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Esperanza Gómez. Profesora de derecho constitucional y diputada andaluza de Podemos

"La llegada al Parlamento ha sido muy dura; es como si no nos quisiesen allí"

  • Pertenece a esa nueva hornada de profesores a los que la crisis y la currupción ha empujado a la política. Es portavoz adjunta de Podemos en su estreno en el Parlamento de Andalucía.

Esperanza Gómez Corona (Sevilla, 1974) tiene un punto en común con José María Aznar: su admiración por los discursos de Azaña. Pese a sus convicciones socialdemócratas y haber sido asesora del Gobierno de Zapatero, esta profesora de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla decidió un día unirse a la muchachada de Podemos, justo el día en que, según cuenta, se dio cuenta de que todo lo que le estaba explicando a sus alumnos era falso. Sin embargo, Esperanza Gómez no cuadra con esa imagen un tanto desaliñada e incluso gamberra que algunos de sus compañeros de partido se han empeñado en transmitir a la opinión pública. Viste con discreción, apenas va maquillada y luce un pelado corto que sugiere que la batalla con el verano va a ser larga. A este aspecto sobrio une un trato afable y una especial precaución a la hora de responder a las preguntas del plumilla. Se sabe observada y está advertida de que cualquier error puede ser repetido hasta la saciedad en las redes sociales. Hasta las pasadas elecciones autonómicas nunca había desempeñado un cargo de representación política y se la puede considerar como a uno de esos ciudadanos a los que el espectáculo de la corrupción y la crisis los han empujado a dar un paso adelante. Si lo ha hecho en la dirección correcta, el tiempo lo dirá.

-¿Qué tal el desembarco de Podemos en el Parlamento de Andalucía?

-Pufff... Ha sido muy duro. Nos hemos encontrado mucho rechazo y las formas han sido muy duras. Bueno, nos tendremos que acostumbrar a ello. El aterrizaje no está siendo fácil. Es como si no nos quisiesen allí, como si hubiésemos llegado a romper la dinámica que existía, a molestar.

-¿Se siente usted a gusto con el calificativo radical?

-No, no me considero radical. De hecho siempre me he considerado socialdemócrata.

-Sin embargo, el desembarco de las marcas blancas y del propio Podemos en los ayuntamientos y autonomías está siendo un tanto convulso y ruidoso: cambios de banderas, de retratos, alcaldes acudiendo a los desahucios, tuits polémicos...

-La decisión de Podemos de no concurrir a las elecciones locales pero sí sumarnos a candidaturas de unidad popular ha provocado cierta sensación de desorden y caos. Es cierto que todo eso que usted dice puede verse como algo rompedor, pero es que nosotros venimos para hacer las cosas de forma diferente. El ver a tu alcalde intentando convencer a la Policía de la necesidad de parar un desahucio para buscarle una solución a la familia afectada no tiene por qué ser malo; de hecho es bueno.

-Usted trabajó para el Gobierno de Zapatero.

-Sí, estuve en 2009 en la Secretaría de Estado de Asuntos Constitucionales y Parlamentarios, que dependía de la ministra de Presidencia, María Teresa Fernández de la Vega.

-¿Y fue militante del PSOE?

-No, nunca.

-Pero de alguna forma simpatizaría con este partido, ¿no?

-Sí, si no nunca hubiese trabajado allí. Me sentía muy cómoda en aquel trabajo. No era militante, pero sin duda el PSOE era mi partido de referencia.

-Es decir, que usted es un claro ejemplo de desengañada del PSOE. ¿Cómo y por qué dio el paso de pasarse a Podemos?

-Un día llegué a clase, donde explico el Parlamento, el Gobierno y el Poder Judicial, y me di cuenta de que ya no me creía lo que estaba explicando. Yo no era una ingenua, pero creía que el sistema tenía una serie de grietas que se podían reparar. Hasta que el día del que hablamos caí en la cuenta de que los cambios cosméticos ya no valían, que el sistema no podía seguir funcionando sin modificaciones profundas. Fue cuando apareció Podemos. El mensaje de Pablo Iglesias me sonaba bien y empecé a acercarme ideológicamente.

-¿Y cuáles son esos cambios profundos que necesita el sistema?

-Sé que lo decimos mucho, pero creo sobre todo que hay que abrir las instituciones a la ciudadanía. La clase política ha patrimonializado las instituciones y ha dejado de estar al servicio de la gente. No es tanto un problema de diseño como de funcionamiento.

