Sevilla

Las campanas clamaron en el silencio

El Señor del Gran Poder en andas en la Plaza de San Lorenzo

El Señor del Gran Poder en andas en la Plaza de San Lorenzo / Juan Carlos Muñoz (Sevilla)

Todas las miradas confluyeron en Él. En cuanto se asomó a la plaza, se hizo el silencio. La devoción pudo con el desbordado entusiasmo de los allí presentes. Todo se paralizó al instante. El Señor apareció por el dintel de la puerta de su Basílica y todo enmudeció a su paso.

Con señorial lentitud, el Señor fue caminando de forma majestuosa hasta la puerta de la Parroquia, y nadie se atrevió a expresar al exterior su emoción por verlo de nuevo en la calle, en su 400 aniversario. Avanzaba sin apenas notarse. Las palomas revoloteaban por el tejado de la Iglesia parroquial, sin que casi se oyeran sus leves y suaves aleteos. Nada ni nadie quería romper el halo de sobrenaturalidad que envolvía todo el incomparable y, en aquella tarde, celestial y divino lugar. Sólo lo hicieron las dieciséis campanadas de los relojes de los dos Templos que se enorgullecen de habitar en la inigualable plaza de San Lorenzo.

Primero fueron las ocho que provenían de la espadaña de la Basílica y segundos después, las ocho de las campanas de la torre de la Parroquia.

Nadie se atrevió a irrumpir ese silencio. Pero los badajos de las campanas horarias de las dos torres eclesiales no pudieron callarse.

En Betfagé, durante su triunfal entrada en Jerusalén, al ser reprendido por algunos fariseos de que se dejara aclamar por la multitud, Jesús les replicó: "Os digo que si éstos callan, las piedras clamarán". En la plaza de San Lorenzo, el Señor enmudeció a todos: el respeto, la devoción y la adoración se tiñeron de silencio y recogimiento, como así debe de ser. Fueron las campanas las que en esta ocasión clamaron a Dios en su Gran Poder.