen material "universitarios, antiguos albañiles y personas que tenían una oficina y que lo han perdido todo".
Por tal motivo, considera que es una "barbaridad" que se multe a personas que busquen metales en los contenedores, "pues con esta actividad logran un mínimo sustento económico. Se trata de una labor social". Se refiere así a la nueva ordenanza de limpieza pública y residuos urbanos municipales aprobada por el Ayuntamiento hispalense, que prevé sanciones de hasta 750 euros para quien saque basura de los contenedores. Los últimos días el propio alcalde de la ciudad, Juan Ignacio Zoido, tras las múltiples críticas del Defensor del Pueblo Andaluz y ONG como Cruz Roja y Cáritas, explicó que estas multas se podrían sustituir por trabajos sociales.
En el Polígono El Pino se encuentra también la empresa Barreno Unión, que lleva funcionando 51 años. Al contrario del negocio anterior, aquí son los particulares los que traen directamente el material metálico que ya no usan. Pocas veces trabajan con buscadores. Su propietario, Rubén Barreno, confirma que el perfil de estas personas ha cambiado. "Antes se asociaba a la indigencia, ahora son ciudadanos de clase media que han perdido el trabajo". El hecho de que se haya convertido en un medio de vida para mucha gente es lo que ha motivado que la Asociación de Gestores de Residuos (Agresur) pida que se regule dicha actividad con autorizaciones expresas por parte de las empresas. En pocas palabras, que se acredite a quienes buscan chatarra en la basura (incluida las multas si no lo hacen correctamente), propuesta que no ha estado exenta de críticas, puesto que parte de la opinión pública considera que la petición supone reconocer la indigencia como forma de vida.
No lo entienden así empresarios como Rubén Barreno, quien opina que con este paso se acabaría con ciertas actividades delictivas que se "asocian" al sector. "La labor de quienes buscan chatarra se ha vinculado siempre con el robo del cobre, pero estamos en contra de estos actos, de ahí que pidamos su regulación". El material sustraído de forma ilegal es el que acaba en las chatarrerías no autorizadas, una competencia desleal con la que Agresur también quiere terminar a través del proyecto Recogesur Social, que cuenta con el respaldo del Gobierno y de la Junta, pero que ha tenido un frío acogimiento por parte del Ayuntamiento de Sevilla, según sus impulsores.
Actualmente existen tres mecanismos para comprobar si el material con el que se surten estos negocios es robado. Por un lado, la factura que constata que el metal ha sido comprado o donado. El tipo de material, pues hay ciertos ejemplares que sólo los puede traer personal autorizado (como el hierro de las alcantarillas) y un libro de entrega -que certifica la Policía Nacional- en el que constan las compras, la cantidad adquirida, el tipo de material y el vehículo en el que ha sido transportado. Las empresas autorizadas -en la capital, según Barreno, sólo hay una docena- han de cumplir con este requisito. Con la crisis, han aflorado muchos negocios clandestinos dedicados a tal labor, de ahí que muchas familias recojan material, incluso tóxico, en sus viviendas.
La chatarra que puede reciclarse está considerada como materia prima secundaria. Su transformación y posterior "recuperación" evita, según Agresur, que se agoten recursos naturales como, por ejemplo, una mina. Este material es muy diverso. "Engloba metales con mucho valor y otros desechables", añade Barreno.
El rey de los metales es el cobre. Por un kilo se paga una media de cuatro euros. Luego se encuentran el aluminio y el plomo, cuyo valor es de un euro por kilo. En el caso del acero, el precio oscila entre los 10 y 15 céntimos, según el propietario de Barreno Unión. El hecho de que el cobre sea el más valorado obedece a dos factores: su gran maleabilidad y a que países emergentes como China carezcan de él, por lo que necesitan comprarlo en el extranjero. Los precios los establece la Bolsa de Metales de Londres (una especie de Íbex), que fija el coste a nivel internacional.
La provincia de Sevilla ocupa un lugar importante en el mercado de la chatarra. En concreto, Alcalá de Guadaíra destaca como uno de los grandes polos de atracción del sector, ya que en este municipio tiene su sede Siderúrgica Sevillana, una de las principales empresas españolas en la producción de material metálico para la construcción. Para ello, se fundamenta en el reciclaje a través de productos de desecho. Su abastecimiento provoca que grandes cantidades de chatarra procedentes de provincias cercanas como Córdoba o algunas más lejanas como Almería lleguen hasta esta planta siderúrgica.
Lo cierto es que el sector, como explica Rubén Barreno, se ha profesionalizado con los años. "En poco se parece el procedimiento actual de la gestión de residuos metálicos al que llevaba a cabo mi abuelo, que fundó la empresa que ahora dirijo. Con el tiempo han llegado titulados a este sector y lo primero que se tiene en cuenta es el respeto al medio ambiente, algo que antes no se concebía", explica este empresario.
Un cambio que en las últimas décadas ha beneficiado a la fase final de la cadena de reciclaje. Pero en el punto de partida se produce ahora otro de distintas características y al que hay que prestar atención. La recogida de los metales la empiezan a protagonizar sevillanos que sólo perciben la ayuda social de 400 euros, como la familia referida antes.
El padre es quien se encarga todos los días de desplazarse con la furgoneta hacia los enclaves donde la gente abandona en grandes lotes aparatos que ya no le sirven. Suele buscarlos lejos de donde reside con su mujer e hijos para permanecer ajeno a la mirada de personas que lo conozcan. Admite sentir "vergüenza" por llegar a rebuscar en la basura, especialmente si antes se ha disfrutado de una economía "holgada".
Esta sensación, incluso, lo cohíbe para salir en una foto. Rehúye la camára. Con suerte, algunos días en un contenedor junto al centro comercial Alcampo, en la Avenida de la Paz, llega antes que los rumanos. Así se puede hacer con suficiente material por el que le pagarán una buena cantidad. Si todo marcha bien, en una semana llevará a casa más de 100 euros. En esto consiste sobrevivir con la chatarra.
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