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Los invisibles

"El hombre en la Feria es acompañante y guardador"

  • Polifacética por vida y por obra. Dedicó su tesis doctoral al traje de flamenca. Ha diseñado más de trescientos. También hizo vestuario para teatro y colecciona muñecas de porcelana

SE fue a París con una beca para preparar su tesis doctoral sobre el traje de flamenca. Rosa Martínez (Cáceres, 1949) vistió de esa guisa a Nuria Espert o a Matilde Coral. Colecciona muñecas de porcelana. Una reproducción en cerámica de la plaza de España está en el palacio de verano de Fidel Castro.

-¿Traje de flamenca o de gitana?

-De flamenca es más universal. En la Feria de Sevilla, y antes en la de Carmona, funcionaban los tablaos, los cafés cantantes. La mayoría de las artistas eran de etnia gitana. Cuando se empieza a hablar de traje de gitana, las gitanas no visten este traje, lo llevan solamente las payas. Las gitanas no iban a la Feria a bailar; iban a trabajar de buñoleras.

-¿Por qué eligió Sevilla?

-Antes de conocerla, ya formaba parte de mi imaginario personal a través del cine y de algunas novelas. Me fascinaban esas películas de Estrellista Castro y Lola Flores, tan graciosas, tan respondonas, objeto de deseo del señorito cortijero. Yo llego a Sevilla desde Cáceres, una ciudad de provincias, en 1971. Es una Sevilla heavy y rockera. Es la época de Esperpento, de Smash, de Antígona. Colaboro con ellos, gente de izquierdas pero muy machistas.

-¿Cómo cambia el traje de flamenca de Carrero a Zapatero?

-Cuando llego, el traje de flamenca se utiliza muy poco. La juventud femenina progresista era muy lanzada y lo rechaza como símbolo de clase. La Feria estaba bastante a la baja, era muy clasista. El traje era un símbolo folclórico que daba una imagen cochambrosa de la mujer.

-¿Se salvaba estéticamente?

-Eran más bien feos. Cortos y con las camisetas largas. Todo cambia con la primera alcaldía democrática. Se recuperan los trajes de los años cuarenta y cincuenta, que eran preciosos. Y se produce el movimiento contrario. Esa misma mujer que lo rechazaba como símbolo de clase, ahora lo va a reivindicar como emblema de clase.

-Un asunto de identidad...

-Totalmente. La reivindicación autonómica recurre a los símbolos, había que demostrar que había muchos símbolos.

-¿Qué representa el traje de flamenca?

-Simboliza una característica de seducción de los pueblos indoeuropeos, lo que se llama la cintura de avispa. Dos conos que se estrechan en la cintura. Una seducción que funciona desde Cnossos hasta hoy. La cintura es lo único que muestran las mujeres indias. El traje de flamenca favorece tanto a las gordas como a las flacas. Es una de las claves de su éxito. Resalta lo mejor y esconde lo peor.

-¿El hombre pasó del uniforme a la moda para convertirla en un nuevo uniforme?

-Hasta la revolución industrial, la moda de hombre y la de mujer existían con la misma intensidad. A partir de ese momento, el hombre sale a trabajar fuera y la mujer se queda en casa. Estamos hablando de finales del XVIII y principios del XIX. Nunca estuvo la mujer tan encorsetada ni llevó ropa más incómoda: los corsés, las crinolinas. La ideología le impide el acceso a la vida laboral y la moda refuerza esa discriminación.

-De ahí a las ministras posando para el Vogue hay un salto...

-Se produce un hecho fundamental. A consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, se reivindica la juventud, porque es escasa. La mujer empieza a trabajar porque el hombre está en las trincheras. Se pasa de una moda elitista a una moda para la juventud: blues jeans, casacas, cazadoras. Se vuelve a la igualdad de géneros anterior a la Revolución industrial, pero más libertaria. Una cosa que se pierde. Se pasará de una juventud reivindicativa a la juventud deportiva de los años ochenta, a los cuerpos danone.

-¿Alguien se escandalizó con su tesis sobre el traje de Feria?

-Ha cambiado mucho. Cuando llegué a Sevilla con mi título de Magisterio, me apunté a la Universidad. Fue la época de la huelga salvaje. Dejé la Universidad y la retomé a los 40 años. En ese tiempo hice vestuario para teatro, diseño, cerámica. Y mis muñecas, en las que represento personajes reales como Bette Davis o Virginia Wolff e imaginarios como Alicia en el país de las maravillas.

-¿Y con qué etapa se queda?

-Soy internauta, global y todo lo que quieras, pero la primera, los años setenta, fue una época de iniciativa y ésta la veo mucho más dirigida. La silueta de la mujer siempre se ha visto constreñida, pero nunca sufrió una agresión como la actual de hacer de su propio cuerpo el objeto de recortes y rellenos. España es el segundo país del mundo en intervenciones de cirugía estética.

-¿El hombre es en la Feria un calzonazos, con la expresión con la que el traductor del Ulises define a Leopold Bloom?

-Hay una convención social decimonónica en la que el hombre cede el protagonismo físico a la mujer y se convierte en acompañante y guardador. En la Feria la que brilla es la mujer. ¿La que manda? Eso es distinto. Pero ellas lo reivindican como espacio de mayor libertad. Lo que la sociedad sanciona negativamente, la exhibición y el coqueteo, en la Feria son valores sancionadas positivamente. Fuera de ese recinto, sería etiquetada de casquivana.

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