Sevilla

Para gloria del Santísimo

  • El nacimiento de los seises tal como hoy se conocen hay que buscarlo en el año 1613 y en la figura de Mateo Vázquez de Leca

Se llaman seises porque originariamente eran seis y, en contra de lo que piensa la mayoría, eran los niños que cantaban, no los que bailaban, aunque también ponían en práctica, en determinadas ocasiones, algunas danzas. La historia de los seises de la Catedral de Sevilla está cuajada de leyendas, unas ciertas, y otras menos, que los ha llevado a convertirse en una de las instituciones más queridas por los sevillanos y de la que presumen ampliamente.

Actúan tres veces al año: en la Octava del Corpus, el Triduo de Carnaval y la Octava de la Inmaculada. Sus orígenes, tal como hoy se conocen, hay que buscarlo en el año 1613 y en la figura de Mateo Vázquez de Leca, canónigo de la Catedral y arcediano de Carmona. "En ese año comienzan a bailar en la Octava del Corpus en el presbiterio bajo de la Catedral con los trajes de pajecitos y, esencialmente, con el mismo significado y organización actual", explica Herminio González Barrionuevo, Maestro de Capilla de la Catedral.

Para que aquellas danzas perduraran en el tiempo fueron imprescindibles dos circunstancias: la presencia de un marco litúrgico adecuado, que encontró su lugar en las llamadas siestas de la Octava del Corpus de comienzos del XVII; y el sostén económico que vino con Vázquez de Leca, antiguo niño seise de la Catedral. "El arcediano de Carmona y el mismo Cabildo hispalense consideraron provechoso ofrecer a los sevillanos un medio entrañable y atrayente que les impulsara a venir a la Catedral para adorar al Santísimo. Por esta razón, en nuestra ciudad no sólo actuaron desde entonces la capilla polifónica, los ministriles y los organistas, como era costumbre en otras catedrales españolas, sino también los seises, que bailaban un villancico acompañado por los ministriles. Lo que hizo Vázquez de Leca fue incorporar la danza sagrada de los seises a las siestas de la Catedral de Sevilla".

Los seises existían en muchos lugares de España en el siglo XVI, aunque no danzaban siempre. Era el maestro de capilla el que los tenía a su cargo y se ocupaba de su manutención y educación. En Sevilla se crea en el siglo XVII el colegio San Miguel para ello. Actualmente, todos proceden del colegio Portacoeli: "Se hacen las pruebas en quinto y están 3 años. Los seises que bailan son 10, y los cantores, en torno a 20, la mayoría niñas".

Las leyendas forman parte de la historia de los seises. El pueblo las utiliza para explicar una serie de detalles y, con el paso de los años, se han ido conservando como verdaderas aunque, como recalca el Maestro de Capilla, "son leyendas etiológicas que explican el origen de una realidad de manera catequética". Una de las más hermosas es la que hace referencia al origen de los trajes. Se cuenta que cuando llegó el Cardenal Palafox a Sevilla, en plena Ilustración, consideró el baile de los seises demasiado vulgar y poco culto. "El Cabildo, la sociedad y la ciudad consideraban a los seises como algo muy suyo y se produce el conflicto". La leyenda relata que los seises alquilaron un barco y fueron a Roma a hablar con el papa. "Le dieron la razón tanto a los seises como a Palafox, por lo que se acordó que siguieran actuando hasta que los trajes quedaran inservibles", añade Gónzalez Barrionuevo. Cada vez que uno de los vestidos se estropeaba iban colocando tiras, "pero a nadie se le ocurre que pusieran una roja y una blanca, pero es bonito para contar la historia". En realidad, los trajes son los típicos de los pajes de la época en que fue instituida la octava, y así se puede comprobar en cuadros y grabados. También se cuenta que existe una bula para danzar cubiertos ante el santísimo, pero tiene su explicación: "Es la danza típica de salón de aquella época con acomodaciones. Se quitaban el sombrero al comenzar para saludar al señor. Aquí es al santísimo".

González Barrionuevo destaca que sólo en Sevilla se hayan mantenido estas danzas religiosas: "La gente lo valora mucho. La actuación es muy interesante y los niños aprenden a convivir, a esforzarse, a trabajar y a actuar con seriedad. Les inculcamos una serie de valores".

Finalizada la procesión del Corpus, siempre queda el atractivo de disfrutar, en el altar mayor de la Catedral, de la Octava y del baile de los seises. Para gloria del Santísimo.

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