-Usted es constitucionalista y desde Podemos se está poniendo muy en cuestión la Constitución.

-Creo que lo que se está poniendo en cuestión es la utilidad de la Constitución a día de hoy para resolver los problemas que tenemos, no la utilidad que tuvo la Constitución cuando se aprobó. Tenemos un miedo reverencial a cambiar la Constitución, cuando en Alemania o cualquier otro país de nuestro entorno se ha hecho muchas veces. Los tiempos cambian y la Constitución tiene que cambiar con ellos. Creo que el consenso constituyente no se cerró en muchos puntos y por eso no se quiere reabrir ahora el debate: el tema territorial, la monarquía... Podemos entender que la Constitución sea la que es, pero a lo mejor hay que revisar algunas cosas sin ningún tipo de miedo. A mí me preocupa que se nos quiera hurtar el debate a los ciudadanos, es como si fuésemos menores de edad... Los ciudadanos tenemos que elegir.

-Paralelamente al debate de la reforma algunas personas cercanas a Podemos están poniendo en cuestión el proceso histórico de la Transición, quizás de una forma un tanto cicatera.

-A nosotros se nos ha dicho siempre que vivimos una Transición ejemplar y que nuestra Constitución es una de las más avanzadas de la historia gracias al esfuerzo de mucha gente... Yo no estoy cuestionando eso en sí, pero a lo mejor, ahora que han pasado más de 35 años desde que se aprobó, también podríamos reabrir el proceso constituyente, ya sin esos peligros que nos atenazaban en aquellos momentos, y cuestionarnos si las cosas que se decidieron tuvieron que ser necesariamente así o se podrían haber hecho de otra manera.

-¿Su opinión cuál es?

-Dudo que la Transición se pudiese haber hecho de otra manera. Dadas las condiciones tan difíciles que se vivieron en ese momento, creo que el proceso constituyente culminó con éxito, lo que no significa, insisto, que la Constitución tenga que durar cien años.

-La cuestión territorial es la gran herida por la que sangra España. ¿Cuál es su opinión?

-Yo soy federalista y creo que no hay otra alternativa posible.

-¿En qué tipo de federalismo cree usted?

-En el simétrico. Se que esto es difícil de defender ante algunas personas, pero creo que es la mejor fórmula de organizar los territorios del Estado.

-La simetría de los territorios españoles es, precisamente, lo que molesta a los nacionalistas periféricos. Un federalismo simétrico no contentaría ni mucho menos a estos partidos. El frente continuaría abierto.

-Sí, lo sé. Es complicado. En Podemos estamos haciendo un esfuerzo tremendo por buscar una fórmula territorial que se pueda defender en todos los sitios. Tengo muy claro que no deben existir desigualdades entre la ciudadanía de un territorio y de otro.

-Las encuestas le dan muy bien a Podemos en Cataluña. Un amigo me ha mandado hoy un mensaje diciéndome que Podemos se va a convertir en algo así como el partido de Lerroux en la Segunda República, en una garantía de la unión de este territorio al resto de España.

-Pienso que sí, que frente a la debacle que están teniendo en Cataluña algunos partidos que defienden la idea de España tal como la concebimos ahora y frente a las organizaciones nacionalistas, nosotros podemos convertirnos en esa fuerza que puede garantizar la unidad de todo el territorio.

-¿Es partidaria del referéndum en Cataluña?

-Ante la duda siempre hay que dejar hablar a la ciudadanía.

-¿Pero a la ciudadanía de toda España o sólo a la catalana?

-Haría falta un referéndum en toda España. Ahora bien, utilizar eso como excusa para no escuchar a los ciudadanos catalanes me parece que es una triquiñuela, una trampa. ¿Qué quieren los catalanes? No lo sabemos. Yo soy partidaria de escuchar y, a partir de ahí, decidir si hacemos una reforma constitucional, la cual se tendría que hacer según el mecanismo establecido por la Constitución.

-Pero este procedimiento, el que establece el Título Décimo, es muy largo y duro.

-Es muy complicado, pero no podemos admitir ese discurso de los partidos tradicionales que siempre intentan que no se inicie alegando que no se va a llegar a buen puerto.

-Partidos tradicionales... la tan mentada casta.

-No me gusta eso de la casta, pero el PP y el PSOE son como los padres que temen que los hijos tengan cierta autonomía.

