Tan cerca de Dios, tan lejos de los Estados Unidos
Religiosas de México, Guatemala y Panamá acudieron a las bodas de plata de madre Eloísa, mexicana de Puebla y monja mercedaria, un adelanto del día de la Hispanidad
QUÉ mejor celebración del día de la Hispanidad. Compartiendo mesa con dos religiosas mexicanas, Getulia y Karina, dos guatemaltecas y una panameña. Con ellas, una monja madrileña, otra de Fuentes de Andalucía y jugando en casa una sevillana, del colegio de las mercedarias de San José que está junto a la plaza de las Mercedarias y el convento de las Salesas. Todas acudían a un momento muy especial. Las bodas de plata de madre Eloísa, mexicana de Puebla, que hace 25 años juró los votos en su país para seguir con su vocación al otro lado del Océano Atlántico.
Es la madre portera del colegio de las Mercedarias de la calle San Vicente. El sábado se celebró una misa para celebrar esta efeméride. La ofició el padre Óscar, un dominico leonés nacido en Mansilla de las Mulas, que lleva una década destinado en Sevilla en una trayectoria monacal que inició en Torrelavega. Para destacar el paso tan decisivo de la hermana Eloísa recordó unas palabras que se le quedaron grabadas de un viejo sacerdote que en tiempos fue capellán de la cárcel de Burgos. Alguien le preguntó en qué consistía su misión y la resumió en tres verbos: acoger, cuidad y acompañar.
Algunas de las religiosas que llegaron del continente americano apuntan en sus móviles el nombre del documental que dirigió López Linares, Hispanoamérica, canto de vida y esperanza, y que empezaba con la Virgen de Guadalupe. Una reivindicación del legado social y cultural de la misión evangelizadora. Si fuera una película esta aventura de la monja mexicana, haríamos un viaje en el tiempo desde El cautivo, la película de Alejandro Amenábar, hasta Los domingos, largometraje de Alauda Ruiz de Azua que ha conseguido el primer premio en el festival de Cine de San Sebastián. Porque el carisma de la orden mercedaria fundada en el siglo XIII por el catalán Pedro Nolasco fue liberar a los cautivos. Y uno de ellos fue Miguel de Cervantes cuando sufría cautiverio en Argel. La próxima semana se estrena Los domingos, una película sobre la joven que contra corriente elige para sí la vida de un convento.
El coro dirigido por la seño Mercedes suena como los ángeles. La seño Sonia hace el reportaje fotográfico de la memorable jornada. El fraile oficiante habla de este romance de valentía, usando una expresión taurina, que supone el paso de la vida religiosa. El matrimonio es un sacramento, pero sus contrayentes se han elegido, han hecho un ‘casting’ de amores. La religiosa o el religioso que decide profesar no elige a los que van a ser sus compañeras. “Pensaréis que la vida ha merecido la pena, yo lo diría de otra forma: ha merecido la alegría”.
Mercedarias de diferentes puntos de la geografía española se dieron cita en esta celebración seguida de un convite en el claustro del convento: de Lorca, de Ferrol, de Tres Cantos. El fin de fiesta sorprendió a todos los presentes. Las profesoras del colegio de las Mercedarias de San Vicente, las seños en el cordial apócope de su alumnado, contrataron a un cantante, Francisco Javier El Charro, que se pone habitualmente en las Setas. Con su sombrero mexicano y la orquesta de ‘botiquín’ entró en el claustro cantando las Mañanitas, esa banda sonora de la película Dos mulas y una mujer que protagonizaron Clint Eastwood y Shirley McLaine. La hermana Eloísa ya llevaba unas cuantas sesiones de enjugarse las lágrimas y esta vez le costó reprimir la emoción. La música la trasladaba al país en el que naciera en 1961. Vino al mundo en Puebla de los Ángeles, que ahora se llama Puebla de Zaragoza. No por la Virgen del Pilar, sino por el general Zaragoza, un militar mexicano que le plantó cara a las tropas de Napoleón en el sitio de Puebla, el más largo de la historia militar según cuenta el premio Cervantes Fernando del Paso en su novela Noticias del Imperio.
Hay una expresión que utiliza Carlos Fuentes en su novela Gringo Viejo, la historia del periodista Ambrose Bierce que se casó con una india chiricaua y se puso a las órdenes del ejército de Pancho Villa. Habla Fuentes de la maldición de México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos. La hermana Eloísa le ha dado la vuelta a este aserto: su aventura española la llevó muy cerca de Dios y bastante lejos de los Estados Unidos, aunque ambos países organizarán con Canadá el Mundial de Fútbol de 2026.
Dice Macarena, la psicóloga del colegio de la Merced, que desde que está madre Eloísa en la puerta, ni un solo niño entra en el colegio sin dar los buenos días ni mirar a los ojos a la que les abre la puerta de la nueva jornada. Y muchos se han familiarizado con la expresión que esta monja siempre tiene en sus labios: ahorita. Cuando vio al cantante, pidió permiso a la directora del colegio, la madre Rosario María, para subir a sus aposentos. El juglar entretuvo a la audiencia cantando Cielito lindo y cuando iban a empezar los compases de El Rey (“Una piedra en el camino…”), bajó la monja con su atuendo mexicano, sombrero charro incluido. Se recorrió todo el claustro bailando, sacando a algunos de los hombres, incluido Salvador Alegre, el médico de cabecera de la congregación religiosa.
Eloísa es pura bondad. Es la Madrecita, parafraseando la película El Padrecito de Cantinflas, el compatriota de la religiosa que fue Sancho Panza en el Quijote que interpretó Fernando Fernán-Gómez y Picaporte en La vuelta al mundo en ochenta días con David Niven como Phileas Fogg, amén de pregonero del Carnaval de Cádiz. Dos mexicanas, una panameña y dos guatemaltecas. Éstas conocen la labora que desde hace muchos años desarrolla en su país el médico sevillano Fernando de la Portilla con Eva, su esposa, llevados por la Madre Mari Luz. La mercedaria de San José, vecina de La Carbonería, no da crédito a que el Ayuntamiento de Sevilla les cobre por usar la plaza que lleva el nombre de las Mercedarias para la media hora del recreo escolar.
La monja madrileña y la de Fuentes de Andalucía, pueblo donde las monjas tenían un hogar para niñas de familias en desarraigo que cerró el Ayuntamiento, estaban destinadas en Lorca cuando se produjo el terremoto. Estas mujeres se crecen en las adversidades. Cogen el santoral y saben que no hay un santo que lo tuviera fácil: ni Pablo, ni Pedro, ni Agustín, ni Tomás, ni Ignacio de Loyola. Estas monjas siguen rescatando a los nuevos cautivos y son cautivadoras. Así fueron las mañanitas que cantaba el rey David en un sábado festivo de la calle San Vicente. Bodas de plata de una monja de la puerta con las ventanas abiertas al cielo.
También te puede interesar
Lo último
Contenido ofrecido por SO/Sotogrande Spa & Golf Resort
Contenido Patrocinado
Contenido ofrecido por Restalia