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Sevilla

Una isla puntera sin gancho ciudadano

  • La Cartuja se ha convertido en un polo de desarrollo tecnólógico y empresarial, pero no termina de conectar con los sevillanos.

Veinte años después de la Expo 92, la isla de la Cartuja sigue siendo un espacio que la ciudad no considera como propio, un lugar al que se va cuando no hay más remedio y que, por la noche, puede llegar a ser inhóspito. Sin embargo, se puede hablar de un relativo éxito en el cumplimiento de la que fue una de las principales obsesiones de los organizadores de la muestra universal: la reutilización empresarial y tecnológica tanto de los solares como de los edificios que quedarían después de la fiesta. Eso sí, este proceso aún no se ha podido culminar y muestra algunas incógnitas inquietantes cuya solución retrasará la actual crisis económica.

Superada la crisis de los 90, cuya declaración oficial se demoró en España para no amargar los fastos del 92, se puede decir que, aunque con altibajos, se ha avanzado considerablemente en el reto de darle un sentido al espacio de la Cartuja basándose en tres pilares: la actividad empresarial-tecnológica, la universitaria y la de ocio y cultura. Para comprender este proceso hay una entidad clave que ocupa el 79% de la antigua Expo: el Parque Científico Tecnológico Cartuja (Cartuja 93), un exitoso proyecto en el que están involucradas tanto la iniciativa privada como la pública. Este parque, que se basó en el modelo de Silicon Valley y que fue concebido en sus inicios por el catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid Manuel Castells y el profesor norteamericano Peter Hall, tuvo un arranque complicado por una crisis internacional que inhibió las inversiones públicas. Así las cosas, se tuvo que esperar hasta el año 1997 para que se produjese, con la reactivación del ciclo económico positivo, una aceleración del desarrollo del parque. En esta reactivación también fue importante la decisión de la Junta de Andalucía a finales de los 90 de vender el suelo a las empresas interesadas en instalarse en el parque. El éxito fue tal que en 2003 se vendió el último solar y el Plan General de Ordenación Urbana de 2006 tuvo que contemplar la ampliación del parque por dos vías: el aumento de la edificabilidad de las parcelas, que ya está en marcha en empresas como Inerco, y la ampliación del parque por la banda oeste, la zona de aparcamientos de la avenida Carlos III (94.811 metros cuadrados), y la parcela del Camino de los descubrimientos (28.253 metros cuadrados). Ambas ampliaciones están actualmente a la espera de su desarrollo urbanístico con la redacción de sus correspondientes ARI. Cuando se ejecute esta ampliación, la edificabilidad total será de 620.000 metros cuadrados. Actualmente, los números dejan claro el éxito de Cartuja 93: en 2010, últimos datos facilitados por el parque, la actividad económica supuso casi 2.000 millones de euros y en el recinto trabajaban 15.065 personas en 377 empresas, 218 de las cuales se dedicaban a tecnologías avanzadas. En este sentido, precisamente hoy va a ser un día muy especial en Cartuja 93 con la reinauguración, iluminación artística incluida, del que fuese pabellón de la Unión Europea, cedido por el Ayuntamiento de Sevilla, que se convertirá en el nuevo icono del parque tecnológico.

Uno de los problemas actuales de la Cartuja es su carácter exclusivamente diurno al no albergar en su interior zonas residenciales, un aspecto muy criticado por algunos urbanistas. Además, la población sigue concibiendo la movilidad por el recinto como algo complicado pese a la reciente inauguración de un apeadero de Renfe que conecta la isla con Santa Justa y la existencia de dos líneas circulares de autobuses (C1 y C2).

Atrás queda el proyecto del anterior alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, de convertir esta zona un en un solo distrito, algo que sin duda hubiese sido positivo para un espacio tan peculiar.

El Parque Cartuja también se ha convertido en uno de los campus que la Universidad de Sevilla tiene repartidos por la ciudad. Al antiguo recinto de la Expo 92 acuden diariamente unos 10.000 universitarios, que vienen a ser los mismos que se mueven por el campus de la Universidad Pablo de Olavide. En este recinto, la Hispalense tiene ubicados dos centros docentes: la Facultad de Comunicación (antiguo pabellón de EEUU) y la Escuela de Ingeniería (Plaza de América), un auténtico referente en el panorama nacional que acoge especialidades como Industrial, Telecomunicaciones, Aeronaútica y Química. Asimismo, la Hispalense tiene en construcción actualmente su Centro de Transferencia de Resultados de Investigación de la Universidad de Sevilla (Centrius), que pretende ser un lugar de auténtico encuentro entre la investigación y la empresa, pero cuya finalización se ve amenazada por los recortes en educación enmarcados en los planes de austeridad del actual Gobierno.

La Cartuja se ha convertido para la Universidad de Sevilla en una pieza esencial de su Campus de Excelencia Internacional Andalucía Tech, el proyecto que comparte con la Universidad de Málaga y que, si sobrevive la crisis, será pilar fundamental en el desarrollo tecnológico de la comunidad autónoma en las próximas décadas. Como joya de la corona en este aspecto, la Cartuja alberga el Centro Nacional de Aceleradores, una entidad que comparte la Hispalense con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Junta de Andalucía. La aplicación de estos tres aceleradores cubre campos tan variados como ciencias de materiales y ambientales, física nuclear y de partículas, instrumentación, tratamiento de imágenes médicas, investigación biomédica e imagen molecular, entre otras. El Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerativa (Cabimer) o el Centro de Investigaciones Científicas, por citar sólo dos, son otros de los ejemplos de la fértil colaboración entre la Hispalense, el CSIC y la iniciativa privada.

Sin embargo, es el ámbito de la cultura y el ocio el que sirve de reclamo para que el ciudadano de a pie se acerque a un espacio al que le cuesta acceder. En este sentido, los espacios fundamentales son el Monasterio de la Cartuja, que acoge el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, el Teatro Central, un espacio que apostó desde la Expo por los espectáculos y la música más vanguardista y sin el cual sería imposible comprender la cultura sevillana de las dos últimas décadas. El auditorio Rocío Jurado, por su parte, se ha convertido en el lugar preferido de los conciertos en directo de la ciudad.

Símbolo de la pujanza que adquiere día a día la Cartuja es la reciente reinauguración como museo del que fuese el Pabellón de la Navegación, una de las obras cumbres del arquitecto sevillano Guillermo Vázquez Consuegra.

Por último, habría que reseñar, aunque sea brevemente, el uso deportivo de la isla de la Cartuja, con el infrautilizado Estadio Olímpico y el Centro de Alto Rendimiento de Remo como principales referencias y la gran zona verde del Parque del Alamillo, que se ha consolidado como una de las zonas de esparcimiento de los vecinos de la zona norte de la ciudad.

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