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La lluvia regresa este fin de semana a Sevilla

"En el calabozo del Soria 9 aprendí a jugar al ajedrez y leí a García Márquez"

Los invisibles

Poeta, astrólogo y traductor. La mili de voluntario en el Soria 9 fue su trampolín para escapar de Sevilla con escalas en California, Alemania, Florencia y la Gran Vía madrileña.

José María López García, en la estación de Metro Sevilla de Madrid.

16 de enero 2010 - 05:03

NACIÓ en el Moscú sevillano y se casó con una rusa. En el calabozo del Soria 9 aprendió a jugar al ajedrez y descubrió a García Márquez. José María López García (Sevilla, 1951) vuelve a Sevilla a presentar su primera novela.

-Tenía 3 años en la nevada del 54. ¿La recuerda?

-Aquel año nevó, pero yo tengo un recuerdo mucho más vivo de la inundación del Tamarguillo.

-¿A qué se dedicaba su padre?

-Era carpintero. Tenía un taller en la calle Teodosio. Era de Jaén. Y mi madre, cordobesa de Lucena. María García, aunque en la calle Feria la conocían como María la del Balcón por los geranios.

-¿Cuándo se va de Sevilla?

-Cuando salgo del servicio militar. Me fui voluntario, porque mi padre tuvo la voluntad de llevarme. 22 meses que se me hicieron interminables. Soñaba con las guardias en el cuartel de San Fernando del Soria 9. No era muy apto para la vida militar. Me dieron un permiso de pernocta y volví un mes más tarde. Lo recuperé con un mes de calabozo, donde aprendí a jugar al ajedrez y leí por primera vez a García Márquez. Manuel Chaves era mi alférez. Compartí calabozo con Manuel Ramón Alarcón. Lo metieron porque en plena homilía se levantó y le dijo al capellán, un coronel sacerdote, que era un hipócrita.

-¿De la mili al mundo?

-Pasando por la Universidad. Estuve por libre en Filosofía y participé en los inicios del grupo Esperpento. Allí es donde estaban los Smash en lo de Antígona.

-La encarnaba Amparo Rubiales, que se casó con su compañero de calabozo Alarcón...

-Recuerdo a la Policía entrando a caballo en el patio de la Universidad.

-¿Cuándo se va definitivamente?

-Al terminar el servicio militar. Mi modus vivendi era el inglés, el alemán, el ruso, el italiano. Soy un poco políglota.

-¿Lo aprendió en el calabozo?

-No sé si está en los genes. Los jesuitas, con los que estuve interno siete años, me enseñaron inglés. Mayo del 68 fue una etapa muy viva, muy intensa. Yo tenía esta tendencia tan bohemia de ir detrás de una sueca, detrás de una inglesa, una bohemia que compartía con Silvio o Miguel Ángel Iglesias.

-Silvio se casó con una inglesa millonaria.

-Es correcto. Yo siempre me recuerdo con un libro debajo del brazo, fuera de León Felipe o de Rimbaud. Estaba hablando con una chica italiana y llevaba un libro de Leopardi o Quasimodo.

-Decide acabar con la guerra fría por su cuenta, se va a Estados Unidos y se casa con una rusa...

-Por partes. Me voy a California. Allí me acordaba mucho de Sevilla. No me acostumbraba a esos cadillacs, a esos coches que son como barcos. Echaba de menos el barrio de Santa Cruz, la plaza de doña Elvira, el ágora de mi vida.

-¿Dónde vivía?

-En Los Ángeles. Un día me encontré con Karl Malden y le pedí un autógrafo.

-¿Cuándo llega a Madrid?

-En 1983. Seguía con los idiomas. Estuve más de un año en Florencia y allí entré en contacto con astrólogos y todo tipo de videntes. He sido astrólogo la friolera de más de cuarenta años. Relaciones solares, relaciones lunares, tránsitos, comparación de cartas, lectura de manos, tarot. Ésa ha sido mi vida. La literatura, los aforismos, la astrología, el ajedrez. No cuentes conmigo para ver un partido del Atleti porque me aburro.

-¿Es más fácil leer las manos que las estrellas?

-Hay un código para estudiar la influencia que tienen los planetas en cada signo.

-¿Cómo ve el año 2010?

-Ahora está Plutón en Capricornio, lo que supone un desvelamiento de la verdad, que a la gente se le caiga el telón. Y en primavera se producirá la entrada de Urano en Aries, mezcla que conlleva momentos de confusión y origen de algo nuevo.

-¿Vivió la movida madrileña?

-Antes vivía en la Gran Vía. Pero ahora estoy en Rivas Vaciamadrid, un sitio más tranquilo, cada vez menos. En esta zona tuvo lugar en 1937 la batalla del Jarama, con la famosa Brigada Lincoln. Aquí sales a pasear y no es raro encontrar una tumba o una fosa.

-¿Ha pensado volver a Sevilla?

-Vuelvo en primavera. Me gusta más la Semana Santa que la Feria.

-¿De alguna cofradía?

-Mirábamos embelesados el terciopelo de los nazarenos como algo gigantesco e inaccesible.

-¿Y la rusa?

-Es de Ucrania, de Kiev. Se llama Tatiana Mijailova. No es que yo tenga nada en contra de las autóctonas. He tenidos historias, romances con sevillanas, pero a partir de ese momento me ha querido presentar a toda la familia. A mi futuro suegro, a mis futuros cuñados. Y a invitarlos a todos. En aquella época, ahora menos, las mujeres leían a Moravia y Camus.

-¿Cómo conoció a Tatiana?

-En la Gran Vía, que después supe que en la República se llamó Avenida de la Unión Soviética. Ella estaba en una tienda de ropa. Iba a probarse un sombrero. Le dije que no le estaba bien y cogió otro. Tenemos una hija, Sofía. Le dedico mi segunda novela, El conductor de nitroglicerina, ambientada en la batalla del Jarama, aunque no dejo el caserón de la calle Feria. Toda esa época de los cinco a los diez años fueron decisivos.

-¿Se reconoce en el tranvía, en el carril-bici?

-No es como el tranvía que conocí de niño, amarillo y con ruedas de cable. Lo de la bici es fabuloso. He tenido catorce bicicletas en Sevilla. Muchas las compraba en la tienda de Gómez del Moral que estaba al lado de Realito.

-En su novela alguien canta por Pepe Marchena...

-Me gustaban Chocolate, Marchena, Canalejas de Puerto Real. Camarón era un genio. Y Matilde Coral, amiga de mi madre.

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