“Es la novela más Pepe que ha escrito mi padre”
calle Rioja
La presentación de ‘El agua de las brevas’ se convierte en un homenaje a Pepe Almuedo por su amor al paisaje y al paisanaje de sus amigos
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Y encima su amigo se llama Curro. Ya conocen el chiste del que se presenta como bético y comunista y su interlocutor le responde: ¿Y tú cuándo disfrutas? El chiste es muy anterior a la reciente final contra el Chelsea, a los muchos éxitos del equipo verdiblanco, pero refleja el senequismo ancestral de Pepe Almuedo (Montellano, 1956-Sevilla, 2022). Episodios de una doble militancia que Francisco de Paula Candau, Curro para los amigos y para José Almuedo Palma, fue desgranando en la emotiva presentación en La Carbonería de la novela ‘El agua de las brevas’.
En las antípodas de lo que sería libro póstumo, el acto se convirtió en una celebración. En palabras de Encarna Castillo, su esposa, “a Pepe lo veo en cada abrazo”. Un geógrafo tan social en su manera de entender esta disciplina científica y en su forma de agarrarse al mundo: los abrazos de los profesores del Velázquez, de los amigos con los que todos los meses se reunía a comer en Vejer, los amigos de Sanlúcar la Mayor y de Benacazón, los de la plaza del 2 de Mayo, los de la Norte, los de Juan Belmonte, 107, los pancipelados por supuesto, gentilicio de los nacidos en Montellado, en la ruta de los Pueblos Blancos.
“Pepe era amigo de esta casa desde hace mucho tiempo”, dice Pisco Lira. Pese al calor, no había un solo asiento libre en La Carbonería. Allí es donde presentó su primera novela. “Es la novela más Pepe que mi padre ha escrito”, dice Ana Almuedo, una de sus dos hijas, que al final de sus palabras se funde en un abrazo con su hermana María. La hija viajera, cooperante, los mapas del alma del padre geógrafo, al que recuerda en una visita muy niña a Disneyland y otra expedición más científica cuando “nos explicó sobre el terreno las fallas y las placas tectónicas en las faldas del Himalaya”.
“Leer la novela es como estar con Pepe”, dice Encarna. Y la edición del libro ha sido una labor en equipo “como una fiesta de cumpleaños”. La guinda, la portada de Manolo Cuervo. “De Pepe queda su mundo, que somos todos nosotros, esa urdimbre de amigos que fue elaborando y cuidando toda su vida”. Habla Curro. Dos vidas paralelas, como quien dice.
Recordó al hijo de Antonio Almuedo y Carmen Palma, que regentaban un puesto de carne en la plaza de abastos de Montellano. “Fue su abuela la que introdujo la morcilla de hígado en el pueblo”. De la que volverá a hablar en una de las aventuras conjuntas. Pepe estudió en los Salesianos de Montellano, jugaba de defensa central en el equipo Goma 2, “no tenía mucha técnica, pero sí dotes de anticipación y era expeditivo en el despeje”.
“Se jugó la beca por mí”, cuenta con la emoción a punto de traicionarlo. Durante 39 años fueron juntos a ver los partidos del Betis. “Un año nos enfadamos con la directiva por haber vendido futbolistas, pero luego volvimos”. Hace cuarenta años, el Betis vendió a Gordillo al Madrid. Disfrutaban del tercer tiempo. Los dos amigos se afiliaron al Partido Comunista poco antes de su legalización el Sábado Santo de 1977. No tardó mucho en llegarles un encargo. “Desde Morón nos dijeron que contaban con nosotros para el primer mitin en Montellano. Mi familia era de derechas y franquista, la madre de Pepe supercatólica”. No hubo escapatoria. Sus nombres sonaban por el megáfono del coche del partido. La bronca en casa de Curro fue tremenda. Le preguntó a Pepe. Su madre le recordó que ese Partido había intentado quemar la iglesia del pueblo “y además eres tonto”, le contó que le dijo, “a partir de ahora medio pueblo va a dejar de venir a comprar morcilla”.
Pelillos ideológicos a la mar. En la siguiente generación se amansaron las aguas. “Nosotras nos hicimos marxistas sin saberlo”, cuenta con mucha gracia su hija Ana. “Le oíamos hablar de plusvalía, de capital, de acumulación de la riqueza”. El prólogo del libro lo escriben sus amigos Paco Gallardo y Mamen Martín Salinas. “Una vez vino a mi casa con un plato de lasaña de cola de toro que les había encantado a mis hijas cuando fuimos a verlo a Sanlúcar la Mayor”, cuenta Mamen.
Paco Gallardo lo conoció cuando empezó a tratar en su consulta de medicina deportiva a las hijas de Pepe, ambas remeras de la selección nacional. “Podía ser el guionista de la película ‘El 47’ con sus vivencias de emigrante”. Se fue a Barcelona a completar sus estudios. “Conoció la modernidad”, dice Gallardo, asombrado cual Onofre Bouvila ante esa ciudad de los prodigios. Después vendría el desencanto, que su hija Ana llama “tufillo supremacista del nacionalismo catalán”.
La emigración es santo y seña de la gente de Montellano. Parte de la familia de Pepe Almuedo emigró a Teruel. O la gente de los pueblos que llegaron a reclamo de la Sevilla del 29, que él reflejó en el libro ‘Al Este del Edén’, un recorrido por cuatro barrios de nuevo cuño, entre ellos el que se denominó Estados Unidos de Amate. Almuedo acompañó a Gallardo a buscar datos en el padrón municipal de Jesús de la Rosa, alma de Triana. La muerte de Pepe frustró el proyecto de un libro conjunto sobre la situación sociosanitaria de los barrios en el primer tercio del siglo XX.
Juan Ojeda le rinde pleitesía al compañero que hizo del paisaje una forma de entender mejor el mundo. En el paisanaje está claro que era toda una autoridad. Recuerda las tremendas controversias entre dos sabios, uno de El Coronil, otro de Montellano, “las discusiones de Almuedo con su maestro Antonio Miguel Bernal por el fracaso de la Ilustración y la revolución liberal de Andalucía”. Su amigo Manuel Garuncho lo evoca con una leyenda preciosa del rey dadivoso con el condenado que cumple su promesa con tal de salvar la vida de sus amigos.
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