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Sevilla

El amor a la Virgen de un gran escultor e imaginero

  • En recuerdo de Luis Álvarez Duarte

Luis Álvarez Duarte

Luis Álvarez Duarte / M. G. (Sevilla)

El día 3 de julio del año 2001, fuimos por primera vez a visualizar los trabajos que Luis Álvarez Duarte había comenzado a realizar, en el proceso de restauración de la Imagen. Nos invitó a que entráramos en una de las dependencias de su Estudio-Taller. Miré todos los rincones de aquél habitáculo, pero no adiviné dónde se encontraba nuestra Virgen. Luis nos indicó que fuéramos a una mesa alta, en cuyo centro se encontraba un objeto de unos 30 cm de altura, cubierto dulcemente por un paño de color beig repleto de encajes. Delante de él, posada en la mesa, había una rosa blanca que emitía un olor penetrante, fundido de forma mágica y misteriosa, con el del cedro proveniente de las maderas de las distintas imágenes y esculturas, que esperaban pacientes la sutil y certera caricia de la gubia del artista.

Retiró con esmerado mimo el paño, y nos topamos con la mirada serena y maternal de Nuestra Santísima Virgen del Mayor Dolor y Traspaso.

El impacto sentimental y emocional que me produjo ver la cara de la Dolorosa de mis devociones, la Madre del Señor del Gran Poder, desemsamblada de su tronco fue de gran intensidad, como también lo fue el comprobar la exquisita finura en el trato, del que fue uno de los mejores imagineros de su tiempo, con nuestra amada Titular.

Fui testigo casi a diario de como se extremaba, hasta el más mínimo detalle, en el cariño y el amor a la Santísima Virgen. Detalles como el de la rosa, fueron continuos a lo largo del mes que estuvo nuestra Virgen en su casa.

Y ahora, desde hace casi un año, Luis corta todas las mañanas una rosa blanca de uno de los divinos rosales del Paraíso, para colocarla con todo su amor, en las plantas celestiales de su Madre Santísima de Guadalupe.