La inquietud de un colegio obrero y segregado

Alumnos del área de Educación Infantil del colegio Altair, atendiendo en su primer día de clase.
Alumnos del área de Educación Infantil del colegio Altair, atendiendo en su primer día de clase.
Carlos Rocha

11 de septiembre 2013 - 05:03

Cuando se fundó el colegio Altair, hace más de cuatro décadas, ni existía la SE-30 ni el Parque Amate, las dos fronteras naturales del inmenso centro educativo. Hoy en día, igual que entonces, los alumnos de los que se nutre Altair proceden de los barrios trabajadores de alrededor: Rochelambert, el Cerro, Santa Aurelia o el Trébol.

Esta es una zona de la ciudad en la que los centros privados o concertados escasean y no son pocos los padres que prefieren este tipo de formación para sus pequeños, por lo que la capacidad de elección es bastante limitada. Además, Altair tiene la peculiaridad de ser religioso -pertenece al Opus Dei- y se caracteriza desde su creación por tener un alumnado exclusivamente masculino. Hasta el año pasado, el centro recibía subvención pública, pero un cambio en las políticas de la Junta de Andalucía ha propiciado la retirada del concierto precisamente por la segregación de sexos.

Para paliar la falta de ingresos, el colegio ha decidido privatizar el primer curso de infantil, con una cuota mensual de 101,80 euros. Por ello, la preocupación de los padres de Altair probablemente no sea si su hijo tiene compañeros o compañeras en clase. El problema que les asalta ahora es la subida en, aproximadamente, un 100% del desembolso que tienen que hacer todos los meses por mantener a su hijo en el centro, sin olvidar el precio del uniforme, el material escolar, el comedor y otros gastos derivados.

La mensualidad que se paga en Altair dista mucho, como explicó el director del centro, de las altas cuotas establecidas en otros colegios, algo que las familias agradecen. Sin embargo, muchos no son conscientes de que esta cantidad, que reconocen que se adecua a la realidad social de una zona eminentemente trabajadora, es posible gracias a convenios con las empresas en las que los alumnos de Altair realizan sus prácticas de FP. Los padres expresan su incertidumbre ante la posibilidad de que estas entidades colaboradoras dejen de prestar su apoyo y no puedan hacer frente a un gasto excesivo para su maltrecha economía.

La situación empeora en los casos en los que hay mas de un pequeño matriculado en el centro o en las que hay previsión de hacerlo. Es el caso de Montse, una madre del Trébol con dos hijos, uno de ellos en edad escolar. El mayor, de cuatro años, entró ayer en el primer curso de infantil. Ha tenido dudas sobre mantener a su hijo en el centro, pues dentro de dos cursos, el pequeño de la familia, que ahora tiene un año, deberá ingresar en Altair. Si los precios continúan iguales, esta familia, que se sustenta con un sólo sueldo, probablemente no podrá permitirse destinar 150 euros al mes para pagar las cuotas.

Montse también se refirió a la situación de unos parientes que han elegido Altair para la educación de su hijo de tres años gracias las buenas referencias que les ha proporcionado. Esta familia tiene todos sus miembros en paro y están incluso vendiendo algunas pertenencias para poder pagar la mensualidad de aproximadamente 100 euros.

A pesar de todo, el optimismo es la tónica general. Padres y profesores esperan que cambie su suerte y que las cuotas se mantengan como las de un colegio concertado. No hay confrontación política en las reivindicaciones de estas familias de trabajadores. Lo que quieren es que sus hijos se eduquen en un centro que consideran que les dará una buena formación.

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