Estoy bien, haciendo mi camino, mi forma de llamar al duelo. Acompañado de familiares y amigos, andarlo es más llevadero y siempre me conduce al destino correcto. Infinitas gracias. Os quiero. Pero no estoy dispuesto a equivocarme, quien tiene que decir que estoy bien es mi psicóloga. Hace poco alguien me dijo: “tú tienes todas las piezas, la terapeuta sólo las pone en el orden preciso y adecuado”.
Usando como hilo conductor las tres importantes piezas que están ya en su sitio, honraré y recordaré a Maya, reflejando el momento vital en el que actualmente estoy, con mucho cariño y amor, desde mi propia subjetividad, pero con la sinceridad absoluta de que en cada palabra y cada emoción late la persona que fue mi hija.
Maya en mí, un legado vital
Sentir que Maya está en mí es importantísimo, porque ayuda a recordarla con sinceridad, normalidad, pasión y muchísimo amor. Lo que soy desde 2004 es, en gran medida, lo que era Maya. Mi impulso vital, forma de pensar, de sentir y de mirar el mundo se transformaron irremediablemente el día que ella nació. Esta reflexión ayuda a sobrellevar la amarga ausencia, aunque ya no añadiré las capas de la Maya que sería de estar viva.
No soy religioso ni muy espiritual: no siento que Maya esté en un lugar paradisíaco, ni que sea la energía que impulsa algo. Su pérdida es un punto final, aunque haciendo camino busque un punto seguido. La mami de Maya, Galit, no ha recorrido ni un solo paso aún, y eso me duele. Mi madre, el resto de mi familia de aquí y de allí, mis amigos y los de Maya llevan la ausencia y el dolor como mejor saben.
Una forma de honrar a Maya ha sido hacer lo que le gustaba, aun a riesgo de caer en sentimientos contradictorios. Normal, tengo una actitud hacia la muerte cercana a la desesperanza existencial, no siento en la muerte del ser querido un propósito inherente. Algunas cosas las hice gracias a las maravillosas personas que me rodean y me acompañan, gracias por permitirlas.
Por ejemplo, tras volver de enterrarla fui a comer lo que Maya adoraba a casa de la abuela, mi madre, quien preparó todo con mucho amor. Maya saboreaba cada comida y tenía predilección por la gastronomía española. Recuerdo un día, cuando no teniendo más que dos enormes paletas, cogió una chuletilla de cordero lechal y se la zampó con enorme habilidad.
El día de su entierro cogí bolsitas de arena y una piedra de su “parcelita”, mi eufemismo para su sepultura. En la piedra escribí Maya, 2004-∞, pinté un corazón sin cerrar y firmé Mami y Papi. La lancé al mar en Zahora, un lugar “de familia” donde disfrutó enormemente. No escribí 2023, porque Maya es infinita. El corazón sin cerrar simbolizaba su predisposición a que entrara cualquiera en el suyo. Los montoncitos de arena de su parcelita están ahora en casa de familiares y amigos. También entregué objetos personales de Maya a muchas personas, aunque me costara desprenderme de ellos. Lo quise hacer especialmente con sus amigas y amigos de Sevilla. Tenía recién cumplidos los 19 cuando la asesinaron; la juventud es muy significativa y representa el futuro por vivir, el que ella no tendrá.
Tenía seis tatuajes simbólicos, los dos últimos hechos justo antes del aciago 7 de octubre, autoregalados por su 19 cumpleaños. Más de un año después, me tatué, gracias a una querida amiga, dos de los suyos en el mismo sitio que Maya: el corazón abierto en mi brazo derecho (incluyendo 2004-∞), ya expliqué el simbolismo, y su avión (incluyendo su nombre en hebreo מיה) en el izquierdo, simbolizando sus dos mundos. Fui también con mi ahijado a un partido del Betis; su madre, querida amiga, nos compró las entradas. Maya estuvo esa tarde en una camiseta con el mensaje: "Querida Maya, siempre en nuestros corazones".
Disfrutábamos de Sevilla, de pasear, ir de tapas, ir de tiendas o ir al cine. Recuerdo la primera película que Maya vio, Kung Fu Panda, en 2008 antes de cumplir cuatro años. No puedo recordar cuál fue nuestra última peli, solo que fue en marzo de 2023. ¿Por qué iba a recordarla si íbamos mucho al cine y nunca pensé que dejaríamos de hacerlo? Me pasa igual en otras muchas situaciones.
