Murillo pinta en el tablao de Los Gallos

Calle Rioja

Máximo Moreno y Patricio Hidalgo hablan de su respectiva relación como fotógrafo y pintor con el flamenco en los 15 años de la declaración de Nairobi

De izquierda a derecha, Andrej Vujicic, Patricio Hidalgo, Rafa Iglesias y Máximo Moreno.
De izquierda a derecha, Andrej Vujicic, Patricio Hidalgo, Rafa Iglesias y Máximo Moreno. / ismael Rubio

EN el Central o en el Lope de Vega hubieran puesto en pie el patio de butacas. Casa de Murillo, junto al convento y el bar de las Teresas. En el corazón del barrio de Santa Cruz. Andrej Vujicic (Belgrado, 1971) interpreta instrumentos nada habituales. Al ritmo de este serbio que en 1991 dejó su tierra para, con escalas en Malta y Australia, llegar a Sevilla el año 2000 y hacerse “serbillano”, el pintor Patricio Hidalgo (Ibiza, 1979), hijo de emigrantes andaluces, va improvisando un cuadro que termina siendo un cuadro flamenco con sus palmas, su taconeo y su guitarra.

La mañana fue un trívium de tres artes unidas en torno al flamenco para celebrar los 15 años de su declaración en Nairobi como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad: la música, la pintura y la fotografía, representada ésta por Máximo Moreno (Sevilla, 1947), superviviente de una saga de artistas que le permitió conocer a los grandes del flamenco en el estudio de grabación (Josele Moreno) o en las actuaciones (Benito Moreno).

De fundir esas disciplinas se encargó Rafa Iglesias (Baracaldo, 1963), que entró en el flamenco a través del cómic y la ilustración y además de diseños de todo tipo y unas camisetas de Silvio que han llegado a los más lejanos confines ha firmado muchas portadas de discos, incluida la Antología inédita de Camarón, el trabajo póstumo de José Monge.

Una conversación a tres bandas que después que la presentación que Iglesias hizo del fotógrafo y del pintor empezó con un juego de ilustraciones, un baile diseñado por Patricio Hidalgo con la Farruca de Gades como decorado musical. Hablaron cada uno de cómo aparece el flamenco en sus vidas.

“Yo llegué al flamenco como a la mayoría de los sitios”, dice Máximo, “a destiempo y por casualidad”. Y recordó los primeros cantes en la plazuela de los Carros, el descubrimiento de un arte telúrico, “nunca he sabido bailar flamenco ni sevillanas”; el encuentro con Gonzalo García Pelayo, cómplice de fiestas que duraban “dos y hasta tres días”. Y el ambiente familiar. “Benito tocaba mejor la guitarra que Josele. Recibía clases de Manolo Brenes, el guitarrista que iba con Menese. Manolo Brenes venía a mi casa”.

Patricio Hidalgo conoce el flamenco por su familia. “Mi padre ha sido un hippy flamenco y mi abuelo era amigo de José María Moreno Galván, que ha sido uno de mis referentes para la pintura”. Los dos, el pintor y el fotógrafo, tienen una relación muy especial con el arte que recibió los honores en Nairobi el mismo año que España ganó en Sudáfrica el Mundial de Fútbol.

Máximo escucha cada vez menos flamenco, “el turismo lo ha estropeado”, y lo dice en el barrio más turistificado de España, una especie de Ibiza del marqués de la Vega-Inclán y Wasington Irving. Cuando pinta, Patricio Hidalgo prefiere hacerlo escuchando rock o música clásica. “El flamenco requiere toda mi atención. Si escucho el disco de Fernanda y Bernarda de Utrera en el Olimpia de París tengo que dejar de pintar”.

Un flamenco muy personal vivido por los dos en las antípodas del cliché y el estereotipo. Patricio estaba un día pintando en el sótano de la casa de Mario Maya. “Mariana, su mujer, me dijo que venía una visita. Había una guitarra ramírez y la visita se puso a tocarla. Le pregunté su nombre y me dijo que Rafael. Cuando después dijo Riqueni no me lo podía creer. Yo creía que estaba muerto”.

Máximo Moreno fue un día a hacerle unas fotos a Paco Cepero a su casa de El Puerto de Santa María. Llegó otra visita, en este caso Pansequito. “Panseco se puso a cantar y Paco Cepero a tocar la guitarra, los dos para mí. Un guitarrista y un cantaor tienen una fuerza tremenda, forman una orquesta sinfónica”.

Sus vidas se cruzaron en Ibiza. La ciudad insular donde nace el pintor y donde va el fotógrafo a trabajar. “Estuve seis meses, descargué en el muelle todo el cemento de Ibiza. Fue cuando me fui a la mili. Estaba grabando Pink Floyd y la isla sólo tenía un guardia civil”.

Dos artes gráficas que no tienen nada que ver. La fotografía recibió un encendido elogio de Julio Cortázar en un relato (‘Las babas del diablo’) que llevó al cine Antonioni (‘Blow-Up’). “Pintar es otra cosa”, dice Máximo. “Pintar es para mí, a veces me olvido hasta de comer”. Patricio Hidalgo ha expuesto en Dublín y en San Petersburgo. Cuando compone el cuadro a partir de la inspiración musical de su amigo de Belgrado, le digo que podía estar perfectamente colgado en el vecino tablao de Los Gallos. “El cartel de Los Gallos es mío”. A Murillo, en su casa, le hubiera gustado este desparpajo de negros sobre blanco.

La vida de Máximo Moreno ha sido una aventura. Entre la mística y la picaresca. “En Madrid viví ocho años en pensiones”. Cuando descubrió el filón de las portadas de discos, pasó del hambre y la penuria a cobrar un millón de pesetas en un mes. Estuvo en las grabaciones de todos los discos de Triana. “Cuando estaba haciendo ‘El Patio’ se muere mi padre y mi hermano estaba en Francia”. Con Camarón quedó una vez para una sesión fotográfica en Barbate. “Su actuación era a las diez de la noche y llegó a las tres de la madrugada. Le hice las fotos sin luz”.

Los dos coinciden en la maestría de Bambino como innovador, en la vanguardia sin poses de Israel Galván. Máximo mostró sus ‘Mínimos’, los trabajos que se quedaron en la cuneta, como la portada de un disco de Paco de Lucía preso entre las cuerdas de su guitarra. “Nos llevábamos nueve días”.

El cuadro que hizo Patricio Hidalgo con la música de Andrej Vujicic puede verse toda esta semana en la Casa Murillo, que ayer acogió una reconstrucción de ‘El Patio’ de Triana para los Nietos del Agobio. El mismo patio donde cada lunes se reunían los profesores de los cursos de otoño de la Universidad Menéndez Pelayo. “El flamenco no es mi única temática, pero es la que más desarrollo en mi pintura”, dice Patricio Hidalgo. Máximo hace algunas confidencias musicales: Frank Zappa viene muy bien para el gimnasio y los Cuartetos de Beethoven “para los temblores”.

Música, pintura y fotografía. Tres mosqueteros al servicio de la noble causa del Flamenco, con Rafa Iglesias haciendo de D’Artagnan.

stats