La Noria

Teoría del coste cero

  • Proyectos municipales que supuestamente iban a autofinanciarse, como el edificio de Moneo, la Encarnación, el tranvía o la enajenación de las cocheras de Tussam en El Porvenir han terminado costando dinero a los sevillanos

NI el nuevo invento del gobierno municipal en el Prado de San Sebastián -resucitar el viejo edificio de Rafael Moneo para salvar a Tussam de la quiebra por la vía inmobiliaria, que casi siempre es la más rápida- nos saldrá gratis ni el tranvía del Casco Histórico nos ha costado nada barato. Son evidencias. Aunque parezca mentira, todavía hay quien cree las teorías oficiales de la Plaza Nueva sobre el coste cero que, aparentemente, iba a tener para las arcas municipales la realización de determinados grandes proyectos. Cuando en la Alcaldía recurren -como suelen hacer con tanta frecuencia- a la teoría del "no nos va a costar nada" para justificar ciertas iniciativas políticas, más vale ponerse a temblar. Sobre todo si uno es un humilde contribuyente. El resultado de tales promesas suele ser justo el inverso al que se declara. Lo que se presenta ante los sevillanos como proyectos milagro, con planes propios de autofinanciación, antes o después terminan convirtiéndose en problemas cuya solución recurrente está en las arcas públicas, tan socorridas.

el episodio del prado

La transformación del Prado -con la construcción del intercambiador de transporte previsto en el solar situado frente a la estación de autobuses, incluido el aparcamiento subterráneo que irá bajo dicho inmueble- va camino de convertirse en un ejemplo más de esta tendencia, más acusada cuanto más atrás se echa la vista sobre la gestión municipal. El gobierno local sostiene que su ejecución no implicará desembolso alguno. Y dice que, de paso, permitirá sanear las deterioradas cuentas de Tussam. Pero lo cierto es que la ciudad dejará de ganar el dinero previsto por el Plan General para la construcción del intercambiador de transporte -que nunca se diseñó para Tussam- y la salud financiera de la empresa de autobuses apenas si mejorará. Ya lo dicen los expertos: si tocas lo accesorio (una deuda coyuntural) sin entrar en lo esencial (los problemas de gestión de la empresa: las causas de dicho débito) no habrás resuelto absolutamente nada. En el culebrón del Prado, además, no hay que olvidar que todavía se le debe dinero al anterior adjudicatario -Dragados- y que se tuvo que pagar 175.000 euros por los trabajos realizados cuando Monteseirín decidió paralizar el proyecto que dejó contratado Soledad Becerril.

Junto al Prado, en cualquier caso, aparecen un sinfín de episodios con el mismo denominador: lo que aparentemente no iba a costar nada a los sevillanos, al final, sale por un ojo de la cara. ¿Quieren ejemplos? La Encarnación, sin ir más lejos. Tras parar el proyecto del antiguo mercado -lo que exigió el pago de una importante indemnización a la anterior empresa adjudicataria- el concurso de ideas del que salió el Metropol Parasol de Jürgen Mayer fue costeado por las arcas de la Gerencia de Urbanismo. Hasta ahí lógico. Hay que invertir dinero público para recuperar un espacio (entonces) también público. Colectivo. Tras caer en la cuenta de su enorme coste, el Ayuntamiento no tuvo otra que privatizar durante 40 años esta ágora -que será convertida en un centro comercial en el que regirá un programa de explotación que incluye utilizarla para lanzar productos publicitarios- y adjudicar la obra a la empresa Sacyr, que costea la construcción a cambio de un edificio municipal y de las galerías comerciales que irán junto al mercado. Como los números tampoco cuadraron así, Plaza Nueva decidió además aportar a fondo perdido 25 millones de euros para que los inversores privados pudieran obtener una rentabilidad del 8 por ciento. Magro negocio.

EL asunto COCHERAS

Con las cocheras de Tussam en El Porvenir ocurre otro tanto. La empresa intentó en su momento subastar estos terrenos para obtener -como ahora en el Prado- los fondos necesarios para no entrar en situación de quiebra. La fórmula: pisos de renta libre. Sobre la marcha, sin embargo, y por extraños motivos electorales, se cambió de enfoque. Tras declarar la operación de venta desierta, se reconvirtió para hacer VPO. Tal cambio de opinión implicó tener que indemnizar al adjudicatario que se presentó a la liza -36.000 euros- y cubrir el desfase entre lo que la empresa de autobuses esperaba ingresar -38 millones de euros- y lo que primero iba a poner Urbanismo (25 millones) y después puso Emvisesa (18 millones) para que la operación no resultara lesiva a los intereses de la empresa de autobuses. De nuevo, lo que iba a salirnos gratis fue financiado con patrimonio público.

Pero el ejemplo más sustancial de este vicio municipal, tan arraigado, es el tranvía. La Junta de Andalucía se comprometió en origen a construirlo y entregarlo llave en mano a la ciudad. Incluso estaba dispuesta a incorporarlo a la línea 1 del Metro para que su actividad fuera más rentable, al tiempo que eximía al Consistorio de mantenerlo. Monteseirín, sin embargo, se empeñó en licitarlo a través de Tussam. La oferta de la Junta -la totalidad del proyecto- quedó así en una subvención de 30 millones de euros. El resultado salta a la vista: el tranvía, con 1,4 kilómetros, ha costado más de 80 millones de euros, de los cuales la diferencia con la ayuda concedida saldrá de los presupuestos locales. Recurrencia, se llama esta figura. Y no es retórica, sino financiera.

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