Peleas, robos, droga, prostitución y suciedad: la degeneración extrema del Distrito Macarena
Los barrios que rodean al Parlamento de Andalucía viven una situación insostenible en sus calles por la concentración de albergues para personas sin hogar en esta zona
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No es nuevo que Sevilla se esté degradando conforme pasan los años. Tampoco es nuevo que sean los barrios más humildes los que lleguen más al extremo de los problemas. La paciencia de los vecinos se va acabando y muchos no saben qué hacer. Este es el caso de lo que algunos denominan 'Zona Macarena'. El distrito, con todos los barrios que rodean al Parlamento de Andalucía, expone en sus calles un nivel de dejadez nunca antes visto: El Cerezo, La Carrasca, El Rocío, El Torrejón, etc... Todos ellos se encuentran en una situación de soledad ante malas conductas, ante sucesos de notable gravedad. Esta dejadez se traslada a las inmediaciones de las viviendas con una oleada de indigencia, violencia, drogadicción, alcoholismo y hasta prostitución. Y todo, ante la impotente mirada de los vecinos.
En el entorno de la Basílica de la Esperanza Macarena se respira un ambiente tranquilo, sin crispación alguna, en contraste con lo que se puede palpar una calle más adelante. A partir de Don Fadrique comienza el infierno que Ramón Pizarro, presidente de la asociación de vecinos Haular y presidente de la Intercomunidad Hermandad del Trabajo Primera fase, comienza a poner en contexto. "Si esta situación no es límite, no sabemos ya lo que nos queda por vivir", declara con pesar y tono de desesperación. Cuando la noche llega es cuando todos los problemas cobran vida en estos barrios. La ingente cantidad de personas sin hogar y otros que se dedican a delinquir crean el clima perfecto para que las madrugadas sean interminables e insoportables. Uno de los posibles argumentos con los que se puede explicar todo este gran problema es la "centralización de los albergues en la zona", como explica Pizarro.
Los locales que venden alcohol a horas prohibidas son uno de los desencadenantes. "En mi barrio, en la calle Primavera, hay dos puntos de venta donde se vende a partir de las diez de la noche. Y eso lo sabe todo el mundo", cuenta Pizarro. A partir de ahí, vía libre al alcoholismo descontrolado: "Beben continuamente hasta caerse al suelo. Esto genera peleas de celos, de rivalidad, de nacionalidad". En ese aspecto destaca que conviven una variedad reseñable de orígenes: españoles, marroquíes, latinoamericanos (a quienes Pizarro atribuye la venta de alcohol ya mencionada) y, recientemente, la llegada de argelinos. Como menciona el presidente de Haular, "aquí no podemos globalizar". "Hay gente buena y gente mala, igual que españoles buenos y españoles malos, marroquíes que vendrán a trabajar ahí ysudamericanos que vendrán a trabajar, como todo el mundo. Pero sí es verdad que ha entrado una partida de argelinos que son los que están deteriorando del barrio, sobre todo con los robos", advierte. Según él, el modus operandi es claro: "Lo único que hacen es bichear. Van dando vueltas hasta que a una mujer mayor le quitan el móvil. Yo he presenciado cómo le quitan el móvil a una mujer latinoamericana", asevera este vecino del Distrito.
Otro problema: la basura sin recoger, que es sinónimo desuciedad. A esto se suma lo que es sobrante de las personas que viven en la calle. "Después, esos desechos que dejan estos señores se quedan en medio de la calle. No son capaces de coger una bolsita y decir, mira, hemos ensuciado esto, vamos a recogerlo. Imposible. Lo dejan en medio de la calle", declara Pizarro, que aporta su punto de vista acerca de otros visitantes insalubres: "Lo que no entendemos es el movimiento de las ratas. Es que son como caballos. Eso es constante".
Mientras cuenta las calamidades que pasa junto a sus convecinos, enseña la galería de su teléfono, que está plagada de pruebas de lo que se ve en las calles de los barrios: desde peleas a puñetazo limpio a plena luz del día a personas durmiendo en batería en las cercanías a los portales, en grupos de ocho a diez personas.
Las agresiones a los vecinos son otro de los puntos que sobrepasan los límites. Pizarro también fue agredido en un callejón que él tiene que cerrar. Y no ha sido el único. "Un vecino de La Carrasca, que está pegado a la intercomunidad que yo llevo, increpó a un señor que estaba orinando en la calle para decirle que por favor orinase en su casa o se fuese a un bar. Si no le pegaron fue de auténtico milagro", narra.
Joaquín Méndez es un vecino que lleva 35 años en La Carrasca y siente que no ha vivido nada igual. “Ven a una chiquilla de 15 años algo arreglada y empiezan a decirle cosas, y cuando les reprenden, te forman el espectáculo”, comenta el sevillano, que hace referencia a una inseguridad más que palpable.
La invasión de zonas comunes de comunidades de vecinos también es frecuente. "Tengo imágenes del rellano de una vivienda, concretamente en La Carrasca, de un señor durmiendo dentro del portal, en la escalera. En la misma puerta de los bloques se hacen botellona. O se consume droga, y les da igual", explica Pizarro. "Estamos volviendo a los años 90, cuando el Polígono Norte era el Polígono Norte", añade. La gravedad sobrepasa los límites cuando se hace referencia a la prostitución. "Creíamos que más o menos eso estaba controlado pero... En el Cerezo hay puntos de prostitución", dice.
Faltan policías... y soluciones
La solución a corto plazo no es otra que la aportación, por parte del gobierno municipal, de un mayor número de efectivos policiales. Llama la atención que, con estas situaciones, no ocurran más desgracias. La situación en el rostro de Ramón es de máxima desesperación. "Nosotros llamamos por una necesidad, no llamamos por gusto. Llamamos porque hay una persona que está agrediendo a otra o hay una persona que está molestando a un vecino con música a las tantas de la madrugada", sostiene Pizarro. "Nos hemos enterado de que vuelven los serenos en octubre, pero por Participación Ciudadana se han solicitado para el barrio y nos han ignorado”, dice Joaquín.
Las personas que originan todos los altercados no reciben un castigo severo o una sanción que coarte esos comportamientos. “No les multan porque son insolventes. No les llega la multa. Les llaman la atención y al día siguiente siguen haciéndolo”, argumenta Joaquín. "No tengo la necesidad de ver a personas copulando a plena luz del día, drogándose o borrachas hasta los topes", asevera Ramón con insistencia.
Las patrullas policiales se pueden ver por la mañana, como bien aclara, pero por la noche desaparecen. Temen que esta problemática acabe como en otros sitios de la ciudad. "La policía municipal no existe. Allí, que yo vea, hay una patrulla por las mañanas dando vueltas, pero por las noches está totalmente ausente. Eso es la ciudad sin ley. Nos estamos convirtiendo en lo que es, por desgracia, la barriada de Los Pajaritos. No queremos llegar a las Tres Mil", advierte Pizarro.
En el futuro más próximo, los vecinos desean realizar una movilización de todo el Distrito para reclamar de forma pacífica más seguridad y limpieza. Esa manifestación ante lo desesperado de la situación será en septiembre. "Nos vamos a tener que echar a la calle los vecinos. Verás como sí vienen las autoridades municipales a decirnos 'oiga, esto está prohibido'. Y también está prohibida la botellona, también está prohibido vender alcohol a partir de las 22 de la noche o también está prohibido orinar y defecar en la calle. Ellos vienen cuando nos juntamos nosotros para proteger nuestras zonas comunes", apostilla Pizarro.
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