Sociedad | De las colas del hambre a las colas del supermercado

Un día en el economato de la Fundación Casco Antiguo: "Tuve que dejar de pagar facturas, pero comer tenía que comer"

Panorámica del interior del economato donde unos compran y otros hacen colas para pagar.

Panorámica del interior del economato donde unos compran y otros hacen colas para pagar. / José Ángel García

Alicia tiene 63 años y está muy cerca de la jubilación. Sobrevive junto su hijo con un sueldo de 400 euros que recibe como camarera de hogar. Con él paga los gastos de una vivienda que adquirió en propiedad cuando "la vida era más barata", afirma. Desde el pasado septiembre acude un jueves de cada mes al Economato Social de la Fundación Benéfico-Asistencial Casco Antiguo en la calle Narciso Bonaplata para hacer la compra. Alicia es su nombre ficticio, pero su historia es muy real. 

"Estoy esperando a cumplir los 65 años para cobrar la jubilación, una cuantía algo más decente. Tengo conmigo en casa a mi hijo que está en el paro y a veces vienen mis nietos. No llegamos", cuenta a la carrera a la salida del local cargada de bolsas. "Compro lo básico pasta, arroz, aceite, carne, leche, algunas conservas... Todo muy básico, pero con lo que sé que comemos bien", apostilla.

Varias personas aguardan su turno en la puerta del local de la calle Narciso Bonaplata. Varias personas aguardan su turno en la puerta del local de la calle Narciso Bonaplata.

Varias personas aguardan su turno en la puerta del local de la calle Narciso Bonaplata. / José Ángel García

La cuesta de enero pesa. Son algo más de la siete de la tarde de un martes o jueves cualquier del primer mes del año. Son los días que esta disponible este economato. Lleva poco una media hora abierto y a sus puertas continúan las colas. Uno de los voluntarios da un ticket con un número a los que allí aguardan. Entran de siete en siete. Esperan que su número salga en el luminoso de la entrada, entregan su cartilla de beneficiario y, a partir de ahí, todo funciona como un supermercado al uso. Salvo en los precios. Aquí sólo se paga el 25% del costo final del producto, ya que el 75% restante lo abonan entre las 42 hermandades y dos instituciones de la ciudad que conforman el patronato de la Fundación. "Este método persigue que el beneficiario o familia, por un lado, no vea devaluada su autoestima y, por otra, aprecie o valore la ayuda y el trabajo que se realiza para cumplir los fines de esta fundación", explica su presidente, José Luis Caballero. 

E- presidente dela Fundación Benéfico-Asistencial, José Luis Caballero. E- presidente dela Fundación Benéfico-Asistencial, José Luis Caballero.

E- presidente dela Fundación Benéfico-Asistencial, José Luis Caballero. / José Ángel García

No hay perfil

En la cola se ven todo tipo de perfiles. Tres golpes son demasiado. La crisis económica de 2008, la pandemia de 2020 y la inflación de 2022 han supuesto un fuerte varapalo para quienes vivían en situación vulnerable o cerca de ella. "El perfil ha cambiado mucho desde que se puso en marcha este economato en el año 2000, al igual que ha evolucionado la sociedad sevillana, víctima de los vaivenes económicos, pandemias, crisis financieras e inmobiliarias, y un largo etcétera de circunstancias que nos han afectado en la mayoría de los casos para mal. Variando la situación económica de casi todas las familias, en paralelo y complementariamente, estos también han evolucionado, llegando a perfiles de la sociedad de clase media, que tienen dificultades para llegar al final del mes", explica Caballero.

Entre ellos, los hay que acuden en familia. Es el caso de José Antonio, también nombre ficticio. "Hoy no tenía con quien dejar a la niña y me la he traído", dice. La menor se esconde tímida detrás de él mientras aguardan su turno. Mientras esperan, el hombre explica que nunca ha vivido holgadamente. Trabajaba como albañil y, aunque reconoce que no tenía un gran sueldo, con eso y lo que sacaba su mujer limpiando casas se iban apañando, pero se quedó en paro hace un año. Lleva seis meses divorciado y, aunque ha encadenado varios trabajos temporales, actualmente no tiene empleo. "Encontré en la hermandad de mi barrio esta oportunidad", dice. Muestra su cartilla. Tiene asignados 20 euros.

"Es cantidad suficiente para comprar aquí. Yo me llevo lo imprescindible, sobre todo lo que necesita la niña cuando está conmigo, porque los mayores podemos aguantarnos si no hay de algo, pero ellos no, ellos no se merecen pasar por estas situaciones", recalca el hombre. "No tener para darle de comer a tus hijos es lo más triste del mundo", recalca.

Dos personas hacen su compra en el interior del economato. Dos personas hacen su compra en el interior del economato.

Dos personas hacen su compra en el interior del economato. / José Ángel García

En el interior del economato, los pequeños carteles blancos sobre el aceite, la carne, la leche o los pañales anuncian precios que en la mayoría de las ocasiones no llegan al euro o lo superan por pocos céntimos. Un grupo de media docena de personas de todas las edades controlan los accesos y reponen las estanterías. Entre ellos se encuentra Antonio. Hoy es voluntario, pero reconoce abiertamente que llegó a este economato hace nueve años como beneficiario. "Me quedé en el paro y no tenía absolutamente ningún tipo de ingresos. Desesperado acudí a la hermandad de mi barrio y me enteré de que tenían un programa por el que podía acceder a este economato y me han estado ayudando aquí durante mucho tiempo", explica. 

