Homenaje al profesor Giménez Fernández

Su clase lo dejó, sus alumnos no

  • La promoción 64-69 de Derecho dedica sus bodas de oro a Giménez Fernández l Serrera y Borbolla evocaron al americanista y al político precursor de la democracia española

Borbolla y otros compañeros de promoción 1964-1969 de Derecho, en el Archivo de Indias.

Borbolla y otros compañeros de promoción 1964-1969 de Derecho, en el Archivo de Indias. / Salomón Cejudo

José Rodríguez de la Borbolla y Ramón María Serrera se conocen desde que con cinco años jugaban en la plaza del Museo e iban juntos al colegio de las Esclavas Concepcionistas. Como según Graham Greene “en el fondo de nosotros mismos siempre tenemos la misma edad”, cita aportada por Alfonso Castro, decano de la Facultad de Derecho, aquellos dos niños se reencontraron en la plaza del saber y de la gratitud.

En los 47 años que el profesor Serrera ha dedicado a enseñar Historia de América siempre tuvo presentes los trabajos de Manuel Giménez Fernández (1896-1968), el sevillano que fue concejal, diputado a Cortes y ministro de Agricultura de la República. En la vocación política de Borbolla fue determinante aquel “católico con conciencia social”. Medio siglo después de su muerte, su magisterio y su ejemplo llevaron a los que fueron sus alumnos a llamar Promoción Giménez Fernández a la que cursó Derecho entre 1964 y 1969. “Somos los del 47”, dice Benito Gálvez, uno de los condiscípulos.

La promoción dio hasta un cura. Antonio Gómez, alumno del catedrático de Derecho Canónico, ofició el responso en la Capilla de los Estudiantes, junto al Cristo de Juan de Mesa del que fue devoto. Javier Tusell y José Calvo titularon su libro Giménez Fernández: Precursor de la democracia española. No sólo fue maestro de esta promoción, sino padrino de la Transición.

Al homenaje se sumó Ana Delage, nieta del catedrático. “En la playa de Chipiona, mi abuelo paseaba con los nietos, rezábamos el rosario y nos enseñaba las constelaciones”. Su abuelo fue un político contra corriente. “Cuando presentó el proyecto de ley de Reforma Agraria, le daban la espalda en el Labradores y en el Casino de la calle Sierpes”.

Los terratenientes lo vetaron para que fuera diputado por Sevilla y tuvo que ocupar escaño por Badajoz y Segovia. El lugar elegido para el homenaje fue el Archivo de Indias, donde consta su expediente como investigador a partir del 10 de febrero de 1942. Catedrático de Derecho Canónico y de Instituciones Canónicas Indianas, se convirtió en el primer especialista en Bartolomé de las Casas, refutando las tesis de Bataillon o de Menéndez Pidal. Sus dos volúmenes sobre el dominico sevillano ocupan casi mil doscientas páginas.

Antonio Merchán, uno de los miembros de la promoción, regaló a sus compañeros ejemplares del libro La Facultad de Derecho durante la guerra civil. Giménez Fernández fue ministro de Agricultura entre octubre de 1934, el mes y el año de la Revolución de Asturias, y abril de 1935, los albores de la Liga que ganó el Betis.Borbolla reivindicó la figura del profesor “ahora que se están poniendo tantas cosas en cuestión en España”. Un político conservador que estuvo en el contubernio de Munich, que con 18 años se afilió a la Asociación Católica Nacional de Propagandistas y entre 1927 y 1931 intentó sin éxito formar con Gabriel Maura y Cambó un partido de centro constitucional. “Como ha dicho Leandro Álvarez Rey, el drama de la República fue no saber integrar a la derecha”.

El ex presidente de la Junta, el niño que jugaba en la plaza del Museo, buscó bibliografía en Luis Carandell, Indalecio Prieto y Winston Churchill para evocar la figura de un hombre de acción. En su encuentro con Manuel Azaña, “ese personaje tan admirado pormuchos al que yo no puedo ni ver”, su interlocutor lo despachó con una sarta de epítetos: “parece más guerrillero, despótico y fascista”. El espantajo de moda.Pilar de la Escosura, subdirectora del Archivo General de Indias, colocó un panel con publicaciones de Giménez Fernández relacionadas con el americanismo. Además de en Las Casas, fue un especialista en las bulas alejandrinas o los restos de Colón, tema sobre el que bromeó Serrera. “Más que un currículum vitae, Colón tuvo un currículum mortis”. Giménez Fernández negaba categóricamente que los restos del Almirante hubieran salido de Sevilla a Santo Domingo y La Habana. “Cuando regresaron de Cuba, los barcos le hicieron salvas de honor a una caja con dos canillas, polvo y una astilla”.

Al encuentro se sumaron cuatro de las ocho alumnas que terminaron la carrera: Fina Cotelo de Arce, Rosario Escalera, ambas funcionarias de la Junta, Mercedes Rodríguez-Piñero, hermana del catedrático que presidió el Tribunal Constitucional, y Socorro Anguita, que trabajó durante 42 años en el Gobierno Civil de Jaén. Recordaban con sus compañeros, sin rencor ninguno, una anécdota que hoy abriría todos los informativos. “En Derecho Canónico, cuando llegaba la parte del Matrimonio, decía don Manuel: mujeres fuera, todas aprobadas”. Lecciones magistrales sobre impedimentos dirimentes.

Son las quintas bodas de oro de Alfonso Castro, el decano, un signo de vitalidad que define como “la Facultad fuera de la Facultad”. Los alumnos de aquel profesor, de la mano del archivero Manuel Álvarez Casado, pisaron los pasillos por los que pasó el maestro. El ministro, el canonista, el americanista, el paleógrafo que cuando Franco venía de visita a Sevilla tenía la buena costumbre de quedarse en su casa.

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