Superar que Maya ya no tiene futuro, sino sólo pasado, es complicado. No hablo de ella en futuro: "va a estudiar esto," "se va a ir de viaje," "va a venir en Feria. "El único futuro que concibo es, como dije, hacer lo que le gustaba, pero no todo. Imposible aún volver a la Feria sabiendo que quería disfrutar la de 2024.
Día a día se hace cuesta arriba no preguntar "¿cómo te fue el día?", "¿vas a salir?". O no ejercer de adulto responsable con consejos, ni hablar de lo que pasa en el mundo actual. Tener una conversación profunda sobre tanta muerte en la Franja de Gaza. Hablar de las heridas, siempre abiertas, y analizar las profundas raíces históricas. Buscar juntos soluciones para parar el dolor y el sufrimiento de unos y otros, esos mismos que siento yo ahora. Hablar de cómo enfrentar la muerte del ser querido, pues su abuelo paterno murió varios meses después que ella.
La culpabilidad, clara y exclusiva
La asunción de la culpabilidad del perpetrador es un imperativo ético hacia la víctima y libera de la carga de la duda causal a los que le sobreviven. Me queda claro que los únicos y exclusivos responsables del asesinato de Maya fueron los terroristas de Hamás. Ellos segaron su vida, son los autores materiales; buscaban producir el dolor que sentimos. No debo pensar diferente, ya que dudar si pude, pudimos, hacer algo para evitarlo produce tormento. Lo he sentido y no lo quiero en mi viaje.
Maya fue asesinada el 7 de octubre de 2023 en la base de Nahal Oz. Esa mañana, un numeroso grupo de terroristas toma la base y, tras 5 o 6 horas, acorralan en la última estancia de la sala de observación a Maya junto con otras observadoras y algunos soldados de combate, entre ellos uno beduino que las defendió con su vida hasta el último momento. Conscientes de que allí no tomarían rehenes, los terroristas prenden fuego despiadada y cruelmente a la sala con las personas dentro. Me dicen que Maya no tardó más de un minuto en morir, puesto que, junto con la sustancia inflamable, usaron un gas tóxico. Ella intentó escapar por una pequeña ventana, pero no pudo. Otras compañeras sí lo consiguieron. Hasta ahí el relato objetivo y la dureza de la realidad que tengo que afrontar.
Mi cerebro es autónomo, imagina realidades y con ello me aflige. Enfrento mi propia subjetividad con el sufrimiento de Maya durante ese minuto, si verdaderamente fue un minuto. Sólo sé que la placa identificativa de Maya y la de su madre quedaron calcinadas; ambas las llevaba Maya al cuello y ahora las lleva Galit. Su pulserita de oro estaba rota y también quemada; ahora la llevo yo en la muñeca izquierda. Hechos objetivos con los que tengo que vivir.
Cuando me dicen que perder una hija es indescriptible y que nadie puede ponerse en mi piel, digo: no merece la pena, tu empatía la siento de todas formas. Más aún si me das un abrazo. Luego añado, lo que siento lo habrás sentido al perder a alguien muy querido, si bien en mi caso hay un dolor lacerante porque Maya perdió su futuro: ya no vivirá todas las cosas que le quedaban por vivir. Muchas, porque Maya era disfrutona, alegre y feliz, y todo eso lo compartía con los demás. Sus pilares eran el amor hacia las personas, la amistad y la alegría. Estaba en un gran momento vital, su sonrisa infinita y su comportamiento así lo reflejaban.
A pesar de lo terrible que fue y sigue siendo, no siento ni he sentido odio, por suerte para mí, porque es un sentimiento pegajoso y corrosivo que tendría que dejar atrás. Mi opinión subjetiva es que los terroristas buscaban, además de producir dolor, generar odio hacia los suyos, los palestinos. Mi propio dolor no ha hecho más que aumentar mi capacidad para reconocer el sufrimiento por la pérdida de los seres queridos incluso en quienes me son ajenos, y me impide reaccionar al asesinato de Maya de forma injustificable, como lo hicieron los terroristas, aún sabedor de las complejas dinámicas históricas que lo han alimentado. La trampa del odio supe dónde estaba.
Tendré mis sesgos, no lo dudo, pero encuentro algo de tranquilidad sabiendo que los terroristas usan estrategias de justificación de sus actos, que han sido estudiadas por especialistas en radicalización. Una, la utilización de todas las opiniones en su beneficio. Adaptan discursos y sacan ventaja: en redes sociales usan una dialéctica vaga que recordaría a los valores democráticos, dirigida a nuestra “conciencia occidental”, mientras que para sus seguidores usan un lenguaje claro, conciso, específico y radical, con soluciones inaceptables aquí, pues nada tienen que ver con los derechos humanos y los valores democráticos. Otra, el relato terrorista de ser defensores de los derechos de un pueblo, de ser sus únicos salvadores y de ser también “víctimas oprimidas”. En mi opinión, esto se sostiene con dificultad y no justifica sus actos terroristas, que no hacen libre a las personas.
