"Cuando se es joven, se es hasta el final"

Calle Rioja

Mestizaje. El profesor argentino Ángel Leiva, descubridor de talentos, creó el primer taller literario de Sevilla y trató a todos los escritores del 'boom', desde Borges a Vargas Llosa

Ángel Leiva muestra uno de sus libros en el colegio notarial, a su lado el profesor Polaino.
Ángel Leiva muestra uno de sus libros en el colegio notarial, a su lado el profesor Polaino. / Juan Carlos Muñoz
Francisco Correal

07 de marzo 2022 - 05:00

SABATO elogió sus poemas, Borges lo recibió en su casa de Buenos Aires y Julio Cortázar le llamó por teléfono. A Ángel Leiva (Simoca, Argentina, 1941) nunca se le subieron los humos de esos honores. Este año celebra los cincuenta que han pasado desde que descubrió Andalucía por primera vez. Fue en 1972. Llegó por Cádiz, donde trató a Quiñones y a Pemán. Y desde 1992, el año de la Expo, este argentino de la provincia de Tucumán reside en Sevilla, ciudad donde creó el primer taller literario. Se instaló en un año colombino. Una de sus novelas la protagoniza Hernán Cortés y en otra imagina a Cristóbal Colón viajando en el AVE.

50 años en España, con un paréntesis enseñando literatura en Siracusa (Estados Unidos) y 55 casado con Susana Fakjálvi, su cómplice, "no es mi censora, es mi correctora". Y fue la editora de un libro de relatos de Cortázar, 'Las armas secretas'. Se vinieron con su hijo Lautaro.

Para dar fe de la relevancia intelectual de Ángel Leiva, en la mesa le acompañaban dos notarios, ambos amantes de la literatura, Pachi Aranguren, mantenedor de estas veladas literarias, y José María Sánchez Ron, un notario que hizo a Leiva y a Susana, su esposa, personajes de su novela coriano-japonesa 'El insólito viaje del samurái Hasekura'. Y con ellos, el profesor de Derecho Penal Miguel Polaino.

Ganó los premios César Vallejo y Pablo Neruda de poesía. En su casa ya no caben los libros inéditos. "Si no publico no es porque no quiera". Sí salió un primer volumen de su poesía, la comprendida entre 1967 y 1973, entre el año que se casó con Susana y poco después de llegar a España, donde aterriza en el café Gijón. "En Madrid fue Blas de Otero mi guía personal y en el Gijón trabé amistad y tertulia con García Pavón, Gerardo Diego o Rafael Morales".

Si lleva en Sevilla tres décadas ejerciendo ese apostolado literario, se lo debe al llorado Rafael de Cózar. "Fue él quien se encargó de que nos viniéramos a Sevilla". Compartían la afición a las vanguardias y a los heterodoxos. Leiva es poeta pero también músico, pintor y rapsoda. Cuando lee sus poemas le sale una voz de doblaje. "Es la voz del otro", bromea. Pese a que no le publiquen, no pasa día sin que escriba. "Cuando se es joven, se es hasta el final". "Pinto, leo y escribo siempre con música". Dice que no va a hablar de Borges "porque no soy un conferenciante". En su casa tiene decenas de cintas con las voces grabadas de Borges, Rulfo, Onetti, Vargas Llosa, García Márquez, Cortázar, Sabato, Saramago, Noam Chomsky. Un ramillete de autores que ganaron el Nobel o el Cervantes. "Ésa fue mi suerte, siempre estuve con los más grandes".

El sombrero y el pañuelito lo delatan como virtuoso del tango. En un momento de su vida quiso ser cantaor. "De la mano de Paco Lira, en la Carbonería, conocí a toda la gitanería. He estado en varias bodas gitanas. Y por ahí, del flamenco a los toros. A conocer a Curro Romero o Rafael de Paula". En su casa de Nueva York tocó la guitarra Paco de Lucía.

Del Tucumán se fue muy joven a Buenos Aires, a las pensiones "con gente de todos los prontuarios". Su apego a Andalucía es diferente del exilio, del destierro, aunque pueda tener de ambos. Es como una nostalgia anticipada, un anhelo que existía en su interior antes de que cristalizara. "Yo no soy de ninguna parte y soy de todos sitios. Cuando llegué a Sevilla y me embriagué del olor a azahar, ese olor ya formaba parte de mis recuerdos".

Al Colegio Notarial acudieron algunos de sus alumnos, de varias generaciones, y profesores de Literatura como Pedro Piñero o Noel Rivas. Ángel Leiva es ya una institución en la barriada del Porvenir. Alguno de sus cuadros lo han tomado por un Pollock. No los vende por nada del mundo. Le han pedido alguna vez sus Memorias. Serían un arsenal de historias y de vivencias. Se conforma con dejar buen legado "a mis maestros y mis discípulos". Hubo algún crítico que le dijo que se repetía en su poesía, "da la casualidad de que el maestro Borges también fue acusado de repetirse, le pasó con 'Fervor de Buenos Aires' hace cosa de cien años. Nadie es original de nada, todos venimos de algún sitio". Él, en concreto, del corazón de la tierra, por eso le gusta llamar a su poesía y a su obra telúrica. Se identifica con el gaucho a la manera de Martín Fierro.

No pierde nunca su humildad y su sentido del humor. En Sevilla se aficionó al Betis y lo siguió siendo del River Plate, aunque Serrat y Sabina se hicieron de Boca Junior. Ha editado a los demás (Cózar, Mantero…) pero nadie lo edita a él. Los inéditos caminan como espectros por su casa, donde vive a diario su Fervor de Sevilla. Entre notarios tiene la escritura bien servida. El nómada de las pensiones se considera ahora "inquilino del hotel del mundo".

stats