“Lo que tiene mérito es donar sangre”

El economista Rafael Salgueiro sufraga el azulejo con la reposición de la antigua denominación de calle Burro en la actual Alonso el Sabio

En la esquina con Puente y Pellón conviven los dos nombres de la calle, el actual y el que tuvo hasta 1845 .
En la esquina con Puente y Pellón conviven los dos nombres de la calle, el actual y el que tuvo hasta 1845 . / Juan Carlos Muñoz

28 de julio 2025 - 07:00

El vulgo dice los dos nombres del tirón en un sincretismo del callejero: calle Alonso el Sabio antes Burro. Ahora puede volver a leerse así en una de las más curiosas metamorfosis, como si fuera una fábula de Esopo o de La Fontaine: de Burro a Sabio y viceversa. Desde tiempos inmemoriales este tramo de calle muy tranquila que limita con las calles Puente y Pellón y Pérez Galdós se llamó calle del Burro. En 1845 empezó su nueva denominación de calle Alonso el Sabio. Honores para el monarca que nació en Toledo en 1221 y murió en Sevilla en 1284. El primogénito que cumplía 27 años el 23 de noviembre de 1248, cuando su padre, Fernando III, reconquistaba la ciudad. Entraron a caballo en Sevilla, pero el hijo del rey tuvo que esperar seis siglos a que destronaran a un burro.

“No hay en ella nada de particular”, dice Félix González de León sobre la calle Burro en su “Noticia Histórica del origen de los nombres de las calles de la Ciudad de Sevilla”, que data de 1859. El texto sucinto que acompaña el comentario contradice esa supuesta pobreza argumental. Nos cuenta que corresponde al cuartel B y a la parroquia del Salvador. Lo cual sigue siendo literalmente cierto. Si por Pérez Galdós la Encarnación se comunica con la Alfalfa (nada más oportuno junto a un Burro que la Alfalfa), en Puente y Pellón y después Lineros se adentra en la trasera del Salvador, las tiendecitas que describe Cernuda en Ocnos. Mientras se procedía a descubrir el panel y mostrar el paño cerámico del Taller Rocío Triana, entre el trasiego comercial que nunca ha perdido esta calle, caminaba Pedro Juan Álvarez Barrera, rector de la Colegiata del Salvador, que pastoralmente pertenece a la parroquia de San Isidoro. En cuestión de jerarquía eclesiástica, el Salvador es subsidiario de la Alfalfa y de la iglesia de la que era feligrés Ismael Yebra, que da nombre a la plaza colindante, justo frente a donde se ven los restos de la antigua sinagoga.

“Ignoro también el origen de su nombre”, escribe González de León. Alguien apunta que la calle pudo ser paso de reatas de burros. Antes del ferrocarril, era el medio de locomoción en el que los panaderos de Alcalá de Guadaíra traían su mercancía a la capital. Y que algunos de esos transportistas o pilotos de pollinos hicieran un alto para jugarse algo a los Dados, nombre antiguo de la calle Puente y Pellón, prócer de la Montaña que está enterrado en el cementerio de San Fernando y que fue en un par de ocasiones alcalde de Sevilla. El azulejo con el pretérito nombre de la calle Dados está en la agenda de la Asociación Niculoso Pisano, promotora de esta iniciativa.

El alcalde visitó la casa natal de Luis Cernuda en la calle Acetres y a escasos metros los delegados de Urbanismo, Juan de la Rosa, y de Casco Antiguo, Amidea Navarro, le daban impronta municipal al acto al que también asistieron vecinos y comerciantes de la zona, el responsable de la Gerencia de Urbanismo, Fernando Velázquez, y Ricardo Suárez, asesor artístico de este organismo.

En esta calle vivió la Beata Ciega, última víctima de la Inquisición

El donante en esta ocasión ha sido Rafael Salgueiro, que disfrutó en compañía de su hija Fuensanta y sus nietas Julieta y Lola. Economista, firma habitual en Diario de Sevilla y los periódicos del Grupo Joly. “No tiene ningún mérito, lo meritorio es donar sangre o esas donaciones que salvan vidas en el programa de trasplantes”.

González de León aseguraba haber visto “escrituras antiguas en que se nombra del Mesón de la Castaña (tan antigua es esta posada en esta calle). No es ancha; empieza en calle Dados a la de la Corona”. Calle Alonso el Sabio… antes Burro. La convivencia de rótulos coincide con la presentación del libro que Pedro Tabernero ha dedicado a Alfonso X y las Cantigas, que el jueves compareció en El Puerto de Santa María y el martes hará lo propio en el Archivo Histórico Provincial.

“No hay en ella nada de particular”. Eso depende. Es la calle donde estaba la pensión Iris, que regentaba Inés, en la que buena parte de los huéspedes éramos periodistas que empezábamos a ganarnos la vida con el oficio en distintos periódicos o emisoras de Sevilla. Una casa más que una pensión en la que vivimos la pasión del 28-F en 1980 (el 23-F de 1981 ya nos habíamos independizado). La casa de huéspedes a la que me dirigía el Domingo de Ramos, 30 de marzo de 1980, y vi el primer misterio de la Semana Santa de Sevilla, la Cena. Uno de los vecinos de la calle Alonso el Sabio es el periodista Pepe Fernández, que apunta un hecho que no figura en el libro de González de León.

“En esta calle vivía María de los Dolores López. El nombre no te dirá nada. Era conocida como la Beata Dolores o la Beata Ciega y fue la última persona condenada a muerte en España por la Inquisición”, dice Pepe Fernández, voz histórica de los informativos de Radio Sevilla. La Beata Ciega muere el 24 de agosto de 1781, es decir, diez años después del Plano de Olavide. El alcaide peruano que repobló Sierra Morena en el programa de Carlos III también fue perseguido por la Inquisición.

En Pérez Galdós, donde está la Residencia de Mayores estaba la sede regional de la UGT. Sigue la cervecería La Aurora, que data de 1913. En la puerta de Sopa de Ganso, el rostro de Groucho se ríe del mundo. Puente y Pellón llega hasta lo que fue Vilima. Lina se trasladó, el bar El Comercio (de 1904) sigue en su sitio y desapareció Casa Marciano con ese jamón en el escaparate que era una nave de extraterrestres. Pérez Galdós y Puente y Pellón son el Tigris y el Eufrates que rodean este estuario con un atolón de calles, Siete Revueltas. Se buscan donantes para reponer los antiguos nombres de calle de la Teta (hoy Espada) y calle de la Sopa (Goyeneta).

En la calle Alonso el Sabio hubo una librería preciosa, Aconcagua. Nunca olvidaré la noche que Natalia Bolívar, presentada por Román Orozco, alumbró allí su libro Cuba Roja. Esa misma noche, dos cobardes acabaron con las vidas de Alberto Jiménez-Becerril y Ascensión García Ortiz. Era 30 de enero de 1998.

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