Son y están

"El campo sevillano va hacia la inanición si no nos fusionamos como las cajas y los bancos"

  • Santo y seña de la potente Cooperativa Las Marismas, de Lebrija, fue jornalero antes que empresario y conoce al dedillo los enormes cambios del agro en 30 años, desde el reparto de tierras hasta la dura competencia globalizada. Se afana en que las cooperativas vivan de manufacturar sus propios cultivos y de sumarse a la producción de energías renovables

A sus 39 años, en el Bajo Guadalquivir ya ha vivido más transformaciones del modelo de producción agraria que tres o cuatro generaciones precedentes. Del latifundio del señorito a la cooperativa de jornaleros, de la reforma de Manaute a las restrictivas políticas de la Unión Europea, de la globalización del tomate y el algodón a la concentración de la distribución y venta de los alimentos en muy pocas manos. Y el proceso de cambios va a más y a mayor velocidad, con la llegada al campo de grandes compañías energéticas y químicas que desarrollan nuevas tecnologías y compran fincas para energías renovables o para transgénicos.

Desde hace siete años preside la Cooperativa Las Marismas, a la que está ligada su familia, de origen jornalero, desde su fundación en 1979. Preside Aproa (Asociación de Organizaciones de Productores de Frutas y Hortalizas en Andalucía). Responsable del sector del algodón dentro de la federación andaluza de cooperativas agrarias. Y no son las únicas responsabilidades y conexiones a nivel andaluz y español.

-¿Cuál es el origen de la cooperativa que preside?

-Cuando se intentaba la reforma agraria, tras las primeras elecciones democráticas, y con Antonio Torres de alcalde, en Lebrija se repartieron tierras de marisma para cultivarlas, en parcelas de 12 hectáreas. Mi padre pasó de ser jornalero a propietario, y afrontar la transformación de esa tierra para quitarle la salinidad y los altos niveles de sodio. La necesidad de unirse para recabar los inputs de producción y negociar la distribución de las cosechas dio pie a crear la Cooperativa Las Marismas.

-¿Cómo se transforma un jornalero en empresario de la noche a la mañana?

-En aquella época fue muy difícil. A muchos se les hizo muy cuesta arriba garantizar una rentabilidad a sus producciones. En Las Marismas empezaron mil y ahora hay 525 socios, que han ido comprando parcelas de quienes no pudieron prosperar. Por eso hoy el promedio de tierras por agricultor es de 25 hectáreas. La cooperativa ha jugado un papel muy importante para hacer viable la actividad.

-¿En qué magnitudes económicas se mueven hoy?

-En 2009 facturamos 37 millones de euros. Y producido 195 millones de kilos de tomate fresco. Sumamos 14.000 hectáreas, de las que 3.500 son de remolacha azucarera, 4.000 de algodón, 2.000 de tomate, 1.000 de cereal, 150 de zanahoria, 40 de flor cortada,...

-¿Quién le animó a asumir más responsabilidades?

-Para mi evolución fue importante el apoyo del dirigente socialista José Muñoz Sánchez, también nacido en Lebrija, quien primero estuvo en el sindicato COAG y ahora forma parte del Parlamento autonómico. Me nombraron secretario técnico provincial de COAG. Cuando lo dejé, tenía 32 años, y en Las Marismas me proponen que sea el presidente de la cooperativa.

-¿La globalización ya es su pan nuestro de cada día?

-Sí, pero la quiero de ida y vuelta, no como la sufrimos. Es inevitable que en un mercado como el europeo se deje entrar a la agricultura de países más pobres. Por ejemplo, el tomate de Marruecos. Pero que se haga con la misma exigencia de seguridad alimentaria que al agricultor andaluz. Y con las mismas reglas del juego. La verdad es otra, porque quienes controlan y producen esas cosechas son sobre todo empresas europeas y norteamericanas, que, a través de los países más pobres, obtienen mayores beneficios.

-¿Sienten que los ejecutivos europeos en Bruselas son sus gobernantes o sus verdugos?

-Estamos en manos de burócratas que no tienen ni idea del agro. Como otros muchos algodoneros, he vivido acciones de protesta contra sus políticas, como la larga acampada con tractores en Sevilla (Plaza de España), o tres días haciendo huelga de hambre en la puerta del Parlamento Europeo, en protesta por la reforma del sector del azúcar. En Bruselas los que mandan sobre las decisiones agrícolas son cuatro o cinco lobbies muy fuertes. Y, en las negociaciones, siempre llega un momento en el que los directivos comunitarios se encogen de hombros y nos comentan: "Esto es lo que nos dicen que digamos". No están de acuerdo con la propuesta pero cumplen órdenes.

