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El Verbo que sigue sin nombre

  • Páginas del Sur edita un libro sobre el Cristo de la Vera-Cruz, la talla más antigua de la Semana Santa de Sevilla del que 500 años después sigue sin conocerse su autoría

De izquierda a derecha, Román Calvo, José Manuel Berjano (hermano mayor) y Fernando Gabardón.

De izquierda a derecha, Román Calvo, José Manuel Berjano (hermano mayor) y Fernando Gabardón. / D.S.

Es uno de los grandes misterios de esta ciudad. Muchos años de investigación no han permitido conocer la identidad del autor de la imagen del Cristo de la Vera-Cruz, la talla más antigua que procesiona por la Semana Santa de Sevilla. El hijo de Nuestra Señora de las Tristezas, la titular de una hermandad que fue fundada el 9 de mayo de 1448, es decir, casi medio siglo antes del descubrimiento de América. La hermandad sevillana de la Vera-Cruz es anterior a la ciudad mexicana de Veracruz.

Se desconoce la autoría del Cristo, pero todo lo demás está en un libro titulado El Cristo de la Vera-Cruz de Sevilla (Páginas del Sur). El sacristán de la capilla del Dulce Nombre de Jesús no dejaba de sacar ejemplares la tarde de su presentación. Pese a los rigores térmicos, se habían superado los 42 grados, no había un solo banco libre en la capilla.

Un libro muy singular por muchas cuestiones. En un elenco de nombres muy destacados de disciplinas como la Historia Medieval o la Historia del Arte, tres de los firmantes son hermanos de la Vera-Cruz: los historiadores Antonio Montero y Francisco Amores y José Javier Cuéllar, que firma el epílogo. El libro lleva una introducción del hermano mayor, José Manuel Berjano, y un prólogo que viene del norte a esta cofradía del sur, firmado por Jesús Sanz Montes, arzobispo de Oviedo y franciscano, orden vinculada a la historia de esta hermandad.

La Vera-Cruz hunde sus raíces en una hermosa tradición, el momento en el que santa Elena, madre del emperador Constantino, encontró el año 326 en Jerusalén el madero de la cruz en la que murió Jesucristo. La muerte más determinante en la historia de la humanidad.

“No es un libro de Semana Santa más”, dice Fernando Gabardón de la Banda, persona fundamental a la hora de buscar al cualificado equipo de colaboradores. Es de Semana Santa, obviamente, porque alude a una hermandad que celebra los 575 años de su fundación.

En la nómina de firmas hay cuatro catedráticos. “La esencia de una Universidad que ya no existe”. Gabardón fue alumno de José Sánchez Herrero, al que le habló del proyecto a orillas del Guadalquivir, y de Enrique Valdivieso, que le abrió “una mentalidad muy barroca, porque aunque se le asocia con el Barroco, en Historia Contemporánea es insuperable”. Los otros dos catedráticos son Andrés Luque Teruel y Teresa Laguna.

José María Miura estudia la importancia de la orden franciscana en la Andalucía bajomedieval; Clara Bejarano Pellicer se detiene en la música de la Vera-Cruz; Alicia Iglesias se centra en los pasos del Crucificado. José Luis Romero, académico en Málaga y en Antequera, ha estudiado imágenes del Cristo de la Vera-Cruz de Lebrija o de Alcalá la Real. Fue en este municipio de Jaén, patria chica de Martínez Montañés, donde lo conoció Gabardón.

“El Cristo de la Vera-Cruz de Sevilla se resiste a que descubramos su autor”, dice Romero, que en sus pesquisas científicas fue descartando distintas autorías: Mercadante de Bretaña, Pedro Millán, Roque Balduque, Jorge Fernández, Torrigiano… “Sigue siendo obra de un gran escultor, aún anónimo”.

El libro cuenta con las firmas de dos archiveros: Douglas G. Inglis, británico, es el responsable del Archivo de la Vera-Cruz, dividido en dos secciones: la Histórica (1505 a 1925, año en el que estuvo a punto de desaparecer la hermandad) y la Moderna (1942, año fundamental de su historia, hasta nuestros días). Aurora J. Ortega es archivera de la Magdalena y en la junta de gobierno de la Vera-Cruz de 1943 encontró un Antonio Illanes, un Soto Cartaya, un Aníbal González (descendiente: el arquitecto murió en 1929) y un Bidón.

El apellido Bidón es fundamental para alguno de los últimos episodios. Si en el pasado la ciudad mexicana de Veracruz estuvo unida con Manila por un histórico galeón, la capilla de la Vera-Cruz acogió a la comunidad filipina de Sevilla para rezar por los damnificados de una catástrofe natural. El mediador fue uno de los hermanos, José Ignacio Bidón Vigil de Quiñones, cónsul de ese país en Sevilla y nieto del doctor Rogelio Vigil de Quiñones, uno de los últimos de Filipinas del sitio de Baler en 1898.

La primera sede de la hermandad de la Vera-Cruz fue la casa grande del convento de San Francisco de Sevilla (de ahí el nombre de Casa Grande para referirse al Ayuntamiento). Lo recuerda una placa junto a la entidad bancaria del BBVA sita en un edificio que construyó en 1950 el arquitecto José Galnares Sagastizábal. Enrique Valdivieso, en su colaboración, hace un inventario del patrimonio pictórico de dicha capilla, objeto de numerosos expolios. La pintura más antigua que encontró fue un cuadro en el que aparecen los dos Juanes, el Evangelista y el Bautista, con el Salvador. Lo firma Francisco Pacheco en 1599, el año que nace Diego Velázquez, que con el tiempo se convertiría en su alumno y su yerno.

La fotografía de la portada es de Román Calvo Jambrina, fotógrafo y médico, “es mi cardiólogo de cabecera”, dice Gabardón. El doctor Calvo ha coordinado la parte gráfica. Se acercó como nadie al Verbo sin nombre (arte anónimo). “El Cristo tiene un lejos maravilloso y un cerca impresionante”. Le impactó ver la espalda del Nazareno. “Aquí he traído a niños sordociegos y es la forma que tienen de tocar a Dios”. Las ilustraciones son de Alejandro León.

El papa Francisco recibirá en persona un ejemplar de este libro. Se lo entregará su amigo Roberto Domínguez, un banquero argentino que ha sufragado los costes de la edición de este libro que salió de los talleres de Páginas del Sur. Alicia Tauil, su esposa, se prendó de esta hermandad y de su historia. Contagió a su marido, que cada primavera sale de nazareno con la Vera-Cruz. Roberto Domínguez era amigo de Bergoglio cuando éste era arzobispo de Buenos Aires. Un segundo nexo con Sevilla del pontífice después del Cristo de los Futbolistas que con la gubia de Luis Álvarez de la Plata viajó del Guadalquivir al Río de la Plata gracias a los sevillistas Scotta y Bertoni.

Un cofrade en la introducción, otro en el epílogo. Con José Javier Cuéllar coincidió Gabardón cuando uno estaba en el grupo joven de la Vera-Cruz y el otro en el de los Servitas. El coordinador de la obra fue compañero de estudios de Francisco Amores, otro de los hermanos firmantes. Gabardón lleva 23 años enseñando en San Pablo Ceu y el mismo número de años mostrando la Sevilla conventual. La hermandad de la Vera-Cruz es anterior a 1492 y en 1992 organizó el primer Congreso mundial de hermandades de la Vera-Cruz, la estela de la madre del emperador Constantino, el que hizo romana a la Iglesia apostólica.

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