Un sevillano de los de Machado y Cernuda

calle rioja

Semblanza. En el adiós de Luis Javier Valero (1968-2022), melómano, aficionado al teatro y a la pintura, hermano de la Quinta Angustia, socio por libre del Círculo de Labradores

Luis Javier Valero. / D.S.

Borja Medina cambió la Basílica del Gran Poder por una de las capillas del Tanatorio de la SE-30 para despedir a un hombre machadianamente bueno. Iban entrando los amigos, el principal capital, el patrimonio insobornable que fue acumulando a lo largo de su vida Luis Javier Valero Fernández de Córdova (1968-2022). Era el octavo de los diez hijos de Manuel y de Carmen. Perdió a su padre en 1985, cuando tenía 17 años; su madre los dejó el Domingo de Ramos de 2014, cuatro días antes del Jueves Santo que murió Gabriel García Márquez.

La despedida religiosa coincidió con la festividad de la Virgen de Guadalupe y estas líneas salen en el día que la Iglesia recuerda a San Juan de la Cruz. Dos referencias muy relevantes para un creyente a su manera muy particular. Es el segundo de los diez hermanos a los que se lleva la mano de nieve como Bergamín llamaba a la muerte. En 2004 falleció Manuel, el tercero.

El tiempo que vivió en Barcelona recorría con sus amigos la comarca del Ampurdán

Muy pronto se decantó por aquellas disciplinas que tuvieran relación con el arte y con la sensibilidad. Ninguna de ellas le resultaba ajena: la ópera, de la que disfrutó un año como abonado del teatro de la Maestranza y muchos más como aficionado, el teatro, la pintura, la música… "¿Aficiones? Tardo menos en recordar las que no tenía", dice su hermano Rafael, "deportes ni seguía ni practicaba ninguno. Ni el fútbol ni el parchís".

No podrá estar el próximo lunes en Málaga con su amigo Miguel Caiceo cuando éste reciba el premio de cómico del año de la cadena Cope. "Tenía un gran sentido del humor, el suyo, claro, y era un amante del arte". El actor y pintor recuerda las veces que fueran a la ópera, a ver exposiciones, "fuimos tres veces a ver las Edades del Hombre. Yo tengo casa en Madrid y cuando me visitaba nos pasábamos el día entero en el Prado o en el museo Thyssen". Luis Javier, "de su segundo nombre me enteré al leer la esquela", dice Caiceo para enfatizar la sencillez de su amigo, acudió al Real Cinema cuando su amigo representó 'Usted tiene ojos de mujer fatal', en el centenario de Jardiel Poncela. "Le dio mucha alegría que me hubieran nominado para los premios Max".

Con su amigo Miguel Caiceo. / D.S.

Buena parte de su vida laboral estuvo vinculada con la Caixa, para la que durante ocho años trabajó en Barcelona. En esa época alquilaba los veranos una casa en el Ampurdán, la patria de Pla y de Dalí, e invitaba a sus amigos a recorrer los pueblos de esa comarca fronteriza. "Era un aglutinador, siempre te estaba presentando a amigos", dice Caiceo, que lo conoció hace unos quince años cuando le compró cuatro capiteles de mármol. "El tiempo que yo viví en la Alfalfa fuimos vecinos, desayunábamos juntos muchos días y nos íbamos a probar la ensaladilla de La Alicantina".

Luis Javier Valero vivía en la calle Álvarez Quintero, la de Robles y Ramón Carande, encima de la librería Antonio Machado que durante muchos años regentaron Alfonso Guerra y Carmen Reina. Caiceo se mudó a Castilleja y su amigo lo visitó en su casa del Aljarafe hace menos de un mes. "Sabía dónde encontrar los mejores dulces de los conventos, dónde ponían el chocolate más rico. No he conocido a nadie más sevillano que él, un sevillano sin tópicos, el que le gustaba a Machado o a Cernuda".

Su hermano Rafael refrenda ese perfil de singular sevillanía al dar detalles de su relación con algunos de los símbolos de la ciudad. "Era hermano de la Quinta Angustia, donde le daremos una misa, pero nunca fue capirotero. Al fallecer mi padre, uno de sus hijos podía hacerse socio del Círculo de Labradores sin pagar entrada. Mi padre había elegido al octavo. Mi hermano sólo iba al gimnasio. Cuando he ido a darle de baja a Luis en el Labradores, no lo conocían".

En el Tanatorio de la SE-30 se cruzan las vidas y los destinos. El americanista Ramón María Serrera acude a despedir a su amigo Andrés de la Oliva, compañero de milicias en Montejaque. En el funeral por Luis Javier Valero se encontraba Juan, uno de los hijos de la también americanista Enriqueta Vila. El contexto perfecto para el milagro mexicano de la Virgen de Guadalupe en el que se detuvo Borja Medina durante su homilía. Algunos de los hermanos Salinas se fundieron en un abrazo con los hermanos Valero Fernández de Córdoba. Una estirpe de doce, la que encabezara el pintor Manuel Salinas, con una estirpe de 10, los hijos de Manuel y Carmen. Familias numerosas, que no numeradas.

Asiduo del Jueves, conocía a los anticuarios, coleccionistas y decoradores. Su amigo Miguel Caiceo le regaló unas furias chinas, motivos de animales orientales, que adquirió en el mercadillo de la calle Feria. "Alguna vez nos dábamos un capricho. Nos compramos un libro edición de lujo sobre las casas de Yves Sainrt-Laurent".

La genealogía de los Fernández de Córdova da para una tesis doctoral. El lapsus ortográfico es un timbre de distinción. Muchos de sus amigos no sabían que Luis también se llamaba Javier y que de segundo era Fernández de Córdova. ¡Cuántas veces escribirían su apellido con b en sus tiempos escolares o de servicio militar! Seguían manteniendo relación medio siglo después con sus compañeros del colegio militar Julio Coloma. También estudió en un centro castrense de Ronda. El 21 de enero habría cumplido 55 años.

Dice Rafael Valero, el séptimo de la saga, el que le precedía, que a su hermano "se le partió el corazón de querer tanto a la gente, más que a sí mismo". Bebé de mayo del 68, sólo creyó en la revolución de la amistad, deja huérfanos a una legión de amigos que lo echarán de menos en el teatro, en la ópera, en las exposiciones y algunos en la papeleta de sitio de la Quinta Angustia o la nómina de socios del Labradores. "Se queda conmigo para siempre, en mi corazón, y no en mí solo, en el de muchos amigos".

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