"En el aeropuerto de La Habana me abrieron la maleta delante del nuncio"
Los invisibles
El sacerdote Benjamín García Soriano es predicador de la palabra y defensor del silencio. Este cura rural de Tocina fue párroco de los emigrantes en París y participa en un proyecto de cooperación con Honduras.
SE ordenó sacerdote hace 37 años, pero Benjamín García Soriano (Tocina, 1944) sólo ejerció de párroco cuatro meses, los que asistió pastoralmente a los emigrantes españoles que vivían en París. Entonces tenía sólo 26 años.
-De Tocina a París hay unos cuantos kilómetros...
-Yo era monaguillo en mi pueblo, fueron los claretianos a una misión en Los Rosales. Con 15 años me fui con ellos. Estudié Filosofía entre Loja y Jerez de los Caballeros y Teología en Salamanca.
-¿París bien vale una misa?
-La parroquia estaba en la rue de la Pompe, el distrito más chic de París. Estaba muy controlado. Cuando me destinaron a Córdoba, supe por un policía que vino desde Madrid para interrogarme que habían mandado informes míos desde París. Había mucha tensión entonces entre la Iglesia española y el régimen.
-¿Vivió las secuelas del mayo francés?
-Se notaba en la manera de vestir y de pensar de aquellos jóvenes. Una juventud muy diferente a la actual. A mí no me sorprendió mucho, de estudiante había estado en Londres fregando platos.
-¿Cómo era la pastoral del emigrante?
-A diferencia del exiliado, muy radicalizado políticamente, el emigrante era una persona sencilla. En la parroquia buscaba un refugio. Nosotros queríamos que se insertara, nuestra pastoral insistía que aprendieran francés, pero raramente lo conseguían. No queríamos que fuera un guetto sin que perdieran sus raíces. Iban allí solamente para hablar español con alguien. El desarraigo cultural del emigrante no es bueno. Vive en soledad y anonimato en una sociedad que le resulta extraña.
-¿Se acabó pronto París?
-Los claretianos me propusieron seguir, pero recibí una carta con mi nuevo destino en Córdoba. Me reclamaban para dedicarme a la meditación de la palabra, a la predicación. La diócesis estaba vacante, todavía no habían nombrado a Cirarda de obispo.
-¿Cuál era su cometido ?
-Recorrí casi toda Extremadura y parte de Murcia en las misiones populares. Yo me centré en los jóvenes. Cuando regresé de Francia, fuimos en autoestop desde París a Taizé, donde descubrí la respuesta de esa comunidad ecuménica. Llevo 37 veranos seguidos yendo a Taizé, y en casa siempre escucho la música que allí componen esos monjes.
-¿Qué pasos siguió a su regreso?
-En España conocí el zen y algo del PRH, Personalidad y Relaciones Humanas, que también me llevó de nuevo a Francia, porque su fundador, André Rochais, estaba en La Puye, cerca de Poitiers.
-¿Dónde ha predicado?
-Por toda España. Me hubiera gustado ser un cura de pueblo, pero mi vida ha sido estar con mi maleta de un sitio a otro. Di algunos cursos en Venezuela y en Guinea Ecuatorial después de la caída de Macías.
-¿Cómo descubre América?
-Primero, gracias al obispo de Camagüey, Adolfo Rodríguez. Fui tres años seguidos a Cuba. En el aeropuerto de La Habana me abrieron la maleta delante del nuncio. Fui controlado y no bien tratado. Pero la experiencia fue impresionante: trescientos jóvenes llegados en bicicleta atraídos por esta dimensión interior.
-En Sevilla hay muchas bicicletas, pero eso es impensable...
-Hoy por hoy es una utopía, sí.
-¿América le descubrió a usted?
-Sobre todo Honduras. Tenía el billete sacado cuando se produjo el devastador ciclón Mitch. El obispo Maradiaga, que luego fue cardenal y papable, me dijo que era imposible viajar. Lo conocí en una visita que hizo a la Expo. Después del Mitch pensamos en algún tipo de ayuda. En un curso que hicimos en Aracena, nos propusieron una guardería. En un año conseguimos el dinero. Así surgió el Proyecto Honduras y ya hay una guardería para más de ochenta niños hondureños.
-¿Y si sale Papa Maradiaga?
-Eso decían, que me habría ido a Roma. Los amigos no traicionan.
-Sería el segundo Papa hispanohablante después del Borgia...
-Es que en América Latina hay más cristianos que en Europa. Pero las cosas no salieron.
-Y ganó Alemania...
-Ratzinger, sí. Muy buen teólogo, eso sin duda. Hizo una crítica del mito de la razón y es la primera vez que un Papa cita a escritores marxistas en una encíclica.
-Vive muy cerca de la Casa de Pilatos. ¿Le atrae el personaje?
-El hombre quería salvar a Jesús. Le parecía excesiva la condena a muerte. Está presente el tema del poder. Le dicen a Pilatos: si sueltas a ése, no eres amigo del César.
-Hay más consultorios que confesionarios...
-Conozco a algún psiquiatra que ha puesto una consulta privada y le va muy bien.
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