-Concrete su denuncia sobre los grupos de presión.

-Cuando Europa abre la puerta a la compra de azúcar desde América Latina, y reduce a la mínima expresión el cultivo de remolacha en Andalucía, no dice que el gran beneficiado es British Sugar, con sus inmensas plantaciones en Brasil, que además deforesta la selva amazónica. Cuando se favorece la compra de algodón desde África y se desmonta la producción en el Bajo Guadalquivir, no se propaga cómo las empresas francesas controlan los cultivos en Centroáfrica, explotando a la mano de obra.

-¿España pinta poco en las negociaciones?

-No es casualidad que los productos agrícolas continentales salgan siempre más beneficiados, porque son los que se cultivan más en Alemania, Países Bajos, etc., mientras que se perjudica a los más importantes mediterráneos. España, da igual que gobierne el PP o el PSOE, no tiene fuerza por sí sola en Bruselas para ser un lobby de presión. Los hechos lo demuestran. Debe unirse a otros países mediterráneos para salir mejor parada.

-¿Qué alternativa les queda a ustedes en el campo?

-Siempre soy autocrítico, y en el mundo cooperativo, 30 años después, hay que admitir que nuestro gran problema es la atomización. Tenemos que competir en una economía de escala muy adversa, no sólo con otros productores, sino además con el oligopolio de los distribuidores. Antes teníamos innumerables proveedores, ahora sólo cuatro. Y es inexorable que nos convirtamos en menos sociedades y de mucho más tamaño. Es la única manera de resistir. De lo contrario, estamos condenados a la inanición. Tenemos que fusionarnos como los bancos y las cajas, y abandonar el panorama de los reinos de taifas. Hay que hacerlo con mucho mimo para no maltratar a las personas. Pero hay que afrontarlo cuanto antes.

-Explique con un ejemplo sus opciones de competitividad.

-En la modernización de nuestra actividad es indispensable que nos convirtamos a la vez en industria que reelabora la materia prima del cultivo y la lleva directamente a los lineales de los supermercados y a la red de mayoristas. Para eso hay que tener suficiente volumen y músculo financiero, o mejor no meterse. Nosotros le vendemos tomate a multinacionales como Heinz y Kraft. Pero, si quiero vender bolsas de ketchup fabricadas por mí, y por supuesto convenzo a McDonald's de que son mejores y más baratas, la reacción de Keinz será bajar aún más sus precios y venderlas bajo pérdidas a la cadena de hamburguesas, con tal de cargarse a un posible competidor que no puede hacer eso porque nos hundiríamos de inmediato.

-¿Cómo han reconvertido su producción de algodón tras el cerrojazo europeo?

-Las seis cooperativas con desmotadora nos hemos unido, creando la sociedad Coalsa, de la que también estoy al frente. Son la cooperativa Las Palmeras (Los Palacios), la de Alcalá del Río, Coesagro (Écija), Agroquivir (Utrera), Pinzón (Utrera) y la nuestra. Repartimos las ayudas europeas y mantenemos en uso una sola desmotadora. Mi objetivo principal es que, además de esto, participen en la unificación de cooperativas a todos los niveles que he comentado antes.

-¿Qué sensaciones tiene cuando ve los precios de los alimentos en un supermercado?

-Me llevo las manos a la cabeza. Se comprende que todo tiene un coste. Pero la sensación es que lo que ponemos en pie con dificultad durante un año para lograr un beneficio, alguien de un plumazo lo consigue en un minuto.

-¿Es factible que los especuladores tengan fuerza para provocar una crisis?

-Decían que la especulación con los alimentos no iba nunca a causar desabastecimiento. Pero ya ha ocurrido con el cereal cuando traía más cuenta venderlo para fabricar biomasa, y en México se desvió la venta de maíz hacia el extranjero y la población se quedó sin reservas.

-El sol será pronto el monocultivo del campo sevillano?

-Será un medio de complemento para rentabilizar la explotación agraria y el asentamiento rural. La consejera de Agricultura de la Junta ya está comentando que debemos tender a la hibridación de cultivos con la producción de energías renovables.

-¿Utilizan su propia biomasa?

-Estamos intentando conseguir que nuestras calderas funcionen con biomasa y no con fuel, y produciríamos tomates sin emitir CO2, nos encantaría alcanzar un sello de calidad que dijera eso.

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