Su situación económica le llevó a renunciar a pagar facturas, pero comer tenía que comer. "Tuve que dejar de pagar algunas cosas, pero la comida era algo que tenía que hacer. Gracias a la ayuda que recibí aquí pude cubrir esa necesidad básica y empezar a salir adelante", dice y matiza: "estuve el tiempo que de verdad me hizo mucha falta". Ahora, acude cada martes y jueves, pero con una clara misión. "Ayudar al que ahora lo necesita como yo lo necesité yo antes", recalca. "Me gusta lo que se hace aquí, me parece una cosa muy positiva, de mucho valor, y yo quise aportar mi granito de arena", sostiene.

Los precios raramente supera el euro, como es el caso del aceite de oliva, que no llega a dos. Los precios raramente supera el euro, como es el caso del aceite de oliva, que no llega a dos.

Los precios raramente supera el euro, como es el caso del aceite de oliva, que no llega a dos. / José Ángel García

Los precios raramente supera el euro. Los precios raramente supera el euro.

Los precios raramente supera el euro. / José Ángel García

Aquí todo el mundo paga, más barato sí, pero no se entrega nada gratis. Pese a ello, estar en esta cola, es algo en lo que nadie quiere verse. Lo explica Antonio. "Al principio sientes vergüenza, te cuesta verte aquí porque sabes que es un recurso al que tienes que recurrir en una situación extrema. Te sientes un poco desplazado de la sociedad sólo por el hecho de no ir a comprar donde lo hace todo el mundo o donde lo hacías antes, pero luego ya lo vas superando y ves que no es para tanto. Es un supermercado en el que haces tu compra, pero ésta está subvencionada y pagas menos que en otros establecimientos. Hoy me hace falta a mí y mañana le puede hacer falta a otro", afirma. 

Más de 600 beneficiarios al mes

Como ellos, cada año pasan por estas instalaciones en torno a 6.000 familias. En concreto, en 2022, fueron 6.758, lo que arroja unos 615 beneficiarios de media al mes. Además, desde este economato se atiende mensualmente a 15 conventos y seis instituciones religiosas. 

El método de esta asistencia consiste en que, previo estudio de las circunstancias personales documentadas por medio de un carné, cada Hermandad envía a las personas que requieren ayuda alimentaria a las distintas familias acogidas.

El uso de esa especie de tarjetas solidarias que entregan las hermandades a sus beneficiarios permiten a las familias elegir los alimentos que quieren: "No es como en un comedor, que tiene un menú cerrado, o una bolsa de comida, que suele contener siempre lo mismo: arroz, pasta, legumbres", dice José Luis Caballero. Con este formato, tienen acceso a productos que ellos mismos pueden elegir, mejorando así no solo la calidad de su alimentación, sino su autonomía y autoestima.

Los alimentos se obtienen mediante compras a grandes superficies o proveedores como haría cualquier otro establecimiento. "Intentamos con algunas marcas firmar convenios de colaboración y algunas nos donan productos, pero para nosotros es más importantes que nos bajen el precio porque eso repercute luego en el que los beneficiarios lo podrán comprar más barato. Aún así, si nos regalan algo, nosotros también lo regalamos", indica Caballero. El día de la visita de este periódico es un ejemplo. Nadie sale de local sin su bote de garbanzos con espinacas.

Otro detalle que resalta el presidente de la Fundación es que, en su labor benéfica, no se entiende ni de razas, ni de religiones, ni de culturas. "Aquí se ayuda a todo el mundo que lo necesita" dice. "Las distintas diputaciones de caridad de cada hermandad, e instituciones que componen el patronato de esta Fundación, conscientes de la realidad imperante en nuestra ciudad y pese a pertenecer a la Iglesia Católica, no tienen en cuenta ni la creencia religiosa, ni el color de piel, ni su origen a la hora de asignar una ayuda a un beneficiario. Nos motiva ayudar y contribuir con nuestro granito de arena para hacer la vida más fácil a aquellos que nos lo piden o reclaman", apostilla. Esto implica que la oferta se intente adaptar a las necesidades de cada uno. "Tenemos en cuenta las culturas de nuestros beneficiarios porque hay muchos inmigrantes e intentamos llegar a todo", afirma.

No menos importante es que puedan decidir sobre sus útiles de aseo. "Escoger el champú o la pasta de dientes es algo muy personal. Poder elegir parece una tontería, pero, en realidad, ayuda mucho a las personas. Al final, hay mucha caridad en los pequeños detalles", apunta uno de los voluntarios.

Los voluntarios

Y es que, este centro funciona exclusivamente con voluntarios. "Todo, desde la administración del economato y de la propia fundación, asesoría jurídica, gerencia, llevanza de las compras con los distintos proveedores, coordinación de voluntarios y los propios servicios del economato, están prestados por personal voluntario de las distintas hermandades que participan en las diferentes áreas de nuestra obra social. Estas áreas incluyen las del almacén, carga y descarga, reposición, cajas, mantenimiento, limpieza, recepción de beneficiarios", explica Caballero. En total, el economato funciona a través de la voluntariedad de 122 personas desarrollan una media de 5.942 horas durante once meses (el local cierra en agosto).

Caballero pone el énfasis en lo importante que es la labor de este economato en la sociedad sevillana con números. El funcionamiento económico del de la fundación está dividido en dos grandes parcelas, el funcionamiento del economato y el funcionamiento de la fundación. Esto arroja unos ingresos totales de 506.170,88 euros, de los cuales 391.478,16 los aportan las 42 hermandades y las 2 instituciones y 114.692,72 euros lo ponen los beneficiarios con sus compras, frente a unos gastos totales de 505.415,69 euros. "Son números demoledores y me atrevo a decir que si tuviéramos dos millones de euros de presupuesto, dos millones que nos podríamos gastar tranquilamente. Esto hace probablemente que sea la acción social más grande y de más envergadura que se hace conjuntamente desde el mundo de las hermandades en esta ciudad", concluye.

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