-¿Y el País Vasco? Desde el cese de la actividad terrorista de ETA la cosa parece tranquila... Lo tienen todo: sus fueros, su cupo fiscal, su riqueza... Tienen poco de qué quejarse. Sin embargo, los nacionalistas ya empiezan a apuntar cuál será su próximo objetivo: la unión con Navarra. En las últimas elecciones han dado un paso importante. Al respecto, Zapatero dijo una de sus famosas frases solemnes: "Navarra será lo que quieran los navarros". ¿Qué opina usted?

-Iba a decir algo parecido [risas]. Tengo muy claro que lo primero es la voluntad de la ciudadanía que está en el territorio. Es importante que entienda que nosotros somos una manera de canalizar lo que la ciudadanía quiere. Lo que hay que hacer es articular procesos democráticos para que la gente se pronuncie. Ahora mismo no tengo una idea muy clara de si sería buena o no esa unión.

-Hablemos de la monarquía. Pablo Iglesias está continuamente apareciendo en la televisión con banderas republicanas... Hay un mensaje claro.

-Sobre la monarquía haría falta un referéndum.

-¿Y cuál sería su opción?

-La república, sin duda. No niego la legitimidad que otorga la Constitución a esa institución, pero creo que es mucho mejor que todas las instituciones dependan de los ciudadanos. La monarquía pudo ser una solución adecuada en su momento, pero, insisto, creo que la cuestión se cerró en falso. Ya somos mayores de edad.

-¿Por qué se ha pactado con el PSOE en ayuntamientos y comunidades autónomas? ¿No era un partido de la casta?

-Por que hemos llegado a las instituciones sin las mayorías necesarias y tenemos que elegir entre mantener al PP o impulsar el cambio, y para ese cambio ha sido necesario contar con el PSOE. No hay más.

-La crisis económica, la corrupción y las nuevas tecnologías han propiciado la aparición de Podemos. Me gustaría que nos centrásemos en la corrupción. ¿Cómo hacer para evitarla?

-Hay que poner más controles y, sobre todo, más transparencia. Uno puede tener la tentación de meter la mano, pero si no puede hacerlo no lo va a hacer. Tenemos que realizar un cambio de mentalidad radical... Por ejemplo, es incomprensible que la mesa del Parlamento andaluz nos haya dicho que no podemos tramitar la Ley de Cuentas Abiertas, que plantea la posibilidad de que un ciudadano pueda ver por internet desde su casa las cuentas de la Junta de Andalucía a tiempo real. Esto es algo que no está en nuestra cultura democrática y que lo tenemos que incorporar, aunque sea muy difícil.

-Su tesis doctoral trató de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional relativa al Parlamento. Me gustaría que nos centrásemos en esta última institución. Son muchas las voces que dicen que en España apenas existe el parlamentarismo.

-La situación ha ido degenerando con el tiempo. Mi impresión es que todo está previamente hecho y pactado. El Parlamento ha dejado de ser lugar de reflexión, debate y toma de acuerdos. Ahora son las cúpulas de los partidos los que toman esas decisiones previamente. El día de la toma de posesión en el Parlamento de Andalucía tuve la impresión de que aquello era un teatro, porque hubo un enfrentamiento entre el PP y el PSOE a cargo de la mesa que seguro estaba ensayado. Era una farsa que se estaba vendiendo a los medios.

-El Tribunal Constitucional también ha sido puesto en cuestión. Tardó mucho con la sentencia del Estatut catalán. ¿Tan difícil era?

-Pues seguramente era muy difícil, porque los miembros del tribunal sabían que su posición iba a tener unas consecuencias enormes. Y a la vista está... Un órgano como el Tribunal Constitucional tiene una legitimidad de origen, pero sobre todo de ejercicio. Es decir, mientras funcione bien no hay que cuestionarlo. Soy de las que piensan que hemos tenido un TC que durante muchos años ha dictado unas sentencias buenísimas: Tomás y Valiente, Pedro Cruz... Eso con el tiempo se ha ido perdiendo, sobre todo a partir de que el PP lo empezó a utilizar como tercera cámara: "Lo que pierdo en el Parlamento a lo mejor lo gano allí". Hemos confundido el debate político de las ideas con su constitucionalidad o no.

-¿Y qué le pareció la sentencia del Estatut?

-Era absolutamente innecesario entrar en la cuestión de si aparecía o no la palabra nación en el preámbulo, porque la exposición de motivos tiene un valor jurídico interpretativo pero no es objeto. Tampoco se puede pretender que una cuestión de ese tipo la resuelva el TC, eso lo tenían que haber hecho los agentes políticos que en ese momento estaban en las instituciones.

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