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Sevilla

Más de 30 plantas elevan el debate

  • Las plataformas ciudadanas 'Sevilla se mueve' y '¡Túmbala!' han apostado a favor y en contra de la obra de César Pelli

¡Túmbala! Y Sevilla se mueve, dos plataformas ciudadanas que entienden de manera muy diferente el proyecto de la Torre Cajasol. La primera de ellas fue creada expresamente por diversas asociaciones patrimonialistas, arquitectos o ecologistas, para alertar del perjuicio que, según ellos, el edificio de 39 plantas César Pelli iba a ocasionar al paisaje urbano de Sevilla y a sus monumentos principales. Su lema: "¡Al suelo con ella!". Los segundos se asociaron tras conocerse en el foro Sevilla 21. Son profesionales de toda índole, la mayoría licenciados superiores, y aunque su primer objetivo se centró en el proyecto de Metro, decidieron tomar partido a favor del rascacielos a raíz de la primera reunión de la Unesco en febrero de 2009.

Las posturas de estas dos organizaciones son antagónicas. Es habitual que se lancen reproches y ataquen con informes y contrainformes para defender sus ideas respecto a la torre. "Tras la primera reunión de la Unesco en Sevilla empezamos a movernos más en serio. Veíamos que en los medios de comunicación sólo salía la voz de los que estaban en contra, y decidimos dar un paso adelante porque constatábamos que la mayoría de las personas estaban a favor de la torre", asegura José María Bascarán, presidente de Sevilla se mueve. En Túmbala vieron el rascacielos desde el primer momento como un ataque al patrimonio de la ciudad. "Exigimos que para hacer esa obra en una ciudad con varios de sus bienes inscritos, debían haber seguido el protocolo y remitir el proyecto a la Unesco", señala Ana Ávila, licenciada en Geografía e Historia, gestora cultural y experta en cuestiones patrimoniales.

El primer encontronazo entre partidarios y opositores ocurrió con la "Guerra de los montajes". En Túmbala hicieron un fotomontaje sobre cómo quedaría el paisaje una vez concluido el edificio. Sevilla se mueve respondió con los suyos. Ambos aseguran que demostraban sus posturas.

Los detractores de la torre aseguran que con ella se pone en peligro el patrimonio, además de causar una grave afección al paisaje urbano y no la ven como un paso hacia el futuro: "En una sociedad del siglo XXI no es moderna. El problema aquí es la ubicación del rascacielos que es el menos idóneo. Además es un proyecto muy mal gestionado desde el principio que supone un monumento al poder político y financiero en esta época de terrible crisis. El día que alguien tire de la cuerda el escándalo va a ser muy grande". Los defensores dicen que los sevillanos harán suya la torre, como han hecho con las setas y podrán disfrutar de un "proyecto de muchísima calidad": "Pelli lo pensó muy bien para ese lugar. Es una torre muy sevillana. Dispone de la mayor certificación en eficiencia energética y sostenibilidad. Vamos a tener un mirador ajardinado alejado para disponer de otra vista de la ciudad y nos aportará mayor potencial turístico".

Desde Túmbala ponen en cuestión cómo se otorgaron las licencias, y explican que no sólo afecta al paisaje y al patrimonio, también a otros aspectos como el modelo de ciudad, la movilidad urbana o el tráfico aéreo. Como no podía ser de otra manera, los partidarios aseguran lo contrario y que estos argumentos se caen por sí solos: "El PGOU preveía ahí un aparcamiento para 4.000 plazas. El de la torre es menor. Está previsto que lleguen dos líneas de Metro, un cercanías y autobuses. Lo que hay que hacer es impulsar esto. Lo del tráfico aéreo cuanto menos es ridículo".

En lo que sí se ponen de acuerdo es en la mala gestión que tanto el Ayuntamiento actual como el anterior han realizado. "Estamos muy decepcionados", dice Bascarán. "El alcalde no ha tenido las agallas para hacer un política seria y parar las obras", revela Ávila. En Sevilla se mueve confían en que la torre se termine. Túmbala recuerda que la Unesco ha pedido hasta en tres ocasiones que se pare la obra para redimensionar el proyecto. "No tiene sentido que metan a Sevilla en la misma lista de ciudades con patrimonio realmente en peligro por guerras o conflictos. En cualquier caso, de ahí se sale también. Aunque no nos gusta, tampoco iba afectar al turismo", concluye José María Bascarán. Por su parte, Ana Ávila considera que se está jugando con el prestigio de la Unesco, por lo que habría que parar la obra: "Hay que replantear el proyecto y castigar a los que han consentido esto".

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