La memoria de Maya en la sociedad
Nunca renunciaré a la memoria de Maya. Los que la conocieron tienen su recuerdo creado y los que ahora lo hacen a través de mis palabras crearán también el suyo propio. Pero el matiz relevante y que me recordaron es el de la memoria de las víctimas del terrorismo en la sociedad, pues es la que sufre la lacra; es trascendental para nuestra salud moral que la memoria de cualquier víctima del terrorismo sea preservada y honrada.
No podemos ser superficiales en algo tan importante y que sufren muchos de los que fueron azotados por el terrorismo: la deshumanización y la revictimización de la víctima. Tarde o temprano llegan, las conozco, las he vivido. Y sin dudar, rechazar enérgicamente que haya personas que justifiquen velada o abiertamente lo que a Maya le pasó. Las consecuencias de que la sociedad olvide la memoria de las víctimas o justifique el terror, producen, en lo personal, amargos sentimientos, y en lo colectivo el riesgo de perpetuar esa lacra.
La belleza de Maya viviendo en los corazones de los demás es un símbolo poderoso, indestructible. Los símbolos son buenos compañeros de viaje. Siento que, si la memoria de cada víctima la tuviéramos todos así de presente, perdería el terrorismo su fuerza y su razón. Lo vimos con las manos blancas en memoria de Miguel Ángel Blanco Garrido, asesinado por ETA en 1997. Sirva este momento para honrar y recordar la memoria de todas las víctimas del terrorismo etarra.
Perseverar en la memoria colectiva de las víctimas es una demanda natural que a largo plazo requiere de la acción pública de las instituciones y los medios de comunicación. Las instituciones públicas tienen la obligación de hacerlo, gracias a la ley que nos dimos los españoles en 2011. Fuimos pioneros, ejemplo a seguir, porque sufrimos mucho durante años.
A Maya le concedieron en diciembre de 2024 la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo, acordada por el Consejo de ministras y ministros del PSOE y de la Coalición Sumar. Este reconocimiento quedó reflejado en el BOE y en un Diploma Acreditativo sancionado por el Rey Felipe VI. Para algunos todo esto puede resultar secundario, para mí no, pues confirma de forma tácita que Maya fue asesinada por terroristas. En el contexto de mi duelo, las discusiones terminológicas me resultan dolorosas y siento que alejan la esencia de la verdad. El olvido, la justificación o la banalización dan alas al terrorismo.
Recogí personalmente la Gran Cruz de manos del ministro del Interior en Madrid este año, en una ceremonia por el día europeo de las víctimas del terrorismo (11 de marzo). Ese día está grabado en el recuerdo de todos por los horribles atentados de Madrid, por eso hago extensivo mi recuerdo a las víctimas del 11M y a todas las víctimas de cualquier tipo de terrorismo. En particular a Iván Illarramendi Saizar, asesinado en el kibutz Kissufim también el 7 de octubre de 2023.
Recibí el apoyo institucional del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, especialmente de la embajadora española en Tel Aviv y el cónsul en Jerusalén. Una mención especial merece los trabajadores de la Dirección General de Apoyo a Víctimas del Terrorismo, dependientes del Ministerio del Interior, por su sensibilidad y profesionalidad. ¡Qué fácil es tratar con personas y no sólo con servidores públicos! No olvido a la Guardia Civil, cuyos agentes detectaron la importancia de denunciar la “desaparición” de Maya; luego todo fue más fácil en la Audiencia Nacional, donde la causa por su asesinato está prorrogada. Gracias a todos.
La llama de la memoria colectiva de las víctimas del terrorismo se mantiene viva con la complicidad de los medios de comunicación. Muchos medios se ofrecieron y se siguen ofreciendo para hablar de Maya; a otros les hice el ofrecimiento. Este periódico, que ha tenido a bien recordar de nuevo a Maya, ha sido modélico entendiendo la importancia de hablar de Maya más allá de la noticia. Sólo hay que leer sus crónicas y reportajes. Sólo puedo tener infinita gratitud.
Me doy cuenta al escribir estas palabras de que me han servido para andar camino, crecer y aprender. Logro así un doble objetivo, honrar a Maya con un recuerdo bonito, íntimo y personal, y prepararme para estar junto a ella el 7 de octubre en el cementerio Nahalat Yitshak en Givatayim.
Te queremos, Maya. Te quiero, Maya, ani ohev otach.