El siglo XXI viaja en raíles del XIX
Calle rioja
Historia. Dos ferroviarios jubilados y un adolescente apasionado de los trenes promueven el proyecto de un Museo Ferroviario de Andalucía cuya sede estaría en la estación de Cádiz
LA estación Plaza de Armas fue el primer destino ferroviario de Enrique Fernández Álvarez (Vigo, 1963). En la parte de arriba de esta estación vivió Adolfo del Corral (Sevilla, 1941), hijo y nieto de jefes de estación. El niño que residió en la estación de Córdoba fue el último jefe de estación de Cádiz hasta el cierre de San Bernardo. Estos ferroviarios son dos de los tres vagones de un romántico proyecto llamado Museo Ferroviario de Andalucía. Dos de los tres mosqueteros. Enrique es el cerebro, Adolfo el guerrillero. "Somos ferrocarrileros". El pegamento que los ha unido es un adolescente de 16 años llamado Diego Pavón Sánchez de Lamadrid (Sevilla, 1999).
"Esto tiene que salir bien porque lo tiene todo en contra". Lo dice Diego Pavón Ramírez, el padre del tercer sumando. Adolfo, con casi medio siglo de palmarés ferroviario -"dejé el colegio porque le dije a mi padre que quería ser como él, dejé de estudiar y me tuve que aprender todos los pueblos de España"- cuida en su piso de Alcosa de su esposa con alzheimer. Diego convive con el autismo y es una auténtica locomotora de esta pasión. "La comenzó con los muñequitos del tren Thomas de sus primos ingleses", dice su padre, "acabó con la colección de trenes de madera de Imaginarium y se pasó al modelismo ferroviario".
Diego Pavón contactó por internet con Enrique Fernández. Un gallego que reside en Las Palmas de Gran Canaria, "la única provincia española sin ninguna infraestructura ferroviaria, sólo tuvo un tranvía, uno de los mejores de España, hasta la Segunda Guerra Mundial". Promovió los trenes escolares en Galicia y se fue a Canarias por razones familiares. Es documentalista e investigador ferroviario, dicen que posee el mejor archivo digital de la historia ferroviaria española.
La estación de San Bernardo sería el destino preferente para el Museo Ferroviario. "Yo que he visto llegar a esta estación el Talgo, el Tren Articulado Ligero Goicochechea Oriol", se lamenta Adolfo del Corral, "que he visto bajarse del tren a la duquesa de Alba, a Pedro Carrasco, a Jesús Quintero, a Paloma Gómez Borrero, me dan ganas de llorar cuando veo la estación convertida en un sitio donde venden pimientos, lechugas y tomates".
El Museo pretende rescatar un patrimonio industrial y cultural. "Ahora sólo tenemos los Cercanías y la Alta Velocidad, no hay más", dice Diego Pavón, un físico que trabaja entre ingenieros. Amén de algunos museos locales -Málaga, Bobadilla, Peñarroya, Riotinto- Andalucía no cuenta con unos museos del ferrocarril como los que existen en Galicia (Monforte de Lemos), Asturias (Gijón), País Vasco (Azpeitia), Cataluña (Vilanova i la Geltrú)... El Cantábrico le gana por goleada al Mediterráneo y a esas aguas del océano Atlántico que se atisbaban desde el tren que unía Jerez con el Trocadero, en Puerto Real, para transportar desde mediados del siglo XIX las botas de vino hasta Inglaterra. "Ese tren es anterior al de Mataró", dice Adolfo, que supervisó el intercambiador de vías cuando el ancho nacional se adaptó al ancho europeo, "más estrecho".
En una no muy lejana edición de Fitur, el Museo Ferroviario de Andalucía podría ser uno de los principales atractivos. "Crearía muchos puestos de trabajo y atraería turismo", defiende Adolfo del Corral, que ya ha explicado las bondades del proyecto a los cinco grupos municipales del Ayuntamiento de Sevilla. "¿No ve que yo soy muy liberal?".
Los visitantes del Museo conocerían modalidades ferroviarias como el Piojo Verde, el Platanito o la Petrolera, denominaciones respectivas de un automotor de vapor, un servicio comercial que unía Madrid Atocha y Jaén en días alternos y la locomotora diésel. En Alcázar de San Juan han localizado una panchorga, nombre en el argot ferroviario de unidades de tracción eléctrica; todavía sigue prestando servicio las llamadas japonesas.
Adolfo del Corral ha visto cerrar la estación de San Bernardo de la que fue su último jefe de estación, ahora con el rótulo provisional de mercado Puerta de la Carne; vio cerrar las academias militares -en la de Córdoba, 21 promoción, tuvo su destino castrense-; y las escuelas de Formación de Renfe "precisamente el año que iba a entrar Carmen, la mayor de mis cuatro hijas". No hubo, pues, cuarta generación.
Un tren turístico tipo Al-Andalus, un expotrén del Museo, dos trenes escolares y dos de trabajo serían herramientas del Museo para darse a conocer. Los ideólogos del proyecto se apuntaron a la Asociación de Amigos del Museo, con sede en el andén 8 de Santa Justa. Sevilla llegó a tener siete estaciones de tren y tres depósitos de máquinas. Los andaluces podrían conocer su historia a través de trenes gremiales: convoys mineros, aceiteros, vinateros. "Los niños no saben que se podía viajar en coche-cama", dice Diego, portavoz de la férrea pasión ferroviaria de su hijo.
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