El puente de Alfonso XIII ante su centenario: del ostracismo a la ansiada recuperación

El autor destaca que, tras casi tres décadas de ostracismo y propuestas intermitentes, el reciente anuncio de Rafael Carmona, presidente del Puerto de Sevilla, de encargar el proyecto de restauración representa un paso significativo hacia su recuperación

El puente de Hierro espera su recuperación junto a la avenida de las Razas.
Marcos Pacheco Morales-Padrón
Marcos Pacheco Morales-Padrón
- Historiador

El puente de Alfonso XIII, conocido popularmente como puente de Hierro, es una de las piezas más singulares del patrimonio industrial de Sevilla. Construido en los años veinte con motivo de las obras de ampliación del Puerto, promovidas por los ingenieros Moliní y Brackenbury, fue concebido para facilitar el acceso entre la margen izquierda (avenida de La Raza y futuro sector Sur de la Exposición Iberoamericana) con los terrenos de Tablada (base aérea e instalaciones de hidrocarburos de CAMPSA). Combinaba tráfico rodado, ferroviario y la posibilidad de apertura central para el paso de buques, lo cual le convirtió en el primer puente levadizo de Sevilla y, tras nuestras recientes investigaciones, también en el de España. Su estructura metálica, con un vano central basculante de 56 metros, hizo que destacase en su época y llegase a ser un hito visual del frente fluvial.

Durante décadas dicha infraestructura funcionó como un nexo operativo y simbólico de la ciudad, especialmente para ir a la Feria, pero la intensa evolución del tráfico de los años ochenta llevó a que, en 1992, y por causa de otra exposición internacional, fuera sustituido por el de Las Delicias. No obstante, aunque la estructura quedó fuera de servicio, hubo esfuerzos ciudadanos para su preservación —como la plataforma Planuente, que reclamó su conservación—. Finalmente, en 1998 la Autoridad Portuaria, su propietario, decidió que el emblemático puente, de factura barcelonesa con patente de Chicago, fuese desmontado de su emplazamiento original por razones de seguridad en la navegación y la próxima reforma del muelle de Las Delicias, de cara a adaptarlo al turismo de cruceros. Tras la polémica actuación, gran parte de la estructura quedó almacenada y custodiada en el propio muelle hasta 2003, cuando los tramos fueron reensamblados en la margen izquierda, junto al barrio del Heliópolis, como elemento visible, pero sin uso abierto.

En los últimos años la demanda ciudadana y el interés por la recuperación del patrimonio industrial (Atarazanas o Real Fábrica de Artillería) han vuelto a poner al puente en la agenda pública. El anuncio más relevante en clave reciente proviene de la Autoridad Portuaria. En julio se licitó la redacción del proyecto de restauración y puesta en valor del puente, con la intención explícita de integrarlo como eje cultural en el nuevo Distrito Urbano Portuario de Tablada. Este movimiento supone, por primera vez desde su desmontaje, una apuesta institucional clara por la reintroducción de nuestro protagonista en la vida pública.

Pero echemos una mirada hacia atrás. Los proyectos que desde 1998 han circulado pueden agruparse en tres grandes líneas: 1) restitución funcional como puente o pasarela peatonal en su ubicación original; 2) incorporación como elemento escénico o expositivo —anfiteatro, teatro del puente o mirador cultural— dentro de un gran parque portuario; y 3) traslado y reutilización en otro emplazamiento (propuestas para San Jerónimo, Gelves y Altadis). Cada enfoque ha planteado retos distintos, de seguridad, logística, financiación o contenido, los cuales quedaron en propuestas técnicas y debates ciudadanos sin llegar a materializarse. En la práctica, la última iniciativa licitada parece combinar la primera y la segunda línea: conservar y restaurar la pieza en una ubicación visible, adaptándola como reclamo cultural y mirador dentro del plan del Puerto.

Es importante subrayar que el proceso no está exento de tensión: colectivos defensores del puente reclaman que cualquier proyecto respete su integridad histórica y evite soluciones que lo descontextualicen. En conjunto, durante estos años se han podido testear varios sentimientos predominantes: frustración ciudadana indicando hartazgo, por ver promesas incumplidas durante décadas, y el puente deteriorarse cada vez más sin señales de compromiso real; sensación de abandono político/patrimonial, pues se percibe que el puente ha sido olvidado, que no se le trata con la prioridad que merece como patrimonio industrial, histórico y símbolo de la ciudad; deseo de una solución concreta, y que el puente no quede como mero objeto decorativo; escepticismo sobre los planes gubernamentales, pues algunas asociaciones ven que no satisfacen las aspiraciones de los vecinos, ni el potencial patrimonial del puente; y apoyo institucional formal pero débil en ejecución, pues hasta el momento solo ha habido escasas acciones tangibles.

En síntesis, la historia del puente de Alfonso XIII combina valor histórico, memoria colectiva y complejidad técnica. Tras casi tres décadas de ostracismo y propuestas intermitentes, el reciente anuncio institucional de Rafael Carmona, presidente del Puerto de Sevilla, de encargar el proyecto de restauración representa un paso significativo hacia su recuperación. Por tanto, estamos ante una excelente noticia para Sevilla por varias razones: patrimonial, es un testimonio único de la ingeniería metálica del primer tercio del siglo XX y de la historia del Puerto y la Exposición Iberoamericana, cuando no restaurarlo supondría una pérdida irreparable; identitaria, ya que el puente, pese a estar desmontado, nunca dejó de formar parte de la memoria colectiva sevillana. La ciudad ha demostrado en numerosas ocasiones su apego a los símbolos históricos, y esta infraestructura es una de las más representativas; urbana y cultural, ya que integrarlo en el futuro Distrito Urbano Portuario de Tablada lo convertiría en un icono visual y en un espacio útil para la ciudadanía. La clave será que no quede reducido a mero «monumento inerte», sino que tenga un uso vivo que invite a visitarlo.

El mayor peligro es que el proyecto quede a medio camino —que se restaure parcialmente, pero sin darle un uso concreto ni dotación económica estable—. Sevilla ya tiene ejemplos de proyectos inconclusos, y sería triste que este puente engrosara esa lista.

En conclusión, el puente de Hierro es la "bella durmiente" del Puerto de Sevilla. Primero se llevó "castigada", en una esquina del muelle de Las Delicias, entre 1998-2003. En este último año recibió la manzana envenenada, por parte de las indolentes instituciones municipales y portuarias, que le hizo llevar 22 años somnolienta. Esperemos que el próximo año, al cumplir esta dama de acero dulce los cien años, aparezca su príncipe que le bese y haga despertar de su arrumbado letargo. He aquí, solo un amante.

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