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José María García Blanco

“Que lo fusilen a uno no es mérito para que le den el Nobel de Literatura”

  • Cambió la Historia del Arte por la enseñanza de la Lengua. En el Bloomsday, cree que Sevilla debería hacer con ‘Ocnos’ lo que Dublín hace con el ‘Ulises’

José María García Blanco , en la terraza de la Casa de la Provincia.

José María García Blanco , en la terraza de la Casa de la Provincia. / José Ángel García

ELIGIÓ el nombre de Fernán Caballero en el certamen de relato corto para escolares. José María García Blanco (Sevilla, 1951) se jubiló en la enseñanza, pero no de la pasión de enseñar.

–¿Dónde nació?

–En la portería del convento de la Encarnación, donde mi abuela trabajaba de portera.

–¿Quién le descubre los libros?

–Mi madre. Mi padre, que trabajaba en la Fábrica de Vidrios La Trinidad, era casi analfabeto y me llevaba a los museos.

–¿Qué carrera estudió?

–Historia del Arte, pero la habré ejercido diez horas en mi vida. Tuve a la última hornada de grandes profesores: Blanco Freijeiro, Juan de Mata Carriazo, José Hernández Díaz, Alfonso Lazo, que estaba despuntando.

–¿Por qué desertó?

–Por necesidades económicas. He sido profesor de Lengua y Literatura. Cinco años en el Altair, uno en Puerto Real y 34 en Pino Montano. El barrio mejor trazado de Sevilla. Ya quisiera Los Remedios tener su infraesctructura.

–¿Conoce al nuevo ministro de Cultura?

–Tengo una magnífica opinión de José Guirao. Lo traté cuando yo presidía la Asociación de Profesores de Español Elio Antonio de Nebrija. Aquí mezclamos churras con merinas y desde los griegos cultura y deporte van separadas.

–Hoy es el Bloomsday, el homenaje al ‘Ulises’ de Joyce. ¿Qué obra de autor español merecería un día similar?

–Ocnos, de Cernuda. Es el equilibro perfecto entre vida, ética y poética.

–La escribe en Glasgow, que llama “vómito de niebla y fastidio”.

–Aparte del inconformismo constitutivo de Cernuda, las ciudades a las que se fue... Una sobrina mía estuvo en Liverpool y en las fotos que mandaba decía que no era problema de la cámara, que el cielo allí estaba así. La poesía de Cernuda no se entiende sin la poesía metafísica de los ingleses.

–¿Merecería el Nobel ‘post mortem’, como quieren para Lorca?

–Antes que a Lorca habría que dárselo a Cernuda. Su proyección como poeta es mayor.

–Pero murió en la casa de una amiga.

–Que lo fusilen a uno no es mérito para que le den el Nobel. Una medalla de sufrimiento de la Patria quizás. La mina que encontró Gibson con el fusilamiento de Lorca tiene vetas curiosas.

–¿Qué es más nocivo para quien escribe, los planes educativos o las nuevas tecnologías?

–Lo nocivo es la resistencia al esfuerzo.

–¿Arte y turismo se llevan bien?

–Sin hacerse un selfie delante.

–¿Ha visto ‘Juego de Tronos’?

–Ni Dios lo permita.

–¿Ejerce de sevillano?

–Soy un cofrade bipolar. De la Estrella, cofradía de barrio, capa y luz. Y del Silencio, de centro, cola, ruán. Salgo en las dos y me pierdo los dos mejores días.

–¿Se jubiló de la enseñanza?

–Laboralmente, sí, pero trabajo en un centro de mayores de Triana, mantengo un club de lectura y llevo dos grupos de conocer Sevilla, uno de escritores, que incluye un viacrucis de Cervantes o los lugares de Lope de Vega, y otro por los monumentos.

–¿Qué obra leyó más veces?

–Corazón, de Edmundo D’Amicis. La leí por primera vez con ocho años. Hoy sería incorrecta, llena de batallas, de guerras y de cómo se puede hacer la nación italiana a base de fragmentos. Cuando oigo a la Liga Norte me pongo de los nervios.

–¿Libros que se le resisten?

–Muchos. Reivindico el derecho a interrumpir los libros.

–¿Leyó el ‘Ulises’?

–Dos veces y media. Primero en la traducción de Valverde, después en la de García Tortosa.

–¿Conoce Dublín?

–No. Si fuera, me haría una fotografía junto a la estatua de Molly Malone. El mendigo al que le dan la paliza en La naranja mecánica es irlandés porque está cantando Molly Malone. Es una reflexión moral impresionante.

–¿Cuándo salió del convento?

–El día que cumplí 24 años. El entorno era inmejorable, pero la residencia muy mejorable. Me fui al Zodiaco, en la carretera de Carmona.

–¿Cambió el mejor cahíz de la tierra por la carretera de Carmona?

–Por la terraza de mi piso se veía el paso a nivel. Es que mi familia no era humilde, era pobre.

–¿Trató a su vecino el cardenal Bueno Monreal?

–De pequeño le di un tiro con una pistola de corcho en la faja. No tuvo la proyección de Tarancón porque estaba en Sevilla y no en Madrid. Fue un obispo de su tiempo y de sus tiempos, puro Concilio Vaticano II. Cuando surgió lo del Palmar de Troya le pidieron que interviniera. Les dijo que tranquilos, que ya se disolvería. Y mira lo que tenemos allí.

–¿Por qué Fernán Caballero?

–Porque era una excelente escritora de relato corto.

–¿Cecilia Böhl de Faber, su nombre, es un homenaje a las mujeres que ahora escriben o publican más que los hombres?

–Y leen muchísimo más. En el fondo siempre han leído más, pero estaba mal visto que una mujer leyera en público. Una vez estaba mi madre leyendo en la puerta del convento Los Tres Mosqueteros, pasó un clérigo y le quitó el libro de un manotazo.

–¿Ha leído alguna novela del ex ministro Màxim Huerta?

–No sabía que escribía.

–Sólo le dio tiempo a ver a Nadal ganar en Roland Garros.

–Me gusta mucho Nadal. Un tipo que no agrede con sus opiniones y se expresa con libertad, algo que estamos perdiendo.

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