Sevilla

La resistencia de Sevilla contra el virus

  • El alcalde, Juan Espadas, y el delegado de Bienestar Social, Juan Manuel Flores, evocan este período en el que la sociedad sevillana dio la cara ante la crisis

Varios hombres esperan en la puerta del comedor de San Juan de Dios el pasado noviembre.

Varios hombres esperan en la puerta del comedor de San Juan de Dios el pasado noviembre. / Juan Carlos Vázquez

"La sociedad entendió casi de golpe que tenía que cambiar sus vidas y atender los criterios de las autoridades sanitarias para poder reconducir una situación de la que, en los primeros momentos, no podíamos imaginar su gravedad. Pero pronto vimos que era una pandemia global".

El alcalde, Juan Espadas, rememora el 14 de marzo de 2020. Recuerda al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, "al que todos vimos y oímos declarando el estado de alarma y anunciando el confinamiento para intentar combatir el contagio por el Covid". Y en Sevilla, como en el resto de España, cada hogar levantó una muralla dando paso a un tiempo de cierres, distancias, permisos, salvoconductos, inmovilización, confinamiento, restricciones, colas, prohibiciones. Sevilla, como las demás ciudades, se vio obligada a disfrazarse, muy a su pesar, de Berlín Este.

Ha sido también un tiempo de urgencias y de emergencias. Un año que ha puesto a prueba los recursos de la ciudad y los medios de sus instituciones para reaccionar contra un desastre para cuya embestida no se habían ensayado simulacros. No se ha tratado de un incendio ni de una inundación ni de un seísmo. Pero el coronavirus ha quemado, ha ahogado y ha sacudido la ciudad, todo a la vez.

"Debemos mirar el futuro con esperanza, la recuperación va a ser progresiva", subraya Juan Espadas

"Cuando se decretó el estado de alarma lo primero que nos planteamos fue que teníamos que dar respuesta a la población vulnerable en una situación excepcional. Teníamos que conseguir no dejar a nadie atrás y adaptar todos los programas a unas circunstancias extraordinarias e imprevisibles. Y hubo que hacerlo con urgencia, con muchas dificultades y con un gran esfuerzo de todo el equipo", recuerda Juan Manuel Flores, delegado de de Bienestar Social, Empleo y Planes Integrales de Transformación Social. "En poco tiempo tuvimos que montar un dispositivo para las personas sin hogar porque no tenían espacio para cumplir con el confinamiento. Al mismo tiempo, nos esforzamos todos en buscar soluciones para los miles de dependientes que se quedaron sin atención presencial. Y cada día que pasaba se incrementaba la demanda de ayudas y suministros básicos para muchos hogares que no tenían recursos para alimentación".

El vaciamiento de las calles, las plazas, las avenidas, las alamedas... la imagen de desolación que ofrecían todos los barrios, contrastó con la aglomeración en los comedores sociales. Se veían pacientes colas con la obligada separación ante las puertas de los supermercados y se descubrían nerviosas filas apretadas, que aumentaban cada semana, aguardando los menús solidarios.

Despojada de sus esencias, la ciudad tuvo que centrarse en lo estrictamente esencial. Era otra Sevilla. Sus partes sanas, los órganos que no habían sido infectados, tuvieron que ocuparse de los que presentaban los síntomas más críticos y graves para atajar la metástasis social y cortar de raíz cualquier proceso que la llevara a un peligroso estado de descomposición colectiva. El Covid-19 era una enfermedad que estaba acabando con la vida de muchos vecinos, pero no sólo eso: precisamente la batalla sanitaria que se libró y que se libra todavía hoy para reducir los números de esa mortandad impuso una serie de medidas –incluidas en ese decreto del estado de alarma de hace un año– que paralizaron la actividad económica y laboral en amplios sectores y trajeron consigo una crisis sin precedentes en una ciudad que late con el ir y venir de sus habitantes y sus visitantes. Encerrados los unos y prohibidos los otros, ese latido se fue apagando hasta hacerse imperceptible.

"Los sevillanos dieron un ejemplo con la población más vulnerable", afirma Juan Manuel Flores

El animal relacional que somos fue extraído de su hábitat y quedó confundido y desorientado. Perdido. El contacto directo se pulverizó. Con la plaza pública vacía, el bar cerrado a cal y canto, la parroquia sellada, el centro de día clausurado, la peña suspendida, las aulas silenciadas y los cines y los teatros apagados, la vida quedó encriptada y sus códigos y claves de acceso inservibles. La cotidianidad se desprogramó. El electrocardiograma de Sevilla encendió todas las luces de alarma reclamando un plan de choque.

En ese escenario de emergencia total, Flores recuerda de manera especial que "pensamos en los menores que habitualmente comen en los colegios públicos y que ahora en sus domicilios no tenían acceso a productos básicos o en las personas mayores que se habían quedado solas en sus domicilios".

Y Espadas, transcurridos estos 365 días, no puede evitar proclamar que se siente "orgulloso" de los sevillanos. "Teniendo desde luego presentes, antes que a cualquier otros, a las víctimas, a los familiares y los seres queridos que hemos perdido, hay que quedarse también con la reacción ciudadana, que ha sabido estar a altura de las circunstancias". La mención especial es para los sanitarios, que "en primera línea están haciendo un trabajo que al inicio se desarrolló en unas condiciones enormemente precarias por falta de suministros y de recursos y por la imposibilidad de planificar la evolución que iba a tener la pandemia".

Desde el Ayuntamiento se tomó impulso y Sevilla fue pionera en poner en marcha una comisión especial para la reactivación económica y social con todos los grupos políticos –tras salvar el escollo, que también lo hubo, de la confrontación inicial– y la participación de instituciones, entidades, expertos y agentes sociales y económicos.

"La unidad ha sido un elemento sobresaliente", destaca Espadas en su balance. "Sevilla se paró el 14 de marzo, como todas las ciudades, pero se paró sobre grandes planes, proyectos y programas en marcha enormemente ambiciosos para la ciudad. Debemos mirar el futuro con esperanza, y aunque la recuperación no pueda ser inmediata, va a ser progresiva. Estoy seguro de que vamos a poder acelerarla e intentando con todo el empeño en que nadie se quede atrás".

En su recapitulación, Flores se queda "en el lado positivo con la satisfacción por cómo reaccionó la población en unas circunstancias tan adversas e inesperadas. La sociedad sevillana dio un ejemplo y fueron muchos quienes echaron una mano para dar la respuesta adecuada a las población más vulnerable. En el lado claramente mejorable, he echado en falta, tras el final del primer estado de alarma, una mayor y mejor coordinación por parte de la Junta con el Ayuntamiento, de cara a prepararnos mejor ante las previsibles olas posteriores de la pandemia".

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