La calle Francos se viste de faralaes

El Macero

Las tiendas de souvenirs ganan terreno en esta céntrica vía de la ciudad, referente en otra época del sector textil

Negocios como Velasco, Casa Rodríguez o Jardilín resisten a la vulgarización comercial

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A manojos. Las nuevas tiendas que se han hecho hueco en Francos van orientadas al mismo cliente: el turista que busca ‘souvenirs’ con la imagen más típica y tópica de la ciudad.
A manojos. Las nuevas tiendas que se han hecho hueco en Francos van orientadas al mismo cliente: el turista que busca ‘souvenirs’ con la imagen más típica y tópica de la ciudad. / M.G.
Diego J. Geniz

10 de marzo 2025 - 06:15

Han leído bien. Faralaes. Lo sé. Suena horrible. Más aún cuando se escribe sobre papel. Este término posee el mismo efecto chirriante que el de "las fiestas del Rocío" o de "las Candelarias". Por no hablar de "la noche del pescaíto", expresión en boca ya de la mayoría de los mortales para referirse al inicio de la Feria de Abril. Son términos que tuvieron un origen mesetario, más allá de Despeñaperros. Antes, incluso, de que la Alta Velocidad que nos trajo Felipe González en el 92 conectara en pocas horas la capital de España con la andaluza. Aunque en suelo sevillano la palabra "faralaes" cause cierto sarpullido, en buena parte de España se sigue empleando con total impunidad al hacer referencia al traje propio de esta ciudad cuando llega la semana de farolillos. Hasta en letras de canciones se ha colado.

Muchos de los turistas que colmatan hoteles y pisos buscan un ejemplar como souvenir de recuerdo. Vienen por su "traje de faralaes". O "faralaes", a secas. Y lo encuentran. Tanto que lo encuentran. De aquella manera y compostura, pero se van con el deseo cumplido. No sólo en forma textil, sino también en pequeñas reproducciones de los más diversos materiales. Oferta tienen más que amplia donde elegir. Los establecimientos dedicados a tal menester ya no se limitan al entorno más inmediato del tópico pack patrimonial (Catedral, Giralda y Alcázar). El perímetro se ha ampliado y alcanza calles donde hasta hace poco era inimaginable negocios de esta índole, debido a la tradición mantenida durante décadas en sus negocios.

Es lo que ocurre en Francos. A esta céntrica vía han llegado también las mujeres vestidas de faralaes. Pero no una ni dos. Sino a manojitos. Estanterías repletas de supuestas sevillanas revestidas de volantes, lunares y flor sobre la oreja. De diversos tamaños y formatos. Ideales para colocar en los tapetes que cubren los televisores vintage (auténticas reliquias de quienes nacimos en la Transición) o para hacerse hueco en los minimalistas muebles que venden las multinacionales del diseño doméstico (que por lo general incluyen un manual para el automontaje).

El triunfo de lo kitsch

Lo cierto es que en Francos han empezado a ganar terreno las tiendas orientadas a los visitantes de chancla (incluso en invierno) y mochila (o con maletas sobre ruedas). Venden todo tipo de merchandising, para que los clientes se entretengan durante largo tiempo en sus instalaciones. Una de ellas ocupa el amplio local donde se trasladó el Bazar Victoria cuando hubo de mudarse del establecimiento que ocupaba junto a la Antigua Audiencia (hoy Fundación Cajasol). Aquel cambio de ubicación resultó poco fructífero, por lo que el emblemático negocio tuvo que cerrar. No faltan en los nuevos inquilinos las postales con todo sus tópicos y una pared repleta de imanes, tantos como para cubrir centenares de frigoríficos. El triunfo de lo kitsch.

También se ha hecho hueco en esta calle un negocio de abanicos pintados que, al parecer, logran gran reclamo entre quienes visitan la ciudad. Como recuerdo y como instrumento de primera necesidad cuando llegan los meses de calor, antaño temporada baja para el turismo y ahora, altísima. Aquí la primera industria nunca descansa.

Francos experimenta una metamorfosis. Un cambio de piel, si nos ponemos cursis. La calle que sigue siendo baluarte de negocios tradicionales ha dado paso a otros que pueden encontrarse en cualquier ciudad del mundo. Lo que algunos llaman globalización. Y otros, despersonalización. Tós por igual, ya que estamos en cuaresma.

Cierres históricos

En una década, esta calle ha dicho adiós a establecimientos que forman parte de la historia del comercio sevillano. Uno de los cierres más sonados en la zona fue el de Macarro, referente de telas. Antes lo hizo Peyré, paraíso textil para muchos de los diseñadores y modistas actuales. Buena parte de estas instalaciones las ocupa hoy día un gimnasio de amplios (e indiscretos) ventanales. Uno de los profesionales que disfrutaba como un niño entrando en estas instalaciones con patio central era Antonio García, quien también tuvo tienda en Francos. Todo quedó en pretérito, como el de Canales, otro negocio de telas que pasó a la historia.

El sector textil ha ido desapareciendo de esta calle, que debe el nombre a que sus comerciantes estaban exentos de pagar impuestos, como compensación por los servicios prestados a Fernando III, rey santo (protagonista involuntario de recientes Plenos). Quedan como auténticas reliquias Almacenes Velasco, Casa Rodríguez, Cordonería Alba, Jardilín o Guantería Pino, entre otras firmas. Conforman la resistencia -como aquella aldea gala de Astérix y Obélix- a esa otra invasión que conquista las calles comerciales del centro sevillano. La vulgarización imparable. Que no falten los faralaes.

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